La primera temporada de The Dark Pictures cierra con The Devil In Me, una aventura con varias novedades jugables pero muchos errores de ejecución.

Supermassive Games logró con The Dark Pictures Anthology utilizar el adn de Until Dawn para lograr propuestas interactivas de terror más pequeñas, contenidas en cierta forma, pero con un potencial radicado en sus guiones y la toma de decisiones.

Man of Medan fue un debut agridulce, con buenos aciertos pero que tardaba un montón en llegar a meternos en sus historia. Little Hope es, por lejos, la mejor de estas 4 entregas: un relato de terror plagado de giros de guión bien utilizados y recursos inmersivos para pasarla mal. House Of Ashes, por su parte, nos llevó a un terror más pochoclero y de acción, mezclando aspectos cinematográficos de The Descent con Predator.

The Devil In Me cierra esta primera temporada de The Dark Pictures Anthology con las mayor cantidad de incorporaciones a nivel jugable pero bajo la misma estructura de siempre. Pero esta falta de novedades realmente palpables en su estructura de toma de decisiones también se ve afectada por un delicado rendimiento técnicos, una enorme cantidad de bugs aquí y allá, que también se reflejan en algunas decisiones de guion que dan un sabor agridulce a una propuesta que sabe llamar la atención desde su arranque.

Desentrañando la mente de un asesino serial.

The Devil In Me cierra la temporada de The Dark Pictures Anthology lejos de espíritus y profecías demoníacas sino que pone su foco en un equipo de documentalistas que no está atravesando su mejor momento laboral. El equipo está internamenamente fragmentado, con un narcisista jefe, y un grupo de compañeros que necesitan buscar nuevos rumbos, principalmente porque sus recientes  documentales lejos están de ese éxito que lograron alcanzar y las finanzas tampoco cierran.

En este marco, aparece una oportunidad imposible de evitar: una misteriosa invitación a visitar un hotel en medio de la isla, que es una recreación exacta de la famosa instalación que Henry Howard Holmes, el primer asesino serial de los Estados Unidos, utilizó durante el siglo XIX para cometer decenas de asesinatos en la ciudad de Chicago.

Antes de mostrarnos al quinteto protagónico en acción, el prólogo de The Devil In Me funciona para mostrar parte del modus operandi de Holmes cuando atrapaba a sus víctimas en un hotel lleno de trampas. paredes corredizas y atajos que el asesinó utilizaba para asesinar de las formas más creativas y brutales. Este punto de partida es una probadita de lo que después tendremos que sortear a lo largo de las casi 8 horas que nos puede llevar una primera pasada (uno de los más extensos de lo que viene siendo TDPA).

Apenas pisen la remota isla en medio de la nada, los protagonistas comenzarán a descubrir una incomodidad que irá alimentando las dudas minuto a minuto: un anfitrión que no aparece, robots animatrónicos que simulan ser empleados de este hotel y una ambientación lugubre que tiñe las expectativas de estos documentalistas con el correr de la noche.

Sin entrar en spoilers, The Devil In Me muestra rápido sus cartas más atractivas para meternos de lleno en un espiral de pruebas al estilo “El Juego del Miedo” mientras este copycat de Henry Howard Holmes los acecha para asesinarlos uno por uno. Mucho del potencial que tiene su narrativa en la relación entre los personajes, que según cómo se vayan nutriendo o distanciando será un elemento bisagra cuando estás “pruebas” pongan en juego su supervivencia. Más que nunca esta entrega hace uso de la dicotomía “razón o sentimiento” en las situaciones que tenemos que decidir con una ventana corta de tiempo dos opciones.

Al margen de este color que imprime su ambientación e historia, esta entrega forma parte del mismo paraguas que es The Dark Pictures Anthology y ya comienza a resentirse una fórmula que en la variante de “aventura interactiva” no tiene cambios de timón: toma de decisiones y quick time events van danzando a medida que intentamos mantener vivos a los 5 parteneries. Esta repetición de la fórmula ya comienza a verse como una sensación de zona de confort a la cual Supermassive Games tiene que esquivar y replantearse de cara a su segunda temporada.

Otro de los problemas radica en su guion, que no es tan efectista en los descubrimientos argumentales pero también por los momentos en donde nos pone en control a nosotros; hay decisiones incorrectas que cortan el ritmo de la aventura y peor aún, cuando llegamos a una parte interesante con un personaje en más de una vez hay un corte abrupto y pone el freno para ponernos en la piel de otro protagonista.

En lo que respecta a su planteo jugable, The Devil In Me aprovecha e introduce algunas mecánicas que hacen más “amigable” la exploración de los escenarios. Primero y principal, ahora los personajes pueden correr – o trotar si somos detallistas -; un cambio sideral que es una frescura incalculable a manejar a estos protagonistas que continúan con una oxidación importante en sus articulaciones pero al menos se desplazan más rápido.

También se suma la posibilidad de que cada uno de los personajes tengan sus propios items, que funcionan principalmente como elemento inmersivo, porque al tratarse de una exploración sumamente lineal los objetos que se usan son evidentes. Por ejemplo, Erin una de las asistentes del director, cuenta con un micrófono portátil que capta sonidos a grandes distancias. Durante varias situaciones, la atmósfera que se genera a través de prestarle atención a todos los ruidos potencia enormemente la experiencia, e incluso regala momentos de escalofríos al mismo nivel que Little Hope. Además hay una mayor cantidad de coleccionables, entre lo que se destacan los óbolos, unas monedas que podemos intercambiar por coleccionables dentro del menú.

Sin embargo, esas pequeñas novedades (excluimos la de correr porque era algo completamente necesario para el disfrute y la rejugabilidad) no son suficientemente robustas para dar un cambio de aire a una propuesta que ya empieza a ver sus costuras. Tampoco le juega a favor que Supermassive Games lance junto a 2k The Quarry a mitad de año; un título mucho más sólido a nivel audiovisual.

El rendimiento técnico es una de las grandes sorpresas de The Devil In Me, pero una sorpresa negativa. Con lo que mencionamos anteriormente del lanzamiento de The Quarry, también se complementa que House of Ashes fue un deleite artístico, en gran parte por ese enorme trabajo conseguido con la iluminación y los entornos oscuros. Gran parte de la aventura la jugamos en este hotel plagado de trampas, y su diseño es bastante correcto. Lo claustrofóbico de sus pasillos, lo lúgubre de sus trampas con su rústica decoración marcan el pulso de la aventura, pero después todo se hace bastante cuesta arriba. A nivel detalles, sí hay un paso adelante en lo que respecta a texturas y sonido; este análisis se realizó en la versión de PlayStation 5 y ese plus inmersivo se hace presente, pero la cantidad de errores, bugs y fallas en las interacciones es abrumadora. Desde puertas que no se abren, objetos que no se activan (avanzamos varias zonas sin poder hacer uso de linterna porque no prendían) que reflejan esta necesidad autoimpuesta por la desarrolladora de lanzar un juego por año.

Sin mencionar el hecho que las animaciones faciales – un sello artístico dentro de la marca – cada vez se sienten menos reales y le quitan esa impronta actoral que le imprimen los actores. Espero que para las nuevas entregas tomen la decisiones de revisar este aspecto porque le agregaría otra tónica.

Conclusión

The Devil In Me tiene muchos puntos altos, desde su ambientación, historia y dinámica entre los personajes, pero no es la entrega que cierra de forma elegante todo lo bueno que cosechó los anteriores títulos de The Dark Pictures Anthology.

Su tinte policial, con muchas influencias a SAW, funciona para mantenerte enganchado hasta llegar al final, pero en su jugabilidad y puesta en marcha ya hay una necesidad imperiosa de un cambio de aire.

Supermassive Games ya se encuentra trabajando en la segunda temporada; así que esperamos que las novedades jugables que se vieron en este juego sean el punto de partida para más cambios, principalmente enfocados en la toma de decisiones.

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De chico soñaba con ser un Jedi. De grande también.

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