Criterion junto a EA desempolvan los buenos hábitos de la franquicia para ofrecer con Need for Speed Unbound la mejor entrega de los últimos años.
A pesar de un perfil sumamente bajo – a raíz de juegos que no estuvieron a la altura de las circunstancias – Need For Speed forma parte del podio de las grandes franquicias automovilísticas dentro de la industria de los videojuegos. Su época de oro fue durante la primera década de este siglo, y por eso los fans se entusiasman cada vez que una nueva entrega aparece frente a ellos.
Need For Speed Unbound llegaba con grandes expectativas: primer título exclusivo para la actual generación de consolas, un despliegue audiovisual que traspasa la pantalla y todo esto comandado por Criterion Games, que fue la empresa responsable de lanzar el último gran título de peso para la saga (NFS: Most Wanted). Una desarrolladora que conocé perfectamente lo que es sumergirse en el mundo arcade y lograr una jugabilidad inmersiva e impresionante, teniendo en cuenta siempre que la velocidad es un mantra para la franquicia.
En la teoría, todo lo que propone a nivel jugable Need For Speed Unbound es un hermoso disfrute: los desafíos, la personalización de los autos y cómo cambia su conducción a medida que utilizamos diferentes vehículos. Sin embargo, Criterion cae en su propia trampa, repitiendo muchas veces un recurso que se siente fresco en las primeras horas y que termina desluciendo una propuesta que viene a patear el tablero para NFS y marcar un nuevo norte.
Primero la velocidad, después la narrativa.
Need for Speed siempre intentó, con mayor o menor éxito, posicionar a la narrativa de sus juegos como una arista importante. En Unbound no es la excepción, pero para esta oportunidad Criterion Games apostó a una historia más “light” para enfocarnos en competir en cuanta competencia o carrera callejera encontremos en esta amplia Lakeshore City, quizás una de las más variadas geográficamente hablando de las últimas entrgas.
El relato de Need For Speed Unbound atraviesa un camino de venganza, redención y ascenso al estrellato, después de un tutorial extensísimo en donde no solo nos muestran los aspectos más importantes de la exploración y la modalidad de las carreras, sino que también establece un punto de partida para su argumento. Este tutorial primero nos pone en la cima, utilizando autos espectaculares y conociendo a estos primeros aliados dentro del circuito de carreras callejeras.
Como todos podemos anticipar, este Edén con motores dura poco y de la cima pasamos a tocar fondo, con un salto temporal de un par de años y una posibilidad nuevamente para recuperar lo perdido. Si bien el guión no tiene grandes luces y queda tan a segundo plano por los demás aspectos de su propuesta, la historia de NFS Unbound es una excusa para lo que nos propone a lo largo de sus más de 18 horas que dura su campaña principal: no casarnos con un único auto, y aprovechar las características y clases de cada uno de los vehículos disponibles.
¿Cómo logra esto? Con una clasificación en ‘Tiers’ que diversifica las competencias no solo por una entrada monetaria, sino también por la clase de auto que usemos. Esto es una marca cuasi registrada en NFS, y que acá se implementa de forma progresiva y natural. Dividido por Tiers B, A y S, Unbound no quiere que pasemos mucho tiempo sin disfrutar de sus mejores vehículos y la oferta de competencias rápidamente abre la posibilidad de poder utilizar coches de “alta gama”.
La campaña de Need For Speed Unbound busca patear de forma estructural el tablero para ofrecer, dentro de la mismas competencias de siempre, una forma diferente de encararlas. Dentro de Lakeshore City encontraremos carreras tradicionales, competencias de derrape, coleccionables para romper, pruebas de velocidad, alternando también entre el día y la noche. Pero lo curioso acá, aunque parezca contradictorio, que no siempre ganar es lo más importante, sino ganar dinero. La campaña se encuentra dividida en 4 semanas en las que tendremos la posibilidad de competir a lo largo y ancho de la ciudad en desafíos que se irán desbloqueando progresivamente, obviamente si tenemos la clase de auto y por sobre todas las cosas el billete para acceder.
De esta forma, es probable que algunas competencias no las ganemos pero salgamos entre las primeras posiciones, con un dinero suficiente para justificar nuestra participación. Además, antes de empezar el desafío podemos apostar contra algunos de los rivales que controla la IA que terminaremos más adelante que él, para obtener un dinero mayor. Todos estos esfuerzos que hacemos durante la semana para ganar más dinero y comprar nuevos autos se materializan al final de la misma, cuando tenemos la posibilidad de participar en las competencias especiales: una suerte de pruebas clasificatorias donde el premio es bastante abultado, algo que permite desbloquear un montón de nuevas posibilidades, tanto en coches como partes para potenciar los que tenemos en el garage.
Esta frescura que apuesta en la innovación no tarda en caer en una repetición precipitada, algo que le termina jugando en contra al resultado final porque realmente la jugabilidad y la sensación que imprime el vértigo de las competencias choca de lleno con un modus operandi al que le faltan otras variantes en sus modos de juego para compensar su fórmula.
A los desafíos, encargos y coleccionables se le suma las persecuciones policiales, que serán de la partida tanto en las competencias como en la conducción libre. Sin ir más lejos, estamos ante la IA más agresiva de toda la franquicia, y que viene en sinergia con la exigente dificultad que ofrece Need For Speed: Unbound. Que se trate de un título arcade pura cepa no quiere decir que la lógica sea “acelero, luego existo”. A medida que los indicadores de búsqueda aumenten, pasaremos de simples patrullas a autos deportivos e incluso helicópteros que nos darán caza para sacarnos la recaudación del día.
Si dejamos de lado la planicie en cuestiones de diversidad de contenidos, la conducción es fantástica. Cada auto tiene su propia impronta en el asfalto y tanto las persecuciones como las carreras manejan un nivel de adrenalina a la altura de las circunstancias. Es hermoso ver cómo Criterion no se olvidó de las bases (y de sus propias bases) para solidificar un juego que gana peso propio por la simpleza de su conducción sin sentirse un juego chato.
Need For Speed Unbound cuenta con más de 140 autos pero, además de la amplia cantidad, tiene uno de los sistemas de personalización más detallados hasta la fecha. Desde aspectos que potencian la velocidad, la aceleración, la tracción de las ruedas o el potencial del nitro, también tiene una sentida capa de personalización visual, impulsada no solo por el color y el estilo que le impongamos a la carrocería, sino que además suma ese plus del estilo cómic que se hace presente en todo momento, para destilar impactos visuales que traspasan el chasis y las 4 ruedas.
Y si de impactos visuales hablamos, estamos ante el Need For Speed más atractivo de los últimos años. Es todo un acierto el maridaje entre el estilo callejero y ese cel shading mezcla de comic/anime, y Unbound logra realzar todo el realismo técnico apoyado en un juego exclusivo para la actual generación de consolas. Eso sí, en lo que respecta a entornos y calles, la ciudad pierde mucho por repetición de recursos y una falta de detalles en elementos muy puntuales, pero el contra peso de los autos y el poder visuales de los efectos cartoon logran robar las miradas de los jugadores más detallistas.
Conclusión
Need for Speed Unbound es el resurgimiento de una franquicia que necesitaba, desde hace varios años, un soplo de aire fresco. Le pesa en contra la ambición de una estructura jugable que no se logra sostener por muchas horas, pero su jugabilidad logra sostener estas fallas en su estructura.
Criterion Games es de las pocas desarrolladoras que entiende el adn de Need For Speed y cada vez que puso sus manos en la saga logró sacar a relucir alguna virtud o diferencial. No le alcanza para posicionarse como dentro de los mejores dentro de la franquicia, pero sí es el impuslo impulso que necesitaba para volver a subirse a las pistas.