Tomando las bases de sus raíces y una robusta variedad de contenidos, Gran Turismo 7 nos recuerda por qué es el simulador de conducción por excelencia.

Cuando hablamos de juegos de conducción podemos dividir a grandes rasgos 2 facciones: arcades y simuladores. Los primeros se impulsan a fuerza de velocidad e inverosmilitud, mientras que la segunda cara es la apuesta a buscar el realismo en cada una de sus curvas, pistas y sensaciones de los vehículos.

Con un legado de 25 años de trayectoria,  Gran Turismo 7 reaparece en la escena de los juegos de automovilismo para demostrar una vez más que es el exponente más sólido dentro del espectro de los simuladores.

Polyphony Digital apoya la soberanía de GT 7 manteniendo como prioridad una jugabilidad impoluta, que ahora traspasa la pantalla como nunca, no solo por su apartado audiovisual, sino por la respuesta del DualSense, que lo pone en el podio dentro de las experiencias que han salido hasta la fecha en PlayStation 5.

Es una entrega que busca menos innnovación y más apostar a lo seguro en los contenidos, con una campaña para un jugador que te lleva de la mano un buen rato antes de darnos la autonomía suficiente para competir en todo el mundo y su vertiente online, comandada una vez más por un modo Sport en el que no solo tendremos que ser los conductores más hábiles, sino también manteniendo las reglas y el respeto con los demás pilotos.

Un regreso a sus principios

Gran Turismo 7 logra hacerse fuerte en dos de sus características más representativas de su franquicia: el modo campaña para un jugador y una jugabilidad impecable.

En cuanto al primer elemento, este regreso triunfal de un modo single player hecho y derecho no solo es un baño de nostalgia, sino que también es un mimo a los fans. Al igual que las primeras entregas, nuestro paso por esta aventura es metódica y progresiva. Las primeras competiciones serán carreras individuales, muy introductorias al sistema que propone GT 7 para esta entrega: tendremos que ir cumpliendo una serie de encargos que tienen como denominador común la colección de autos. Para obtenerlos, el proceso se decanta en correr competiciones específicas, modificar autos de cierta forma, o comprar un vehículo de una marca en particular.

Esta dinámica permite ir rotando entre los diferentes autos que vamos consiguiendo y nos da un pantallazo general a las características de cada tipo de vehículo. No es lo mismo un auto con motor frontal que un auto con suspensión en 4 ruedas, y acá es donde la corona del rey de los simuladores le calza perfecto: la sensación de cada auto impacta de lleno en la pista y por consecuencia también hay una demanda de habilidades diferentes al momento de entablar una curva o la intensidad del frenado.

Paralelamente, las clásicas licencias son el tutorial ideal para aumentar nuestra habilidad frente al volante. En esta oportunidad, mantienen el formato tradicional de 10 pruebas por licencia pero hay un énfasis más claro en “educar”. Cada prueba que realizamos tiene una explicación teórica que refuerza lo que hacemos. No se trata de hacer las pruebas en menor tiempo, sino aprender en el proceso, algo que nos vendrá de maravillas cuando queramos dar el salto a la vertiente online o a las competencias más duras.

Si bien en el espíritu de la campaña de los diferentes Gran Turismo pasó siempre por ganar las principales competencias, endurances y copas, Gran Turismo 7 apuesta por un sentido más de coleccionista, y cada una de las misiones que tenemos le da un sentido a esto. Estamos hablando de 424 autos disponibles desde su lanzamiento – y no nos soprende que esto se expanda en actualizaciones de contenidos -, un objetivo que demandará una buena cantidad de horas y sufrimiento en las pistas. Muchos se pueden ir adquiriendo directamente comprando en cada una de las marcas desplegadas a través del mundo, pero hay varios que solo se consiguen llevándonos el primer puesto en competencias.

A pesar de su complejidad, ya con ganar las primeras carreras nuestro garaje irá acumulando varios autos que son requisitos fundamentales para competir en las competencias. Algo que temía en la previa era esa facilidad de romper la dificultad del juego, utilizando autos potentes por encima de los rivales, transformando la experiencia más en un paseo que un desafío. Por suerte, muchas competencias tienen filtros de inscripción: origen del auto, tipos de modificaciones y neumáticos, y potencia del motor, entre otros.

Al momento de escribir esta review, ya estaba cerca de los 100 autos en el garage y un buen puñado de trofeos en la vitrina de casa. Sin embargo, la sensación de inmensidad es clara porque a cada desafíos que me sumaba se abrían entre 2 o 3 competiciones opcionales, con premios en dinero o autos misteriosos.

Es el regreso sólido de una propuesta insignia dentro de la franquicia, aunque también tiene otra cara en su moneda. Las innovaciones están más ligadas a la experiencia de usuario e interfaz que a una clara evolución en sus mecánicas. La apuesta a lo seguro es tangible, pero también hay una intencionalidad de maquillarla con todo un contexto que lo complementa, como es el caso de la personalización y customización de los vehículos, un apartado mucho más detallado que otras entregas y esquematizados por la potencia del vehículo y el tipo de competencia al que vamos a someter a la carrocería.

Los objetivos que tenemos en bandeja o las competiciones en las que vamos a participar son la puerta de entrada para otra de las maravillas que tiene Gran Turismo 7: su capacidad de educar y darnos un marco histórico y técnico de la historia del automovilismo.

¿Una misión nos pide obtener 3 Mustang? El narrador de turno aprovechará para contarte su origen e impacto en la industria. ¿Nos toca entregarle autos japoneses? Vamos a conocer cuáles fueron los pioneros y cómo penetraron en el mercado internacional. Y así en cada paso que damos dentro del progreso del juego, tenemos la posibilidad de conocer un poco más sobre este mundo, algo que deleitará a los fanáticos pero también despertará la curiosidad de ajenos al rubro. Algo que me llega bastante de cerca, ya que mi interés por los autos en la vida real es bastante nulo y realmente me llevó muchos aprendizajes de esta experiencia. La inclusión “educativa” en Gran Turismo 7 no es ni tediosa ni invasiva, está ahí a disposición del que le interesé y se puede omitir por facilidad en caso de querer ir directamente a las pistas.

Los contenidos quedan reflejados, además de los autos y las competencias, en las más de 20 pistas disponibles. Algunas míticas como High Speed Ring o Trial Mountain se mezclan con lugares reales como Spa-Francorchamps o el óvalo de Daytona, resaltando la inmersión audiovisual en todos sus trazados. Porque Gran Turismo 7 es un juego que realmente se ve muy bien. El amor por el detalle en cada una de las carrocerías está acentuado a la máxima expresión, apoyado por los entornos y paisajes que envuelven las pistas.

El factor climático y horario juega a favor para darle otra dinámica e impronta a la diversificación visual, no así tanto algunos detalles en el entorno – como el publico que vemos por momentos – que no están a la altura de todo el trabajo. Es curioso que el ray tracing y los detalles más elaborados solo están disponibles en el modo foto, llamado Scapes, que profundiza todas estas virtudes que se notan durante el juego.

Saltando directo a la jugabilidad, Gran Turismo 7 se siente como estar en casa, con todo lo que conlleva el hecho de no innovar ni variar sus mecánicas principales. Los jugadores que en sus espaldas cargan con horas y horas en otros Gran Turismo, no sentirán grandes cambios. Es una apuesta a lo seguro, y en darle a los jugadores la experiencia de siempre pero con el toque de la nueva generación de consolas.

Para ambas versiones (PlayStation 4 y PlayStation 5) resalta en exceso la calibración de los sticks y la respuesta de los controles. La sensibilidad para tomar las curvas o pisar el acelerador tienen una precisión quirúrgica. Repetimos que Poliphony Digital jugó con las reglas que conoce, pero llevo un paso hacia adelante toda la experiencia.

Pero su elemento diferencial y disruptivo es – y me pongo de pie – el DualSense. PlayStation 5 ya había logrado cosas increíbles con Returnal o las versiones director’s cut de Death Stranding y Ghost of Tsushima, pero lo que transmite Gran Turismo 7 con el joystick es la manos lo pone en la cima de las experiencias hasta el momento.

La sensación del motor y la vibración, la respuesta de los gatillos ante la sensibilidad del freno, o el encare de una curva derrapando las ruedas traseras. Es realmente difícil de describir sin poder experimentarlo con sus propias manos, pero estamos ante una de las muestras más impactantes sobre el potencial del DualSense.

Para los que buscan una competencia más acérrima, el modo “Sport” se alinea de forma integral a Gran Turismo 7 para posicionarse como el componente online de toda la propuesta. Acá se suman todas las características del título de 2017, principalmente en lo que respecta a reglas y ética al conducir: los atajos, golpes y ventajas arteras se penalizan, para llevar al máximo la simulación de esta experiencia.

Resta ver cómo se alimentará el juego de las competencias, ya que de momento solo estaban disponibles las carreras individuales, que funcionan a priori para subir el prestigio y rango de nuestro perfil.

Conclusión

Gran Turismo es el rey de los simuladores automovilísticos. En sus 25 años de existencia no hubo un título del género que haya tenido la chance de pelear por su puesto. Podemos debatir si F1, de Codemasters, logra darnos esa sensación de realismos arriba de las pistas y en el volante, pero Gran Turismo 7 vuelve tras una ausencia de 5 años para demostrar porque está por encima de todos en esta vertiente.

No hay grandes cambios a nivel jugabilidad, pero la adopción natural del DualSense transforma la experiencia, y va a tono de lo que vengo hablando sobre el primer año en PlayStation 5: no hay una disrupción en las mecánicas pero sí en la inmersión que ofrecen.

Su amplio modo campaña te garantiza horas y horas de competencias, mientras su modo Sport se hace un lugar dentro de las competencias.

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De chico soñaba con ser un Jedi. De grande también.

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