Resident Evil 4 Remake reformula su narrativa con una soberbia jugabilidad para entregar lo mismo que la obra original: un clásico instantáneo y un juego imposible de soltar.
“¡Detrás de ti, imbecil!”, “¡un forastero!”, “¡te voy a romper a pedazos!”. 3 Frases diferentes que rápidamente nos transportan a la primera década del siglo XXI con la irrupción de Resident Evil 4, un lanzamiento bisagra dentro de la franquicia y por otro lado un juego que forma parte de una selecta lista de títulos que marcaron un antes y un después dentro de la industria de los videojuegos.
Vayamos por la última afirmación primero. La llegada de RE 4 supuso un cambio drástico para las aventuras en tercera persona: un híbrido de acción y survival horror que instaló muchas mecánicas y aspectos (como la estelarización de la cámara al hombro en tercera) que sirvieron de influencia a muchos títulos en los años venideros.
La otra cara de la moneda la termina pagando la propia franquicia, porque Resident Evil 4 marcó un cambio de paradigma en la saga, que por primera vez se alejaba de sus raíces por apostar por nuevos horizontes. El éxito abrumador, tanto en crítica como en ventas (tal así que el juego contó con relanzamientos hasta para PlayStation 4 y Xbox One) fue una Espada de Damócles: a partir de ahí sus siguientes estrenos se desvirturaon completamente de sus fundamentos, con títulos (RE 5, RE 6 y Umbrella Corps, por solo mencionar algunos ejemplos) que llevaron a la franquicia a una época bastante oscura para los fans.
Por suerte, la segunda época de oro nació con Resident Evil 7, se posicionó con las remakes de RE 2 y RE 3, para luego despacharnos con un más que atractivo RE Village.
Ahora, por casualidad o causalidad, todo indica que este segundo broche de oro de la franquicia vuelve a cerrarse con Resident Evil 4 Remake, que toma los mejores elementos de Village y las anteriores remakes para ofrecer un título que mantiene el abc de su estructura pero se anima a ser más coherente con su narrativa, embelesada por una jugabilidad moderna que transmite los mismo que cuando lo jugamos hace casi 20 años: esa sensación hermosa de no querer largar el joystick bajo ningún concepto.
Una remake que reconoce los errores de la versión original
La versión original de Resident Evil 4 es considerada, como mencionamos al comienzo del análisis, una obra maestra. Un título que rompió moldes para reinventar la propia saga y que en los años futuros se tome sus conceptos para producir nuevos proyectos. Sin embargo, esta remake logró no solo modernizar la obra, sino que al mismo tiempo visibilizó las costuras y sacó la luz estructuras de un juego que, salvando las distancias de sus dos décadas de antigüedad, tenía sus cositas aquí y allá.
¿Desde qué aristas se reinventa la aventura de Leon contra Lord Saddler y “Las Plagas”? Si comenzamos por el plano jugable, los cambios son sustanciales y se arquetipan desde 4 elementos diferenciadores.
Para empezar, Leon ahora puede apuntar y moverse al mismo tiempo, lo que hace de las dinámicas de los enfrentamientos algo más intuitivo. Caminar por los escenarios con el arma enfundada para atacar en los momentos precisos hacen del personaje una continuación de su postura tanque (apuntar de forma estática) pero permite ser más permeable a avanzar o retroceder dependiendo la circunstancia.
Otro de los agregados es el crafteo. Además de poder combinar las hierbas en las clásicas combinaciones, también es posible conseguir munición mezclando polvora y recursos (tomado directamente de RE 7 y Village). Como consecuencia, esto depara a que el 100% de los enemigos dropeen items, ya sea munición, recursos, items curativos o dinero/joyas/tesoros para vender.
El tercer elemento es una evolución del cuchillo, un agregado que dividió las aguas dentro de los fanáticos. ¿Por qué? Porque ahora el cuchillo permite además de ser el último recurso como arma también habilita una función de parry/bloqueo de los ataques. Casi la totalidad de los ataques del juego (hay poquísimas excepciones) pueden ser desviados, esto es otra capa extra a la jugabilidad, que danza constantemente entre la acción y el survival horror; un maridaje que en esta remake se ve mucho más plasmada, con momentos para ambos lados de la balanza.
El último recurso es el sígilo. Es bastante peculiar que Resident Evil tenga este tipo de aspectos en aventuras donde la premisa es “disparar primero y después hacer las preguntas”. Pero desde la irrupción de Resident Evil 7, donde teníamos que escapar de la familia Baker (luego de Mr. X en la remake de RE 2 o Lady Dimitrescu en Village), tímidamente estos recursos dijeron presente para ahora ser mucho más claros y eficientes. Con la implementación del cuchillo, ahora podemos avanzar en determinadas zonas haciéndonos amigos del silencio y las apuñaladas por la espalda. Estás situaciones también funcionan como un ahorro necesario de munición u objetos para zonas complicadas, mismo también para cuando jugamos en las dificultades más altas.
Por fuera de estos elementos, también hay otros pequeños agregados que flamean la bandera de “soplo de aire fresco”, aunque no todos terminan de brillar. Un caso muy puntual son las misiones secundarias. Una serie de encargos (que en la versión original solo se resumían en disparar los 15 amuletos azules) que podrían haber funcionado mucho mejor, o al menos ser un poco más atractivos. Hay puntuales, como derrotar a x enemigo especial, pero más allá de eso se percibe más como una oportunidad desaprovechada.
Sin entrar en el concepto “rpg”, Resident Evil 4 si añade otros elementos satelitales que le dan más capas a la propuesta, como la posibilidad de cambiar de maletín con bonificaciones o sumar llaveros (que se obtienen en las galerías de tiro) para obtener potenciadores. Y la remake suma y suma otros elementos, pequeños y grandes (armas, objetos y secretos) que es mejor no mencionar para que el jugador pueda disfrutar de la experiencia.
La suma de todos elementos que hacen parte de “lo nuevo” en la remake a nivel jugable sostienen esa evolución que la propia franquicia viene ejecutando de forma consistente en 2017, con una premisa que se mantiene en todo momento: no olvidarse del adn Survival Horror que respira la franquicia.
Otro de los grandes cambios es su narrativa y cómo influye en su reestructuración del diseño de niveles. Para empezar, y al igual que en las remakes anteriores, hay diferencias sustanciales: algunas ubicaciones fueron removidas, otras cambiadas en pos de la nueva jugabilidad y otras que realmente se mantienen intactas. Esta fusión de conceptos se basa en profundizar la narrativa, mucho menos satírica (entendiendo siempre el universo de ficción en el que nos manejamos) y más coherente a su intro, desarrollo y conclusión, que trae a colación también las modificaciones de las remakes anteriores.
Estas variantes en el guion hacen un efecto dominó en la exploración de los escenarios, mucho más interconectados y haciendo que tenga una lógica más clara. Desde ver al castillo a lo lejos en los primeros compases de la aventura o profundizar el desarrollo de los personajes permite que la remake sea mucho más sólida en sus bases. Esto también permitió remover los momentos más “chatos” de la versión original y que el ritmo del juego mantenga una constante atractiva, y que los momentos de transición y respiro busque construir esa ambientación en la que se sumergen Leon y Ashley durante la aventura.
Personajes como Luis Sera ahora tienen mayor protagonismo y la intervención de personajes como Krauser tienen una connotación más acertada. No deja de salpicar esa magia Clase B y guion de los ’80 que enaltece a Resident Evil, pero se agradece también estos cambios claros en cómo contar los hechos y desarrollarlos.
Y de vuelta, esta refolurmación narrativa hace darnos cuenta de ese bajón pronunciado que la versión original encara desde que entramos en el castillo de Ramón Salazar, y ni hablar de toda la sección de la isla. Ahora, el nivel de intensidad, acción y tensión regula dosis más atractivas, con un producto mucho más redondo.
La relación Leon/Ashley era una de las grandes interrogantes de la remake. Resident Evil 4 comenzó a sumar a los compañeros “activos” dentro de la propuesta. Como Ada/Sherry en RE 2 y Carlos en RE 3, ahora la diferencia se acrecentaba en que Ashley era un activo a proteger; una preocupación extra a la invasión de enemigos y procurar que no muera en el fuego cruzado siempre fue uno de los condicionantes de la propuesta.
Para la remake, Ashley se mantiene vulnerable pero ya sin un indicador de vida, aunque si recibe dos golpes consecutivos o se la llevan del escenario a rastras se traduce en un game over. En la dinámica de los combates, son pocas las veces que Ashley es un dolor de cabeza como en la versión original, pero esto también saca a relucir una constante que se ve en gran parte de la remake: la IA no está a la altura de la colosal puesta en escena que se despachó Capcom.
Puede que el hilado sea muy fino, pero la actitud de los enemigos y su predisposición para el combate está lejos de lo que los primeros tráilers habían mostrado. Obviamente estamos considerando que son personas y criaturas manipuladas por un parásito, pero su estrategia para el combate no suele ser tan amenazadora en las dificultades standard. Esta falta de “inteligencia” se contrasta con la variedad de opciones y artilugios que Leon dispone para abrirse paso entre el ganado.
A nivel estrictamente audiovisual, Resident Evil 4 Remake reinvidica que forme parte de una franquicia que vio nacer el concepto de los Survival Horror. Es una aventura que navega las aguas (por momentos literal) de la acción, el suspenso y el terror, pero gracias al RE Engine – que sigue haciendo maravillas – y su ambientación pronunciadamente más oscura, logra crear una atmósfera, que incluso para los veteranos jugadores elevará el pulso en momentos específicos.
El trabajo de la iluminación es clave, porque la noche llegará muy rápido a esta aldea española y la linterna se volverá nuestra gran aliada en varios momentos. El climax que se genera a partir de lo macabro de los escenarios, que mezcla la geografía de un pueblo quedado en el tiempo y un culto religioso plagado por el morbo, conciben paisajes manchados con sangre, ruinas y una sensación de desprotección constante. Incluso en los momentos que estamos llenos de armas y munición, atravesar algunos pasillos y escuchar el ruido ambiente, saber que algo está acechando a pocos metros y espera su momento para aparecer traspasan la pantalla.
Si bien la versión de PC permite una configuración gráfica mucho más al detalle, la versión de consola – en particular la de PS5 que fue la utilizada para hacer el análisis – trae dos opciones de rendimiento (priorizando calidad de imagen y/o fps), pero a nivel general la remake maneja la fluidez y estabilidad tiene como vara los títulos en 2023. Un punto clave de la remake son los nulos tiempos de carga y acá las transiciones entre zonas del juego son en tiempo real, con un disimulo muy bien ejecutado para cargar los nuevos escenarios del mapa.
Conclusión
Resident Evil 4 Remake es el renacimiento de una obra de culto, una propuesta que saca de la ecuación los elementos narrativos y las estructuras jugables que quedaron obsoletas (a vos te hablamos, Quick Time Events) para llevar adelante una aventura de cortes más cinematográficos, donde la acción y el terror juegan en equipo y se pasan la pelota de forma imperceptible.
La construcción de los personajes mantiene la línea de las anteriores remakes de la franquicia, sin dejar de lado esa magia irresistible que desprende el propio adn de este juego.
Capcom viene haciendo todo bien con Resident Evil y esta remake era una deuda pendiente para los fans. ¿Llegará el turno finalmente de Code: Veronica o el siguiente paso será Resident Evil 5 Remake?
Resident Evil 4 Remake transforma una obra de culto en un nuevo clásico instantáneo. La modernización necesaria de un juego que es imposible de soltar.
Además, esta nueva versión de la aventura logra cambiar estructuras mal ejecutadas del título original y le añade una narrativa mejor ejecutada y atractiva.