El universo Mario se sigue expandiendo con cada oportunidad de protagonismo que engalana a su elenco. En este caso, es el momento de la princesa del Reino Champiñón de brillar con Princess Peach: Showtime!, una vistosa aventura de acción y teatro interactivo con su cuota de encanto.
Lejos queda ya la imagen de la princesa Peach esperando ser rescatada por su admirado Mario. Es cierto que al día de la fecha siguen apareciendo entregas del plomero que giran en torno al secuestro de la blonda, pero hace rato que ella trasciende a ese rol, hoy devenida tanto en personaje jugable (como en el imitable Super Mario Wonder) como protagonista empoderada en la película de Super Mario (que ya amenaza con su secuela).
Si bien esta no es la primera vez que la reina Durazno se lanza al ruedo por su cuenta (solo los raza recordarán aquel Super Princess Peach de Nintendo DS), esta aventura tridimensional es un claro despegue de Mario. Es más, Princess Peach: Showtime! se siente como el Luigi’s Mansion de la protagonista, tamizado por un Kirby and the Forgotten Land.
La multidimensión del personaje, una evolución necesaria
Podemos convenir que hasta hace no mucho, Peach no había sido bendecida con una personalidad agraciada. Todos los personajes en el universo Mario son sencillos y en ello radica un poco de su encanto, pero esta princesa estuvo mucho tiempo encasillada en su rol de damisela en peligro. Princess Peach: Showtime! pareciera partir de la pregunta por qué otras dimensiones podría tener una chica de la rubia realeza vestida de rosa. La metáfora elegida para responder a esta pregunta fue la del teatro, una elección inteligente.
La historia se inicia cuando nuestra princesa recibe una invitación a un espectáculo de gran calibre, asistiendo con sus súbditos fungi al convite. Como no hay una gran heroína sin una villana acorde y Bowser seguramente esté de merecidas vacaciones, el juego nos introduce a la hechicera Grape, una bruja (cuándo no) que secuestra a todos los asistentes y a los esplendi (el elenco estable y nuevos “damiselas en peligro”) dentro del edificio e interrumpe la cartelera teatral. Así aparece la primera aliada de Peach: Stella, una pequeña estrella que se asemeja al Cappy de Mario Odyssey o al Polterpup de Luigi’s Mansion. Como suele ocurrir en el reino Champiñon, la protagonista no solo tiene una nueva amiga sino una fuente de poder, el elemento que le permite tomar diversas formas para combatir a los enemigos. Hasta aquí, la fórmula Mario en su máximo esplendor. Sin embargo, los power-ups son disfraces que la princesa utilizará únicamente en cada obra/nivel que vaya sorteando para dar justicia a este teatro embrujado.
En definitiva, Peach recibe un merecido upgrade mediante su faceta camaleónica. No deja de ser jamás la princesa inocentona a la que estamos acostumbrados, pero muestra su versatilidad en esgrima, pastelería, artes marciales y cualquier cantidad de disfraces bajo la excusa de la teatralidad, una idea tan sencilla como efectiva. Eso demuestra un cariño detrás del guión y un proceso cuidadoso de evolución de un personaje sin tocar su esencia.
Una jugabilidad sencilla y efectiva
Quien elige un juego de Mario y compañía sabe qué esperarse. Así como la historia es mínima para no interferir con la acción, la jugabilidad es súmamente amable, necesitando poco más que un botón de saltar y uno o dos botones de acción para avanzar. Como la mansión embrujada de Luigi, Princess Peach: Showtime! transcurre íntegramente en el edificio de un teatro, funcionando como mapa principal de acceso a los distintos niveles. Cada uno de ellos es una obra diferente que le requiere al personaje convertirse en diferentes personajes: espadachina, pastelera, vaquera, etc. Hay un interesante equilibrio entre la elección de los disfraces y los desafíos de cada nivel, alternando entre momentos más plataformeros con otros de pequeño ingenio y habilidad. Esto hace que, por ejemplo, cada nivel culmine o bien con un jefe final o un desafío, una acertada manera de no agotar la fórmula. El resultado es una alternancia entre plataformas, aventura y cierta tridimensionalidad contenida.
Como no podía ser de otra manera, Peach tiene mucho que coleccionar. De monedas a estrellas y vestidos, cada nivel se asegura un pequeño replay value. Lo cierto es que el diseño de los mismos no vuelven particularmente atractivo una segunda o tercera pasada. La repetición pareciera estar más en el orden de la obsesión de los complecionistas que en el encanto en sí, pero eso no quita que cada episodio del juego merezca al menos una pasada por su encanto y cuidado diseño. En esa tónica, si bien es una aventura perfectamente portable para llevar durante un viaje largo o jugar desde la cama, no será apreciada con la misma justicia que el despliegue de una pantalla grande.
La dificultad en Princess Peach: Showtime! es prácticamente inexistente. Esto no es sorpresa alguna, ya que se corresponde con el brillante estilo casual que sostiene a la franquicia del plomero al día de hoy. Por lo tanto, el juego es por demás intuitivo, poco desafiante y fácil de terminar en días. Solo aquellos obsesivo del 100% pueden tomarse un rato más para obtener todo lo habido y por haber en este mundo encantado, pero probablemente sean los menos.
Un espectáculo esencialmente visual
Acá es donde Princess Peach: Showtime! se lleva los laureles. Como ya dijimos, el diseño de los niveles/obras teatrales es vistoso, un deleite a los ojos que aprecian una caricatura preciosista. Con pequeños guiños a Yoshi’s crafted world, la estética de esta entrega rememora todos esos mundos de cartón, esta vez hechos a la escala de escenografía teatral. Peach pareciera saltar de las tablas a mundos fantásticos de cuadro en cuadro, dándole un ritmo visual encantador, subrayado por gamas de colores primarias y secundarias que crean auténticos climas. Entre violetas, rosas y amarillos, las victorias de Peach colorean con brillo los embates de Grape y sus secuaces violáceos.
Otra ovación de pie corresponde al delicado balance entre lo visual y la jugabilidad. Las cutscenes son razonablemente medidas y potencian la belleza de la imagen, como si asistieramos a un dibujo animado interactivo, y determinados momentos de acción tienen destellos de Matrix, con breves cámaras lentas que le dan una pizca de fuerza a las pequeñas batallas que Peach debe librar para salvar a los Esplendi y su teatro.
La partitura musical quizás se lleva un aplauso más modesto. No falla, como jamás podría la franquicia, pero no se destaca tampoco. Es innegable la ductilidad del compositor, que musicaliza un western como una peli de mafiosos con los debidos guiños y clima correspondiente, pero como sí me ha pasado con otras entregas del hombre de la gorra con M, no me hallé tarareando soundtracks cuando apago la consola y sigo con mi aburrida vida adulta.
¿Pedimos bis? El veredicto
Sin sorpresa alguna, Princess Peach: Showtime! es un producto cuidado de la factoría Nintendo, con amor al diseño y jugabilidad casual ATP. Sin ser un obligado, resulta una encantadora aventura en el tramo final de la Switch, limando limitaciones gráficas con personajes caricaturescos y coloridos para disimular. La secuencialidad teatral de los niveles, si bien no amerita segundas vueltas, merecen la visita, ya que la metáfora de las tablas funciona muy bien y se amplifica en lo visual.
¿Estamos frente al despegue de la franquicia Peach? Probablemente. Ya sea con la princesa ejercitando sus dotes actorales o encontrando nuevos mecanismos para juegos casuales (si Mario pudo por más de cuatro décadas ¿por qué ella no?), hay futuro en los juegos de la realeza champiñona. Sin impresionar, Princess Peach: Showtime! convence con su cuidado diseño, amigable jugabilidad y promesa de diversión para cualquier edad.
Princess Peach: Showtime! es, ante todo, un bellísimo juego con una cara conocida. Su jugabilidad casual y vistosos niveles le merecen una oportunidad, sin mucho más a destacar. A todas luces, pareciera ser el inicio de una franquicia con potencial para la ex damisela en peligro de Mario.