Estrategia, dragones, spa, waifus, nostalgia, guerra y cachorritos. Todo conecta en un Fire Emblem: Engage. Agarrá el anillo emblema de tu elección y gritemos juntos para descubrirlo: ¡Engage!
Desde los misteriosos personajes animé con espadas en el Super Smash Bros Melee -el primer acercamiento de la franquicia en occidente- hasta hoy, Fire Emblem recorrió un largo trecho. Un camino con altos y bajos, que se construyó con más de 30 años de trabajo. Hoy, el simulador de guerra fantástica medieval de Intelligent Systems reclama su legítimo lugar en la corte de las grandes franquicias de Nintendo. Y Fire Emblem: Engage llegó para coronar este legado.
Hablar del legado es fundamental para hablar de FE: Engage. Ya que la accidentada agenda de lanzamientos japoneses en occidente significó que una buena parte del público fiel a la gran N no supiera de la existencia de la saga por mucho tiempo. A veces porque nunca se tradujo un juego del japonés, otras porque se estranguló la demanda con pocas copias localizadas. Pero todo eso empezó a cambiar con el éxito de Fire Emblem: Awakening en el 2012, y se confirmó con Fire Emblem: Three Houses en 2019. Cada vez más y más fanáticos se acercan a la franquicia. Así fue que tanto Nintendo como Intelligent Systems se enteraron que tenían en sus manos un contendiente al trono.
Según se filtró cuando salieron las primeras imágenes del juego, originalmente Engage planeaba ser el homenaje aniversario a los 30 años de la franquicia. Y si bien esto nunca se confirmó (especialmente porque se publicó un año y medio después de la efeméride), tiene mucho sentido. Después del crecimiento vertiginoso de la última década, la franquicia tiene dos públicos paralelos. Los viejos fanáticos que encontraron su forma de jugar las entregas exclusivas de Japón, y los nuevos, que se sumaron en esta última arremetida de juegos que estuvieron más accesibles. Por eso Fire Emblem: Engage se propone llamar a ambos mundos en un solo lugar.
Y sorprendentemente, pareciera que lo lograron. Si bien hay suficientes elementos referenciales para disfrutar, también es lo suficientemente singular para que no necesites conocer ni una entrega anterior para disfrutarlo. Y lo más probable, es que despierte alguna chispa de curiosidad por los juegos pasados ¡Y nada de esto es tarea fácil! Hay muchas otras franquicias fallaron intentando acertar el mismo balance. Aunque claro, esto no quita que haya cosas que se ganaron y perdieron para llegar a donde estamos.
Una nueva pero conocida historia
Nuestro protagonista es Alear. Un aparentemente joven muchacho o muchacha de pelo rojo y azul,, que despierta una mañana en un palacio rodeado de quienes dicen ser sus asistentes. Al parecer durmió por mil años luego de pelear en una mítica guerra por el continente de Elyos; donde su linaje, el de los Dragones Divinos, se sobrepuso contra las fuerzas del mal comandadas por el terrible Dragón Caído. Sin embargo Alear no tiene ni un solo recuerdo de lo que pasó antes de despertar y debe ser introducido a su mundo e historia (¡Igual que nosotros! ¡Qué casualidad!).
Mientras intenta ordenar su historia, Alear descubre que su despertar coincide con los esfuerzos de una facción que busca también reorganizar las fuerzas del mal y liberar al Dragón Caído. Por eso, debe emprender una aventura alrededor de Elyos, forjando nuevas alianzas y en busca de los 13 anillos emblemáticos, los que le darán el poder para sellar una vez más al Dragón Caído y derrotar a sus súbditos.
Si bien suele haber alguna que otra variación, ésta repite la estructura tradicional de un juego Fire Emblem. Las fuerzas del bien, encabezadas por algún tipo de figura real, contra las fuerzas del mal, que intentan traer a una entidad malévola ancestral a destruir el mundo. En eso no le vamos a dar puntos de originalidad a ésta entrega; pero como ya hablamos, este juego intenta coronar un legado; salir de la estructura en este frente hubiera sido perder algo de la identidad que caracteriza a la saga.
Por eso la creatividad ésta vez la ubicaron en los anillos emblemáticos, la nueva arma de poder que definirán la tendencia en el terreno de batalla, sea quien sea que los porte. Dentro de estas joyas habitan los Emblemas, espíritus de héroes de otros tiempos y espacios, que otorgan habilidades únicas a sus portadores. Y muy interesantemente, estos héroes son algunos de los protagonistas en cada una de las entregas anteriores de Fire Emblem.
Una jugabilidad apoyada en el adn de su franquicia
Dejemos un poco de lado la historia, para profundizar en las mecánicas del juego. La saga Fire Emblem siempre es un JRPG de estrategia basada en turnos. Es decir, que tenemos varios personajes (cada uno con sus habilidades y crecimiento particular) que son movilizados en grillas sobre el campo de batalla para enfrentar uno a uno a sus enemigos. O como le gusta decir a la comunidad, un ajedrez, pero donde cada pieza tiene un crecimiento personal, y movés una vez todas tus fichas antes de cambiar de turno. Ah, y cómo olvidarse de las waifus y husbandos.
Esto no cambió, y probablemente nunca lo haga. Junto con la repetida narrativa marcan el ADN del Fire Emblem. Y eso no significa que esté estancado en mecánicas del siglo pasado (o sí, pero no tanto). Cada entrega trae alguna nueva técnica o estrategia que cambia la forma de jugar lo suficiente para que los juegos se sientan muy distintos. En el caso de Engage, tenemos varios elementos de balance, y los anillos son parte fundamental. Cada uno de los anillos trae sobre la mesa habilidades y poderes basadas en la historia y recursos del juego del que proviene el emblema. Y la forma en que se dispone de estos aliados le da mucha variedad y dinamismo al juego.
Y no es lo único que cambió en las mecánicas de juego de Fire Emblem: Engage, para ser exitoso en el campo de batalla también será fundamental encontrar la forma de utilizar correctamente el triángulo de armas, su nueva condición de romper la defensa de los enemigos, los rasgos generales de las clases, el equipamiento smash y las habilidades que también vamos heredando de los Anillos Emblema.
Aunque así enumerado puede parecer mucho por tener en cuenta, no debería ser un algo que asuste a alguien por empezar el juego, ya que cada una de estas mecánicas es incorporada paulatinamente en las partidas, y si bien son muy prácticas para llegar a la victoria, tampoco es que sean un requisito para disfrutar las batallas.
En esta línea, Fire Emblem: Engage vuelve a utilizar algunos recursos para hacer más fácil de navegar la complejidad del juego. Tenemos la posibilidad de elegir dificultad (entre fácil, medio y difícil), si las unidades mueren permanentemente o no tras ser derrotadas en la partida, y la posibilidad de volver algunos turnos atrás con una mecánica que ya se probó en otras entregas y hoy casi que es necesaria en un Fire Emblem. Una serie de herramientas que aplacan la penalización que el juego tenía en sus primeras entregas contra las estrategias más arriesgadas.
Los mapas son un elemento clave en la jugabilidad de Fire Emblem. Porque es donde nace la creatividad estratégica de los jugadores, que intentan cumplir sus objetivos con sus recursos limitados y condiciones predeterminadas por el juego. Y en este aspecto, la performance de Fire Emblem: Engage mengúa. Por momentos se luce con terrenos que parecen disposiciones naturales, con suficiente variedad y recursos para despertar la chispa estratégica en el jugador. Pero otras tantas nos encontramos niveles poco inspirados, con espacios abiertos con solo un par de columnas, y el enemigo final al fondo. Se siente como que los productores saben cómo hacer un buen mapa, pero no siempre se tomaron su tiempo para lograrlo.
Otro elemento importante de la experiencia en Fire Emblem: Engage es Somniel, el castillo flotante de Alear, y su base de operaciones donde vive junto a sus aliados. Un recurso que parece tomado casi textualmente del Mi castillo en Fire Emblem: Fates, aunque con un par de actualizaciones. Tenemos la oportunidad de recorrer el predio con Alear, encontrar a los diferentes personajes repartidos por la base y llevando a cabo actividades a compartir con ellos: sea entrenar en batallas, forjar lazos entre soldados, comprar armas e insumos, compartir una comida, hacer ejercicio físico, leer el futuro en nuestras cartas, y mucho más.
La entrega anterior, Fire Emblem: Three Houses, había hecho de este recurso una parte fundamental de sus mecánicas, lo que terminó haciendo que consumiese una gran porción del tiempo de juego. Ese Monasterio que si bien estaba muy bien logrado, lleno de vida y una escenografía hermosa, terminaba siendo tedioso. Teniendo ésto en cuenta, Somniel logra un mejor balance. Si querés hablar con todos tus personajes, pulir anillos y personalizar la vestimenta casual de cada unidad de tu ejército, tenés toda la libertad para hacerlo; y en el proceso vas a recibir un montón de contenido adicional y algunos beneficios a la hora de pelear. Pero esto no es necesario para completar la misión principal de Alear; y si así se prefiriera, es posible ir de misión en misión sin detenerse nunca a pasar la tarde de spa en el castillo en el cielo.
Y ya que hablamos del Somniel, es necesario un breve momento de apreciación de Sommie. Nintendo tiene años de experiencia generando criaturas adorables, y este pequeño cachorro de dios guardián aprovecha el fruto de ese trabajo. Tal vez, con un poquito más de lo aprendido en las últimas entregas de Pokémon, podrían haber logrado aún más apego por Sommie. Pero sigue siendo adorable y vamos a necesitar su peluche.
Un pequeño salto visual que no hace honor al legado de Fire Emblem
Se nota un importante crecimiento desde la última entrega. Fire Emblem: Three Houses había significado el regreso de la saga a las consolas más poderosas de Nintendo, luego de años relegado a las handheld. Pero en su búsqueda grandilocuente y la exploración 3D, al final lo que se entregó parecía ser un producto sin terminar, con problemas en las texturas, animaciones de batalla, escenarios y expresividad en los personajes. Y ni hablemos de la escasez de cinemáticas y acompañamiento narrativo. Porque eso ya tiñe de amarga una experiencia que fue muy buena, a pesar de sus gráficos.
Por suerte, Fire Emblem: Engage es un gran avance en relación a su antecesor. Más allá de los cambios estilísticos (a los que nos referiremos en breve), se nota el trabajo para mejorar en este aspecto. Ahora se ven mucho más vivos los personajes en sus conversaciones, con gestualidades más naturales; el combate es mucho más llamativo y está lleno de detalles. Y especialmente, se combinan con mucha más fluidez las escenas de juego con las cinemáticas, ya que tienen un estilo mucho más parejo, y hay muchas más para disfrutar y profundizar en los acontecimientos del juego.
Pero esto dista de ser fantástico. Todavía es claro cómo se corta camino más de una vez para eficientizar el trabajo, y con juegos como Breath of the Wild y Xenoblade Chronicles, no se puede decir que todo sea culpa de las capacidades de la Nintendo Switch. Muchas veces nos encontramos escenarios que son un fondo plano sin movimiento (aunque bueno, al menos ya no es el rectángulo de perspectivas distorsionadas de Three Houses). Y algunas escenas importantes con interacciones, en vez de ser animadas, son presentadas como imágenes estáticas que muestran alguna parte de lo que sucede, como si leyéramos un libro ilustrado. Entre eso y alguna que otra oportunidad perdida, por momentos se siente que el juego pudo habernos dado más de lo que recibimos, y se lo permitiremos, solo porque es un gran avance desde 2019.
La estética de Fire Emblem: Engage fue llegó a la vida por la mano de la artista Mika Pikazo, quien partió un poco del territorio netamente de fantasía, para ir a un posicionamiento mucho más moderno. Sin perder la ambientación de castillos, guerreros y hechiceros; las prendas, peinados, maquillajes y estilos generales de los personajes lucen mucho más modernos. Son saturados y estrafalarios; como si el juego completo estuviera pasado por un filtro de Instagram, la vida que vemos por streaming. Sin duda todo con la idea de que el arte del juego sea suficiente para atrapar públicos de las nuevas generaciones. Y si bien es una definición que para mucha gente fue algo polémica, Fire Emblem siempre investiga en su estilo, aunque sin partir mucho de un look general de animación japonesa que le da la consistencia entre entregas.
Para terminar, volvamos un poco a la narrativa del juego. Porque por momentos se suele sentir que los personajes no llegan a caracterizar del todo la estética que se les dio. En términos generales, no terminan de tener suficiente profundidad. La gran mayoría de los personajes son objetivamente unidades descartables, que tranquilamente se pueden dejar en el fondo de las listas sin culpa; pero eso no es razón suficiente para que se haya construido toda identidades a partir de uno o dos yeites del estilo de “le gusta comer cosas raras” o “llora leyendo libros”.
Pero lamentablemente, eso es lo que nos ofrece Fire Emblem: Engage. Tal vez haya una unidad que por su forma de hablar, comportarse y cómo luce nos llame la atención, pero sin mucho historia detrás para capturar, el apego que estamos acostumbrados a generar con nuestros personajes queda un poco relegado a un plano más superficial. Y lamentablemente, se siente especialmente vacuo cuando hablan con los emblemas. Cuando los personajes forjan confianza con estas figuras legendarias, héroes de otros tiempos, casi divinidades superpoderosas, pero solamente cruzan dos líneas totalmente superficiales como “gracias por salvarme ayer”, “tranqui, no lo necesitabas”, es inevitable sentir pasar el fuerte viento de las oportunidades perdidas de Engage.
De todas formas, sería muy cínico decir que es siempre el caso. Alear es sin duda el personaje más interesante de la historia, y una gran mejora en comparación con su antecesor. El silencioso Byleth, siempre neutro de expresión, hasta en los peores momentos. Alear tiene su propio arco de desarrollo mientras descubre su lugar en el mundo, enfrentándose a sus miedos, pero sin tampoco llegar a ser engreído. De todas formas, no llega tampoco muy profundo. Alear es un personaje sencillo, gentil, cercano. Le gusta tener muchos amigos y pelear para defenderlos. Sin duda un parecido intencional a lo que solemos encontrarnos en un clásico protagonista de anime Shonen. Esto fue una decisión expresa de los directores del juego, que quisieron que el protagonista sea alguien con quien podemos empatizar; más que con el viejo arquetipo del príncipe que responde sin dudar al llamado de justicia para salvar al mundo.
Conclusión
Fire Emblem: Engage está preparado para ser disfrutado por cualquier persona. Los más atentos, encontrarán que no solo invocamos a los héroes de las entregas anteriores con los Anillos Emblemas, si no también a su música, su historia, su tono y su forma de juego. Y a su vez es un título totalmente accesible para alguien que solo vio el arte de tapa y le llamó la atención. Todo hecho con el objetivo de despertar la chispa de intriga por la saga que cumplió 30 años de su primer lanzamiento, y que cuenta con muchos juegos por descubrir.
Si bien es por momentos algo superficial en su forma de encarar la narrativa, compensa estando lleno de contenido y con su fórmula tantas veces probada y validada, el sabor único de Fire Emblem. El vínculo que vamos generando con los personajes a medida que progresan en su historia y sus habilidades, y el espacio que nos da para definir nuestro propio estilo de juego, la estrategia que nos fuerza a poner a prueba con cada nueva batalla y enemigo por delante.
Fire Emblem ya es parte de las grandes franquicias de Nintendo, dos entregas en la switch, dos versiones Warriors, el juego Mobile, y la consistente presencia en el Super Smash Bros lo confirman. En el futuro seguro que seguirá creciendo y trayendo más y más lanzamientos que hagan crecer este universo lleno de fantasía.
Según dicen los rumores, el próximo sería un remaster de uno de las primeras entregas, y quizás una caricia más enfocada en los jugadores veteranos. ¿Vas a querer vivirlo como un recluta novato o como un soldado experimentado?