One More Level ambiciona más de la cuenta con Ghostrunner 2, una secuela que, en la intención de salir de su zona de confort, pierde parte de su esencia.
Ghostrunner fue atractivo y espectacular por saber traer la fórmula ganadora de Hotline Miami a una propuesta en primera persona con el parkour y la agilidad como base de una aventura tan plataformera como visceral.
Para el desarrollo de esta secuela, me imagino al equipo de One More Level preguntándose “¿cómo superar las expectativas innovando dentro de una misma propuesta?”. La respuesta a esta pregunta tiene un montón de aristas y posibilidades, pero Ghostrunner 2 se definió por ampliar lo más posibilidades las habilidades del personaje, pero no solo quedándose ahí: transformando también parte de su propuesta “lineal”.
Ghostrunner 2 es una pieza magistral cuando anda sobre los rieles que conoce de memoria: caminar por las paredes, cortar enemigos en dos, ralentizar el tiempo, aprovechar el escenario a favor, y utilizar accesorios para ser un asesino a máxima velocidad. Pero, cuando sale tímidamente de ese formato, se pierde en una entrega sin tanta identidad, que hace lo posible en todo momento de mantener la tensión al máximo con situaciones espectaculares.
¿Qué hay más allá?
Dejando a un lado la puesta en escena y su jugabilidad, Ghostrunner construyó una narrativa impuesta en un futurista mundo post-apocalíptico en el que los pocos supervivientes de la humanidad habitan en Dharma, una colosal torre que busca llevar paz a su sociedad luego de los eventos del primer juego.
Ghostrunner 2 pega un salto en el tiempo de un año, donde una vez más nos pone en la piel de Jack, el último de lo androides (bautizado Ghostrunners) que, liberado de las garras de su creador, ahora forma parte de esta resistencia que intenta traer paz. Sin embargo, esta nueva era de prosperidad dura poco y nada con la irrupción de lo Asura, una suerte de Ghostrunners forajidos que trabajan bajo el mando de Mythra, un “arquitecto” detrás de toda esta conspiración que tiene tantos giros argumentales en el medio que por momentos cuesta seguirlo.
Sin embargo, el punto de partida de este argumento se basa en lo que propone esta secuela: explorar el mundo exterior, ampliar las posibilidades de un formato que, a priori, podía sentirse repetido versus el primer Ghostrunner.
¿Por qué digo esto? Porque la primera mitad de este título arranca con todas las bases del anterior: el primer nivel es material suficiente para tener el abc del juego, pero a partir de ahí la propuesta nunca deja de ofrecernos novedades, habilidades y recursos para Jack. Ghostrunner 2, en ese sentido, siempre se siente que está perdiendo el partido, por eso busca un plus para distanciarse de la anterior entrega y al mismo tiempo ser “innovador” en sus mecánicas.
Por eso, en cierto momento de la campaña pasamos de los tradicionales niveles lineales aplicando todo tipo de verticalidades para salir de la torre Dharma, agarrar una moto y explorar el mundo exterior. Y acá es donde la dicotomía vuelve a decir presente: cuando Ghostrunner 2 atraviesa niveles semi abiertos, no hay forma de sostener lo enriquecedor de su encanto: no hay vertigo, no hay adrenalina, no somos un ninja atravesando enemigos con nuestra espada y haciendo parkour a toda velocidad. Sin embargo, cuando sí usamos la moto en escenarios lineales, tenemos de los más espectaculares momentos, niveles en lo que tenemos que sí o sí poner el volumen al palo y dejarse llevar por los sintetizadores y la adrenalina.
A pesar de este sabor agridulce con una parcialidad de la aventura, que tiene una duración de unas 11 horas (que se amplía si queremos completar todos los desafíos al 100%), cuando Ghostrunner 2 se sube a los rieles que sabe manejar, el juego es una de las mejores propuestas de acción y plataformas en los últimos años.
Jack irá desbloqueando progresivamente un set de habilidades y recursos que amplia la libertad de acción para llevar a cabo los distintos enfrentamientos. Dentro de esa estructura lineal, la secuela da una carta blanca mucho más que el juego anterior, maximizando las posibilidades e incluso jugando mucho más con el entorno. A los shuriken se le suma un decoy para pasar desapercibido, un impulso de fuerza para repeler enemigos y un set de técnicas especiales únicas que nos transforma en una máquina de matar.
La progresión del personaje también tiene otras variantes, con recursos que podemos encontrar para “ampliar la memoria” de Jack y ponteciar de forma pasiva las habilidades especiales, las técnicas de desplazamiento y el timing para bloquear enemigos.
Ghostrunner 2 continúa siendo un juego exigente que se apoya en el formato “prueba y error”, un formato que evita alejarse de la frustración y meternos de lleno en una concentración visceral. En varios escenarios la combinación de botones en el momento preciso es la mejor forma para avanzar. No es que por momentos se torne rítmico, pero es el mismo climax del juego que nos lleva a realizar una danza de movimientos que termina en una elegante danza rimbombante cercenando enemigos enemigos en el camino.
Sin embargo, el mayor abanico de habilidades no equivale a una reducción en su dificultad. Ghostrunner 2 mantiene esa exigencia en sus desafíos, con algunas zonas plagadas de enemigos que atacaran con todo tipo de patrones; zonas que tendremos que repetir varias veces hasta encontrar la forma de avanzar, incluso a veces a contramano de la elegancia rítmica que aflora el juego, teniendo que resguardarnos por nuestra integridad.
En cuanto a los controles, One More Level ajustó algunas clavijas para lograr una jugabilidad pulida y milimétrica, algo que demanda en todo momento un título en el que la precisión de los movimientos se tiene que articular sin errores. En la versión de PlayStation 5, el dualsense oficia con el feedback háptico para ofrecer una sensibilidad en los gadgets y la vibración dependiendo si estamos haciendo parkour o acelerando a toda velocidad con la moto.
Si lo comparamos con Ghostrunner 1, el salto audiovisual y de rendimiento es precioso. A pesar de que se trata de un título AA, Ghostrunner 2 se siente como un juego de la actual generación de consolas, con un nivel de detalle (los diseños de la espada y los guantes son uno más espectacular que el otro) y saber jugar muy bien con la oscuridad de los entornos y las luces de neón que brillan a lo largo de toda la torre de Dharma. El mundo abierto corre el mismo peso que su jugabilidad: una bajada pronunciada en el nivel de detalle que, en comparación con el resto, no está a su mismo nivel.
Conclusión
Ghostrunner 2 es una secuela de dos caras. Una cara que brilla con firmeza ampliando toda la base de posibilidades que nos ofrecía la entrega anterior. Un Hotline Miami lleno de parkour que tiene una elegancia para ser violento y espectacular en dosis iguales, manteniendo un ritmo en los combates y secciones plataformeras alucinante.
La segunda cara pretende por momentos tirar por la borda ese ritmo frenético que le sienta muy bien. Fuera de su zona de confort, Ghostrunner 2 es un juego más del montón, con pocos momentos para brillar y que la “prueba y error” se vuelve más frustrante.
Si obviamos esa parcialidad de la aventura (que ocupa menos de un tercio del juego), Ghostrunner 2 es esa secuela que nos merecíamos.
Ghostrunner 2 es una secuela de dos caras. Una cara que brilla con firmeza ampliando toda la base de posibilidades que nos ofrecía la entrega anterior. Un Hotline Miami lleno de parkour que tiene una elegancia para ser violento y espectacular en dosis iguales, manteniendo un ritmo en los combates y secciones plataformeras alucinante.
La segunda cara pretende por momentos tirar por la borda ese ritmo frenético que le sienta muy bien. Fuera de su zona de confort, Ghostrunner 2 es un juego más del montón, con pocos momentos para brillar y que la "prueba y error" se vuelve más frustrante.
Si obviamos esa parcialidad de la aventura (que ocupa menos de un tercio del juego), Ghostrunner 2 es esa secuela que nos merecíamos.