Flintlock: The Siege of Dawn, de los creadores de Ashen, es un correctísimo action RPG al que se le ven sus costuras.
A44 Games forma parte de esta nueva camada de estudios que poco a poco busca hacerse un lugar dentro del mundo de los videojuegos. Para llegar a jugar en la elite de la industria (AAA), en la mayoría de los casos siempre hay un paso previo por el universo indie y también por los doble AA, ese híbrido que queda en el medio entre producciones independientes y juegos de presupuestos millonarios.
Después de lanzar Ashen en 2019, A44 Games ambiciona un poco más en la dimensión de su propuesta y la escala de su jugabilidad con Flintlock: The Siege of Down, un RPG de acción teñida de varias mecánicas souls-lite y un aspiracional muy marcado por las dos últimas entregas de God of War, tanto en el diseño de sus escenarios como en su base estructural jugable.
En la premisa, incluso en los primeros pantallazos audiovisual, Flintlock impacta y pega primero: se ve atractivo, interesante y desafiante. A medida que avanzamos, el mismo juega se encarga de deleitarnos con una buena cantidad de recursos en cuanto a habilidadaes, progresión y exploración, pero sufre un golpe artero al no poder trasladar ese disfrute conceptual cuando tenemos el joystick en las manos.
A la caza de los dioses
Flintlock: The Siege of Dawn está seteado en un mundo de fantasia pero de mediados del siglo XIX, en el que la humanidad construyó una ciudad alrededor de una brecha que separa la tierra de los humanos con el inframundo y lograr de esta forma un fuerte de contención ante cualquier mal que quiera cruzar. Esto lo único que hizo fue generar la ira de los dioses, que impulsaron la invasión de los Inertes (el nombre que llevan estos demonios) y crear una barrera que impida cerrar esta brecha.
En esta caótica guerra de trincheras y contención, encarnamos a Nor, una soldado zapadora y que tiene un amplio conocimiento en armamento y explosivos. La valentía e imprudencia de la protagonista desencadena los eventos que dan correlación a la aventura: en un intento por terminar la guerra, se envalentona a dinamitar la barrera que divide ambos mundos y confrontar ella misma a los dioses con sus camaradas.
Esto, desde ya, sale absolutamente mal y no solo gran parte de sus amigos mueren sino que ella termina gravemente herida. A su rescate llega Enki, un peculiar zorro que resulta ser una deidad que se vuelve nuestra aliado para emprender este viaje que tiene un solo objetivo: cazar y eliminar a todos los dioses. Esta alianza los llevará por diferentes territorios ahora invadidos por Inertes y los dioses que, ahora sin barrera y muros que los contengan, dominan libremente toda la región. La reconstrucción de la resistencia y la elevación del espíritu de un ejercito humano moralmente diezmado es parte del viaje que emprenden este dúo protagónico y que los llevará al límite para enfrentar a cada uno de sus enemigos.
La premisa argumental de Flintlock: The Siege of Dawn se mantiene de punta a punta durante toda su propuesta narrativa. Los principales plot twist y revelaciones quedarán del lado de Enki, este pequeño Dios que oculta más de un secreto y que tiene un motivo por el cual se pone en contra del resto de los dioses. Por el lado de Nor, su motivación no varía un ápice desde su inicio y es esta falta de profundidad en su desarrollo la que vuelve muy chato todo su arco. No hay grandes cambios en su perspectiva o forma de ver las cosas: la evolución del personaje solo se ve reflejada por la fortaleza que va adquiriendo tras ganar cada batalla pero falta un poco más que eso para Flintlock sea recordado por su historia.
En el plano jugable, hay un modus operandi muy inspirado en la saga nórdica de God of War: entornos semi abiertos en los cuales tenemos la posibilidad de completar las misiones principales, sidequest, encontrar coleccionables que impulsan la vida y magia de los personajes, recursos para potenciar nuestro equipamiento y zonas opcionales con bosses opcionales.
Esta ecuación se ve complementada por el dúo protagónico que es realmente lo mejor de Flintlock y mantienen una sinergia natural. Controlamos principalmente a Nor, que tiene un arma de corto alcance (hacha de mano, espadas y martillos), una pistola y un arma de largo alcance que van desde rifles, morteros y lanzallamas. La destreza y potencia de Nor se fusiona con la magia de Enki, que tiene un control similar al de Atreus en GoW: tendrá movimientos autónomos pero le podemos pedir que nos ayude atacando a un enemigo particular o, en este caso, realizando alguna de las habilidades especiales.
Mientras que Nor arrasa a sus enemigos a fuerza de hachazos y balas en el pecho, Enki les provoca maldiciones a los enemigos, con debilidades en su armadura, reducción de fuerza, veneno, ente otras, según lo que tengamos equipado. Esta sinergia funciona de maravilla y le inyecta mucho ritmo a los combates, con enemigos que varían tanto en sus patrones de ataque así como también en cantidad. Por ejemplo: tendremos situaciones en diversos momentos de la exploración donde cruzaremos a hordas de enemigos, y la combinación de recursos es clave para salir airoso de la situación.
El combate tiene esa cuota souls-like ya arraigada en el género y que es una constante en este tipo de juegos: enemigos que farmean puntos de experiencia (en este caso para gastar en nuevas habilidades o subir de nivel las armas) y que reviven después que descansamos en un altar. Para darle una cuota de originalidad (aunque también una similitud marcada con Lords of the Fallen) iremos aumentando el multiplicador de experiencia a medida que matamos enemigos y no recibimos daño, teniendo siempre la posibilidad de llevarnos toda la experiencia obtenida y reiniciar el contador a cero de vuelta.
Este elemento diferencial es ese plus que invita a la exigencia, a esquivar con precisión y aprovechar el uso del parry, pero que choca abruptamente con el gran dolor que acarrea Flintlock, que son sus controles poco calibrados para una propuesta de semejante exigencia. No solo por momentos no responde bien los movimientos de Nor, sino que la respuesta al bloqueo y esquive no siempre están acertadas al 100% y muchas veces recibimos golpes que creíamos haber esquivado o bloqueado correctamente. Esa falta de timing hace que la experiencia se vuelva frustrante y poca satisfactoria en los controles, porque realmente sacando esos detalles la dinámica del combate, combinando armas blancas con pistolas y rifles funciona muy bien, complementado además con el factor mágico de Enki, que además de darnos soporte en las batallas lleva al siguiente nivel todas nuestras destrezas físicas en cuanto a saltar, correr y esquivar.
Es una lastima ese nivel de disociación entre la experiencia jugable que vemos en pantalla y lo que se traduce con el joystick porque logra construir momentos interesantes y atractivos que no terminan siendo 100% disfruables.
El plano de la exploración también aprovecha la impronta mágica que adquirimos con Enki. Nor puede activar portales de desplazamiento para cubrir grandes áreas e incluso aportar esa cuota de plataformera y verticalidad en los escenarios para encontrar tesoros y desafíos opcionales. En algunos casos, sufre el mismo problema que el combate, con movimientos poco claros o superficies para escalar un tanto rotas, pero no se ve tan perjudicada como su otra arista.
Flintlock lleva su exploración a 2 grandes regiones y una más reducida, pero con amplias oportunidades para desviarte del camino y enriquecer el lore con misiones secundarias que también otorgan importantes bonificaciones y recursos para equipar a Nor. Las sidequest mantienen ese buen ritmo y diversidad que nos invitan a explorar cada escenario. Sin embargo, no estamos ante uno de esos títulos interminables que tiene cosas para hacer en cada metro cuadrado. Incluyendo sidequest e historia, podemos completar casi toda la aventura entre 15 y 18 horas, dependiendo nuestra habilidad para los combates más exigentes.
Conclusión
Hay muchos valores que hacen de Flintlock: The Siege of Dawn una aventura entretenida, compacta y que ofrece buenos momentos diversificados en su combate y exploración. Toda esa construcción e identidad que permea la propuesta choca de lleno contra una jugabilidad plagada de errores técnicos y una historia que comienza con mucha identidad para terminar en una ola de cliches y recursos ya vistos.
Flintlock tiene sus armas para hacerse valer, pero cuando lo tenemos que medir ante otras propuestas dentro de su género es inevitable que sus propias costuras decanten por peso propio algunas fallas que terminan de entorpecer la experiencia.