14 años después de su último lanzamiento, Prince of Persia: The Lost Crown revitaliza una de las franquicias insignia del gaming con un Metroidvania que no querés podés soltar.

Prince of Persia tiene el privilegio de ser parte fundamental en la construcción del gaming moderno. Si bien no sentó las primeras bases, sí permitió gracias a su diseño de niveles, ambientación y jugabilidad, ser la inspiración para los grandes plataformeros que llegaron durante la década del ’90.

Como toda franquicia, PoP fue mutando con el paso de los años, cambiando sus conceptos y con una fuerte apuesta por las aventuras en 3D, una de las grandes tendencias de la primera década de este siglo.

Sin embargo, hacía mucho tiempo que una saga no reaparecía con un lavado de cara tan brusco y, muy indirectamente, retornando al formato que lo vio nacer, y triunfar.

Prince of Persia: The Lost Crown es un Metroidvania que, sin reinventar la rueda, se las ingenia para mostrar conceptos que conocemos de otras aventuras mientras coloca elementos familiares de la franquicia junto a algunos toques narrativos innovadores.

Sin llegar a la dificultad de otros exponentes como Hollow Knight o Blasphemous, Prince of Pesia: The Lost Crown brilla con uno de los mismos elementos que lo vieron triunfar hace 35 años: un diseño de niveles magistral y una jugabilidad que lleva el desafío plataformero al siguiente nivel, sin olvidarse de un combate que tiene una premisa muy sencilla y suma capa tras capa con la adquisición de nuevas habilidades.

Una aventura MUY plataformera entre líneas temporales, tópicos conocido en Prince of Persia

Una de las principales destaques que tiene Prince of Persia: The Lost Crown es cómo logra tomar diferentes conceptos emblemáticos de su franquicia para intentar dar un giro de tuerca a lo que ya conocíamos mientras intenta dar con un enfoque fresco y original.

Por primera vez, no encarnamos al Príncipe de Persia sino que tomamos el control de Sargon, miembro de una fuerza de elite llamada Los Inmortales que, entre otras cosas, protegen al reino. La paz y la prosperidad parecían haber llegado finalmente luego de una cruenta invasión, y nuestro querido Sargon recibiendo menciones honoríficas de la Reina por sus heroícas, pero esa paz dura poco y nada.

El mismísimo principe es secuestrado por la líder de los Inmortales, una de nuestras principales mentoras, y junto a nuestros compañeros de fuerza entramos en persecución hasta llegar al Monte Qaf, un sitio maldito y condenado por una terrible maldición, en la que el tiempo pierde su curso natural y el pasado, presente y futuro se entrelazan.

La historia toma los juegos temporales que vimos durante la trilogía de The Sands of Time, Warrior Within y The Two Thrones, pero toma otros matices y aristas, y la perspectiva de Sargon para convertirse realmente en la única solución para el principe secuestrado, en un lugar que oculta muchos secretos sobre el legado del reino y el deber de nuestro protagonista.

Cuando utilizás los viajes temporales como elemento narrativo no hay punto medio: o te queda algo recontra redondo como Volver al Futuro o es un sinsentido absoluto. Prince of Persia: The Two Crowns, lamentablemente, está más cerca de la orilla negativa.

Su principal defecto no está en los hechos que ocurren sino en lo mal que están contados: narrativas sin desarrollos claros, antagonistas que tienen motivaciones absurdas y un desenlace que pierde todo golpe de efecto. La falta de identidad es algo que también se le puede reprochar, pero creo que hace los méritos suficientes para intentar ser lo más innovador posible dentro de su propia franquicia.

El revival de PoP por parte de Ubisoft parte también de una propia necesidad que viene manifestando Ubisoft con sus IP’s tanto viejas como nuevas: la necesidad imperiosa de un lavado de cara atractivo tanto en lo audiovisual como lo jugable. Immortals: Fenyx Rising y Assassin’s Creed: Mirage son ejemplos recientes, y ahora The Two Crowns se le suma como otro exponente que deja en evidencia que, a veces, menos es más.

A pesar de que la historia no es lo suficientemente poderosa y atractiva, sucede todo lo contrario cuando tomamos el control de Sargon. Para que un juego plataformero sea divertido, justo y poco frustrante al mismo tiempo, tiene que haber controles y un mapeo de botones que estén a la altura del desafío, y en este punto hay que sacarse el sombrero.

El disfrute con Prince of Persia: The Two Crowns es absoluto, total, llevadero y escalonado. La respuesta de los controles se acentúa desde las primeras habilidades que tiene el personaje (saltar, esquivar y deslizarse), pero que a poco a poco añade complejidades con habilidades que van desde el doble salto, volver en el tiempo, trepar por las paredes y varias más en el tintero.

Como Metroidvania también es un exponente que tranquilamente puede ponerse dentro del podio. Su diseño de mapas está muy bien entrelazado y la vuelta sobre nuestros pasos para explorar áreas previamente inaccesibles está correctamente justificado. Un elemento que añade The Two Crowns y que funciona muy bien para la exploración es la cantidad de marcas que podemos dejar en el mapa. Además de los clásicos señaladores con íconos, ahora podemos sacar una suerte de captura de pantalla (con una cantidad limitada que luego se puede expandir) que permite ilustrar en el mapa una rápida imagen de por qué no podemos acceder, avanzar o abrir ese cofre que de momento no se puede llegar.

La dificultad de los desafíos plataformeros va in crescendo con el despliegue de habilidades que Sargon va sumando durante su viaje por el Monte Qaf, y es excelente ese nivel de riesgo/recompensa que manejan sus desafíos, que dejan esa sensación de superación y placer cuando el protagonista ejecuta esa danza de movimientos acrobáticos entre pinches, trampas y criaturas.

Sobre este punto, hay un gran diferenciador sobre otros exponentes: la ambientación de los escenarios marida perfectamente con las trampas que evitamos durante cada uno de los desafíos, y ese diseño de escenarios hace que la exploración sea completamente llamativa y exigente. El mapa funciona de tal forma que cada zona tiene su propia ambientación, enemigos y trampas específicas. Esto hace que la densidad de su geografía no abrume, aunque también hay que remarcar que tiene un mapa sumamente amplio y los puntos para teletransportarse son bastante limitados.

No solo hay saltos y trampas; el combate juega un papel preponderante durante la aventura y lo que parece algo simple en las primeras horas termina evolucionando con el compás de las habilidades que incorpora Sargon. Con un armamento que no va a variar entre dos espadas en simultáneo, un arco y un chakram, el gran atractivo del combate reside en cómo las destrezas del personaje y las habilidades mágicas que incorpora dan como resultado una danza de movimientos tan artísticos como letales.

Además del armamento básico, Sargon sumará habilidades especiales que se ejecutan cargando un medidor y una serie de amuletos que potencian de forma pasiva elementos puntuales (ataques básicos, ataques aéreos, resistencia a elementos, entre otros). El parry también es un elemento crucial durante el combate. La mayoría de los ataques son bloqueables, mientras que habrán algunos que solo podremos esquivar y otros que tienen una ventana menor de bloqueo pero que, si lo ejecutamos bien, podremos hacer un contra ataque automático que causa mucho más daño.

Ya sea combate o exploración, la manipulación del tiempo es la vedette de esta aventura. Las habilidades que obtenemos fluyen con naturalidad en ambas aristas y es, gracias a es dinámica y lo atractivo de sus desafíos, que es de esos juegos que te invitan a completarlo al 100%.

No es un título desafiante al nivel de Hollow Knight, pero sí tiene algunas zonas con enemigos bastante exigentes y algunas boss fights que tienen ese tinte de épico y atractivo. Hay un estilo “cinematográfico” para narrar la aventura e incluso para el desarrollo de algunas peleas que nos remite a la famosa trilogía de Las Arenas del Tiempo que les dan un toque más épico a algunas situaciones.

Audiovisualmente es un juego modesto, que opta por ese estilo cartoon que ya vimos en Immortals, pero que tiene un nivel de detalle un tanto más precario. El detalle y la construcción de los escenarios es correcto (de hecho volvemos a destacar esa versatilidad en todos los “biomas” para dar esa frescura en los ojos), pero hay una aroma a falta de identidad que se percibe en el modelado de los personajes principales.

Prince of Persia: The Lost Crown tiene una duración más que correcta para mantener todo el ritmo vertiginoso que ofrece su aventura: se puede llegar hasta el final de la aventura en aproximadamente 20 horas con una 15 adicionales si lo que buscamos es completar el 100% de su mapa, ya que hay muchos coleccionables, misiones secundarias que encontramos con distintos NPC y varios puzzles que mezclan ingenio y desafíos plataformeros.

Conclusión

A pesar de esa sensación incierta que dejó sus primeros avances, Prince of Persia: The Lost Crown es el regreso triunfal de una saga que estuvo dormida durante una década y media. 

Un metroidvania exquisito, que mejora con el paso de las horas, regalando desafíos increíbles y combates memorables. El nivel de exigencia de sus zonas plataformeras son un verdadero deleite para los controles, en un mapa gigante pero meticulosamente diseñado, con muy pocas zonas muertas. Otro gran acierto el combate, que sin ser una barrera insuperable tiene una dinámica súper ágil, en la que usaremos toda nuestra destreza y habilidades para eliminar todo lo que se cruce.

La historia tiene un tinte agridulce, pero no termina de manchar una obra que marca el comienzo de un 2024 de títulos muy interesantes y atractivos. No creo que llegue a pelear un puesto a lo mejor del año, pero sin dudas es uno de los mejores juegos de su género que salieron en los últimos tiempos.

8.5

Prince of Persia: The Lost Crown es un metroidvania exquisito, que mejora con el paso de las horas, regalando desafíos increíbles y combates memorables.

El nivel de exigencia de sus zonas plataformeras son un verdadero deleite para los controles, en un mapa gigante pero meticulosamente diseñado, con muy pocas zonas muertas. Otro gran acierto el combate, que sin ser una barrera insuperable tiene una dinámica súper ágil, en la que usaremos toda nuestra destreza y habilidades para eliminar todo lo que se cruce.

La historia tiene un tinte agridulce, pero no termina de manchar una obra que marca el comienzo de un 2024 de títulos muy interesantes y atractivos. No creo que llegue a pelear un puesto a lo mejor del año, pero sin dudas es uno de los mejores juegos de su género que salieron en los últimos tiempos.

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De chico soñaba con ser un Jedi. De grande también.

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