Final Fantasy VII Rebirth profundiza las bases de Remake para hacer una aventura de mundo abierto tan completa como inolvidable.
Final Fantasy es de esas franquicias que, ante cada lanzamiento nuevo, el afirmativo popular es medio inevitable: “Es el mejor juego de la franquicia”. FF viene con un presente impecable, en los últimos 4 años los lanzamientos de FF VII Remake y FF 16 relanzaron la franquicia a una jugabilidad más moderna sin olvidarse del adn de un saga fundacional dentro de la industria de los videojuegos.
Después de casi 70 horas con Final Fantasy VII Rebirth, la sensación es unanime: un juego superador en todas sus aristas, una propuesta que supera cualquier tipo de expectativa y una conexión que este universo logra con el jugador, haciendo de este viaje algo inolvidable
Un grupo que se embarca en una viaje de fantasía.
Final Fantasy VII Rebirth toma la posta de Remake con el desafío de retomar una historia shockeante, con cambios drásticos en su narrativa y un gran libro blanco para hacer los cambios y modificaciones a su antojo. Dejando a un lado el prólogo del juego (ese contenido de la demo que seguramente ya jugaste en la previa del lanzamiento), esta segunda parte de la trilogía arranca pateando fuerte y al medio abriéndonos paso en un enorme mundo abierto, la primera gran carta novedosa de esta entrega respecto a su antecesor.
La libertad de acción es el punto de partida para darnos como jugadores la posibilidad de seguir la historia principal abriéndonos paso en cada región del juego o desviarnos para encontrar todos los desafíos y misterios que abundan en este mundo. Esa libertad pone a prueba la consistencia y atractivo de Rebirth: es imposible aburrirse por el simple y sencillo hecho de que nunca te vas a encontrar haciendo la misma acción de forma repetida. La variedad de elementos, combates, enemigos, minijuegos y sub tramas que se tejen en cada metro cuadrado de esta aventura te dan la posibilidad de decenas y decenas horas para completar el 100% del juego.
Pero volviendo a la línea narrativa, Final Fantasy VII Rebirth empieza como terminó Remake: el grupo escapando de Midgar y abriéndose paso en un mundo hostil y con la presencia casi omnisciente de Shinra. Entre el conflicto contra las autoridades siempre latente, la búsqueda de Sephiroth cobrará cada vez mayor relevancia con un enfrentamiento inevitable a la vuelta de la esquina.
Si jugaron al original (sin entrar en spoilers) notarán como Rebirth levanta el pie del acelerador en ciertos moments que en la versión original eran más breves. Pasajes que duraban minutos acá duran horas, y no es algo que se siente estirado; esta segunda entrega hace lo mismo que Remake: toma la base principal y la readapta para hacer una aventura con sus propias reglas pero sin olvidarse de ese hilo conductor invisible.
Lo que han hecho con el desarrollo de los personajes es algo hermoso y sublime: poder empatizar con Cloud, con Tifa, entender a personajes como Barrett o sencillamente dejarse llevar por el optimismo de Aerith son elementos que traspasan la pantalla. Rebirth intenta mantener esa llama prendida en el vínculo de los personajes, un grupo que se forjó a través de un bien común y ahora están unidos para salvar al mundo. Un grupo que con el paso de las horas logra cada vez una mayor conexión y que eso se percibe en la evolución de la historia. Hay momentos puntuales en Rebirth, en especial durante los últimos 3 capítulos, que golpean fuerte al corazón del fan y en más de una ocasión le vas a terminar gritando a la pantalla.
Final Fantasy VII Rebirth cuenta con 6 regiones realmente gigantes con un backtracking bien marcado: una vez que avancemos a la siguiente región por cuestiones de la historia principal, se nos permitirá volver sobre nuestros pasos para buscar y completar todos los desafíos opcionales que queramos. Una vez más, es impresionante y colosal la cantidad de cosas que hay para hacer en Rebirth: desde caza de monstruos con batallas especiales, juegos de estrategia por turnos, entrometernos en territorio Moogle, un juego de cartas que se posiciona como el mejor de la franquicia (superando a Triple Triad, desafíos con un piano, participar de un desfile, transformarse en rana y realizar combates, un coliseo para pelear contra diferentes enemigos, enfrentamientos opcionales con cactus, y puedo seguir. Son más de 2 decenas de minijuegos diferentes – cada uno con sus diversas capas de profundidad y relevancia dentro del juego -. Algunos tienen presencia en todas las regiones del juego mientras que otros aparecen en puntos especiales de la historia.
Esta cantidad de elementos que presenta Rebirth no quita que por momentos haya instancias de abruma, pero esto también se ve complementado porque todo lo podemos hacer al ritmo que nosotros queremos. Obviamente mientras más nos vayamos desviando del camino principal conseguiremos Materías, items y leveleo de los personajes, pero la posibilidad del viaje rápido permite que podamos visitas lo que queramos sin lamentarnos de abandonar alguna sidequest para más adelante.
Ahondando en el combate, la base de Remake está intacta: combate en tiempo real en grupo de 3 con la posibilidad de intercalar entre alguno de los personajes que conforman el squad. Son 7 los personajes jugables (que se irán desbloqueando de forma progresiva, no spoiler alert) y podremos utilizarlos como queramos en casi todo momento. Lo bueno es que también habrá parte de las historia principal es que, por cuestiones narrativas, tendremos que elegir a personajes puntuales así que indefectiblemente usaremos a todos en determinados momentos.
A la base ya conocida se le agregan algunos elementos que le agregan una capa de profundidad. Por un lado un árbol de habilidades activas y pasivas más amplio y diverso, con la posibilidad de tener diferentes estilos de combate para los personajes, si queremos enfocarlos más en la magia o en ataques físicos. Pero la principal novedad son las sinergias entre los personajes. A medida que avanzamos en la historia, forjaremos cada vez más el vínculos entre los personajes, abriendo la posibilidad de desbloquear nuevas técnicas en conjunto que, además de ser bastante poderosas, agregan potenciadores especiales que cambian el curso de las batallas.
También se suma el agregado de los combos aéreos, algo bastante pedido en Remake y que ahora añade una nueva capa de posibilidades dentro del combate. Ni hablar también de la cuantiosa cantidad de materias y armas que tenemos para encontrar en toda Gaia. Reforzando el concepto anterior, Rebirth da más posibilidades para moldear el estilo de cada personaje, improvisando en esta suerte de personajes con ataques de rango, personajes con ataques a corto alcance y personaje de soporte a distancia. La dinámica de los combates también aporta su cuota con los bloqueos perfectos, un pequeño añadido que incluso puede traer ese condimento souls a la mesa.
En definitiva, Rebirth nos regala una buena cantidad de combates intensos y realmente impresionantes. Aunque los más cinematográficos quedarán anclados a la historia principal, Gaia oculta una buena cantidad de jefazos opcionales y criaturas durísimas para combatir. Es, en efecto, una aventura con una curva de dificultad más exigente que Remake: la cantidad de acciones combinadas que podemos realizar en combate obliga a que estemos bastante alertas a cada una de las posibilidades que tenemos ante rivales duros.
A toda esa jugabilidad hermosa, una historia que vuelve a conquistarnos y todo el enorme contenido que hay disponible, Rebirth es un juego que audiovisualmente traspasa la pantalla. Square Enix le saca el jugo a PlayStation 5 para hacer gala de todo el potencial que tiene la actual generación de consolas. La recreación de cada una de las regiones del juego es descomunal. Lo que vivimos hace 27 años con polígonos en esta remake tiene un nivel de detalle que apabulla. Hay una reimaginación de cada escenario que permiten una identidad impactante.
Cada zona del juego logra rescatar elementos puntuales que la diferenciaran entre sí: no será igual nuestro paso por el comienzo en las pirmeras zonas montañosas de los pastizales que la luminosa ciudad de Gold Saucer. Esos contrastes forman parte de este viaje en el que también el diseño artístico y lo que vemos en pantalla nos dejará atónitos. Una vez más tendremos la opción de rendimiento, apostando por los fps o la calidad gráfica. En lo personal creo que la primera opción funciona mucho mejor para el compás de los combates en un juego que ya de por sí se ve alucinante.
Las batallas tienen un porte espectacular gracias a la dirección, los estallidos de luces, las habilidades y hasta incluso la diversidad de invocaciones que tienen un lugar destacado dentro de la espectacularidad de los enfrentamientos. Todo esta compuesto con un nivel de detalle soberbio, y en ningún momento se ve un reciclado de escenarios: el amor que Square Enix colocó en esta obra se denota en cada rincón.
De hecho, uno de los elementos que en Remake no me pareció los suficientemente buenos acá se luce: la banda sonora. La bso de algunas cinemáticas, en algunos encuentros con Sephiroth y en batallas puntuales recuerdan por qué esta franquicia es una de las mejores cosas que nos dio el gaming.
Conclusión.
Realmente no se cómo hará Square Enix para profundizar la formula en la próxima entrega que cierre la trilogía. Final Fantasy VII Rebirth da esa sensación de haber llegado al climax con su fórmula, con una entrega que abraza a los fans y les entrega ese juego que tanto soñaron ver en pantalla y disfrutar con el joystick.
Rebirth patea el tablero con una cantidad de cosas para hacer de forma escandalosa, con el lujo de no sentir un desgaste o cansancio sino todo lo contrario, algo que no es habitual en este tipo de títulos de mundo abierto.
La conexión entre los personajes, la historia que traspasa la pantalla, las emociones que se embarcan en esta misión casi suicidad y unos combates sencillamente inolvidables hacen de Final Fantasy VII Rebirth uno de los serios candidatos a juego del año y definitivamente el mejor Final Fantasy de este siglo. Un Final Fantasy que respeta su legado y mirá para adelante, aprovechando todo el potencial que tiene PlayStation 5. Es una aventura que pasará a la historia, que se transformará en un clásico con el paso de los años y quedará en el podio dentro de los fanáticos.
Realmente no se cómo hará Square Enix para profundizar la formula en la próxima entrega que cierre la trilogía. Final Fantasy VII Rebirth da esa sensación de haber llegado al climax con su fórmula, con una entrega que abraza a los fans y les entrega ese juego que tanto soñaron ver en pantalla y disfrutar con el joystick.
Rebirth patea el tablero con una cantidad de cosas para hacer de forma escandalosa, con el lujo de no sentir un desgaste o cansancio sino todo lo contrario, algo que no es habitual en este tipo de títulos de mundo abierto.
La conexión entre los personajes, la historia que traspasa la pantalla, las emociones que se embarcan en esta misión casi suicidad y unos combates sencillamente inolvidables hacen de Final Fantasy VII Rebirth uno de los serios candidatos a juego del año y definitivamente el mejor Final Fantasy de este siglo. Un Final Fantasy que respeta su legado y mirá para adelante, aprovechando todo el potencial que tiene PlayStation 5. Es una aventura que pasará a la historia, que se transformará en un clásico con el paso de los años y quedará en el podio dentro de los fanáticos.