Ubisoft reinventa una de sus clásicas sagas en un mundo abierto realmente inmenso. ¿Cumple Ghost Recon Wildlands con lo que se espera hoy de un videojuego?
La franquicia es más que conocida para los veteranos de las consolas. Esta vez, llega con una nueva propuesta: un mundo abierto realmente inmenso, plagado de misiones. Y esto no es ninguna novedad para Ubisoft, desde donde han desarrollado un enorme número de títulos del estilo como el reciente The Division o los ya reconocidos Assassin’s Creed.
Pero tener experiencia en un campo no es garantía de nada. Es que no basta con un territorio impresionante y una apuesta directa a algunos factores claves para convencer al público.
Ghost Recon Wildlands nos pone con los pies sobre Bolivia, un país que se convirtió en un narcoestado gracias a un líder implacable, “El Sueño”. En la piel de un agente especial, junto a tres compañeros, deberemos desbaratar la enorme organización que se encuentra detrás del tráfico de drogas. No hace falta explicar más para comprender de qué va el juego.
Y es que la historia no va mucho más allá. La primera cinemática ilusiona gracias a su ambiente, con la presentación de “El Sueño” acompañado por un gran discurso. Sin embargo todo muere ahí, y el resto del juego tendremos alguna que otra escena simple y para seguir la básica trama que plantea dependeremos de algunos videos opcionales que tampoco es que aporten demasiado.
Lamentablemente esta pobreza argumental atenta directamente sobre las misiones, que son decenas y que con el pasar del tiempo resultan terriblemente repetitivas. Entonces, si tenemos alrededor de 35 a 45 horas por delante de encargos que pasan por los clásicos de conseguir información, perseguir a un camión o matar a un jefe, la falta de motivación se hace sentir.
Quizás, entre lo que nos impulse a seguir con el correr de las horas es cada uno de los “capos”. Los jefes de cada bando tienen una personalidad que no solo recuerda a las películas y series del género, sino que también consiguen alimentar los sentimientos de querer acabar con ellos. En este caso sí vale la pena dar una pasada por los videos explicativos.
Otra de las razones que motivarán a continuar serán los escenarios. La creación digital de Bolivia es realmente alucinante. Tanto en su variedad de paisajes, como en su mezcla de pueblo, ciudad y selva pura. Recorrerlo resulta siempre un placer, al menos en lo visual.
Y visualmente Wildlands tiene dos puntos que se chocan. Por un lado el territorio es precioso, cada paisaje enamora en cuanto al apartado gráfico. Pero al mismo tiempo, el diseño de los personajes es pobre, no solo en los secundarios, sino también en el protagonista que nos permite una variedad aceptable de personalización pero que tanto en su estética como en sus movimientos deja mucho que desear, más entendiendo las pretensiones de la actual generación de consolas.
Lo técnico tampoco ayuda a los personajes ni a su movilidad. El desplazamiento de los mismos resulta bastante tosco, “cuadrado” como se diría a un amigo, algo que a estas alturas ya debería ser cosa del pasado. Los vehículos, aunque presentan una variedad digna de felicitar, tienen una conducción bastante ficticia y mezclan un extraño síntoma de pesadez y liviandad dependiendo de donde se lo mire.
Ahora hay que analizar el transcurso de Ghost Recon Wildlands desde dos puntos. El primero es el modo de un jugador, que puede resultar entretenido por momentos, aunque con todas las contras que antes hemos mencionado. Un juego para pasarse unas cuantas horas y para centrarse solo en sus puntos fuertes si se lo quiere terminar con gusto.
Por otro lado, y claramente hacia donde Ubisoft París apunto a para buscar el éxito, es el modo multijugador cooperativo. Pasar las diferentes misiones con tres colegas puede resultar sumamente entretenido, sobre todo si se coordinan las acciones mediante una charla en simultáneo. Por momentos hasta se puede olvidar que es un videojuego y contagiar la tensión de cumplir o fracasar en el encargo.
Claro, que esta experiencia se potencia siempre y cuando uno tenga amigos con los que arreglar encuentros. Buscar partidas al azar resulta un verdadero dolor de cabeza, deben coincidir las misiones para poder conseguir compañeros y una vez en la partida, hay que rogar que los demás estén dispuestos a cooperar por el bien del equipo. En caso de que todo salga bien, la experiencia es realmente gratificante.
Por último, algo que se le puede admirar al trabajo de Ubisoft es la gran variedad que han puesto en algunos factores. Las armas son ampliamente personalizables, aunque los accesorios realmente no aportan gran cambio en su rendimiento. Por otro lado, la cantidad de acciones es muy grande y una vez que dominemos la botonera del joystick será genial ejecutarlas.
Ghost Recon Wildlands es la reinvención de una saga veterana que apuesta principalmente por dos puntos: un enorme mapa plagado de misiones y, sobre todo, por un modo multijugador. El resto puede que haga agua por varios lados, aunque quizás para algunos los errores que presenta no interfieran con la diversión.
Si la idea es comprar un juego con amigos y pasar muchas horas pasando misiones con ellos es un juego recomendable. Para jugarlo en solitario, los atractivos son más bien pocos.