Una maldición constante, un valiente herrero y un relato de aventuras y desventuras enmarcardo en un rpg con tintes procedurales. Yaga es un juego en donde la mala suerte se paga.
Siempre digo y sostengo que los juegos de presupuestos más modestos (indie y AA, para dejar en claro) logran destacarse o llamar la atención de gente no tan involucrada en las novedades del mundo gamer cuando apuesta a innovar en alguna de sus aristas, tanto la audiovisual como por sus propias características jugables.
En este marco Yaga, desarrollado por Breadcrumbs Interactive se postula como un action rpg de exploración con escenarios procedurales y toma de decisiones que tiene como característica más llamativa que a nuestro protagonista, Ivan, lo persigue la mala suerte.
Esta condición podría ser meramente anecdótica, pero si tomamos decisiones o realizamos acciones que alimenten este medidor de desgracia, tendremos consecuencias desafortunadas en medio de una batalla que podría ser netamente fatal.
Forjando nuestro destino
Si bien Yaga intenta tomar algunos temas con seriedad, la sátira, el humor y la ironía serán algunos de los motores principales para darle color a un relato que desde el vamos cuenta con un protagonista poco convencional. Iván es el herrero de una pequeña aldea ambientada en el medioevo, que sufre 2 desgracias: por un lado una penuria física que es la de quedarse manco y la segunda es la de padecer una maldición que lo hace convivir con “mala suerte”.
Bajo este contexto, el pequeño pueblo en el que vive es reinado por Tzar, un monarca que no solo es codicioso, avaro y petulante (mostrando los peores rasgos egocéntricos que puede encerrar la nobleza) le empieza a encomendar tareas al pobre de Iván, por un lado son tareas bastante imposibles y que su recompensa vale realmente la pena, pero al mismo tiempo busca alejar al pobre herrero lo más posible de su aldea, evitando que la mala suerte se apodere de toda la región.
De esta manera, el desafortunado Ivan irá explorando las diferentes zonas aledañas al reinado de Tzar para completar las diferentes tareas, aunque en el camino no tardará en cruzarse Baba Yaga, quien junto a las tres ruecas (o Moiras) ayudarán al personaje a forjar su propio destino.
La toma de decisiones será uno de los puntos centrales del desarrollo, tanto del relato como de la progresión del personaje. Baba Yaga estará en la vereda opuesta a Tzar y en varios momentos nos pondrán en encrucijadas morales que irán moldeando el relato, desviando su curso e incluso modificando su final. Es por eso que, si bien Yaga puede resultar corto, su gracia reside en la rejugabilidad: tras una primera partida que puede rondar las 8 horas, volver a empezar para tomar diferentes caminos modifica drásticamente la aventura. Pero estas elecciones no solo repercuten el destino de Ivan, sino que también van moldeando su personalidad, lo que conlleva además a que nuestras estadísticas y mejoras vayan variando considerablemente. No será igual el protagonista que tome decisiones más justas, o egoistas, o codiciosas. Yaga refuerza constantemente que cada acción tiene su consecuencia, y un exceso de avaricia e incluso un abuso de la modestia nos puede costar caro.
Sacándonos la mala suerte de encima
El tirano Tzar y Baba Yaga no serán los únicos que precisarán la ayuda de este particular héroe. El juego apuesta a una estructura en la que tenemos una serie de misiones principales para cumplir pero también se nutre de numerosas misiones secundarias. La gran mayoría de estas sidequest se obtienen en la aldea, donde al interactuar con los habitantes nos irán pidiendo recuperar objetos perdidos, dar caza a una bestia que molesta a los alrededores o buscar a personas perdidas. Pero además encontraremos otras tareas más pequeñas cuando nos adentramos en los mapas procedurales. Son objetivos realmente cortos y más allá de extender la vida útil de los periplos en las mazmorras, también funciona para nutrirnos de monedas y recursos para craftear. Al igual que las misiones principales, estas tareas secundarias tienen varias vías de resolución, aunque la mayoría se define en obtener copecs (la moneda del juego) o items valiosos.
Adentrándonos en la exploración y en el combate, Yaga no dista mucho de otros action rpg con mapas procedurales. Gracias a nuestras habilidades como herrero, iremos forjando diferentes variantes para el martillo, el arma predilecta de Ivan, pero utilizaremos su brazo manco para equiparlo con diferentes accesorios, que también son crafteables: desde una pala para escondernos debajo de la tierra a una rueda de carro para utilizar de escudo, las posibilidades que iremos encontrando son varias y gracias a la nutrida cantidad de objetos para craftear, siempre obtendremos potenciadores diferentes para estas armas.
Los mapas para completar las misiones son relativamente cortos y algunos de ellos resguardan algún boss, aunque a veces solo se trata de vencer a oleadas y oleadas de enemigos que nos irán frenando la marcha. Los controles para el combate son precisos y fluídos a pesar de la poco atlético que es Iván.
Dicho todo esto, ¿cómo encaja el tema de la mala suerte y las decisiones en la jugabilidad de Yaga? La poca fortuna será un punto bastante frecuente durante nuestras incursiones y es también lo que le agrega una dosis de dificultad extra a la aventura. Dependiendo las decisiones que tomemos y los objetos que consumamos, se nos irá llenando un medidor de mala suerte, que al llenarse traerá consigo una desgracia encarnada en la malvada bruja Likho. Puede ser una perdida constante de copecs o algo mucho peor: la destrucción de nuestras armas, algo que nos puede traer problemas si sucede justo antes de enfrentarnos a un poderoso enemigo.
Esto supone una clara estrategia al momento de elegir nuestras acciones, porque quizás un item o una opción de diálogo que nos beneficie en el corto plazo puede traernos más de un problema a posteriori.
Además de esta mala suerte persistente, Baba Yaga y las 3 ruecas irán moldeando la progresión del personaje, permitiendo al finalizar cada misión (ya sea principal o sidequest) otorgarnos atributos permanentes o estimulantes antes comenzar alguna incursión; algo que le agrega una cierta frescura a tanta repetición de mecánicas.
A pesar de lo repetitivo que pueden ser algunos escenarios, audiovisualmente Yaga funciona y muy bien. El juego no solo entra por lo ojos gracias a un estilo artístico muy pintoresco, sino que cuenta con un apartado de voces muy bien realizado, en donde los personajes hablan con rimas, lo que agrega una pizca más a esa satira absurda en la que se maneja el imaginario del relato.
Conclusión
Yaga es divertido desde la sencillez de su premisa pero también por la facilidad que tiene para desarrollar su historia, con las brujas como las narradoras y un protagonista poco convencional. El medidor de mala suerte que se presenta como la originalidad dentro de este juego comienza siendo divertido pero no tardará en volverse frustrante en determinados momentos.
La rejugabilidad es un aspecto visceral en esta aventura, pero la poca variedad de enemigos y escenarios a explorar desentoná con el lindo y atractivo apartado audiovisual, que homenajea a las culturas eslavas al mismo tiempo que las satiriza con la exageración de sus composiciones.
Poniendo todos sus recursos en la balanza, la buena fortuna termina ayudando a Yaga para ser una aventura simpática que a pesar de su limitada duración y poca variedad de recursos es entretenida e invita a disfrutarla varias veces.