Charlize Theron y David Leitch, una mitad de la dupla directorial de John Wick, unen fuerzas en una de las mejores películas de acción del año, Atomic Blonde.

El cine, por suerte, puede tomar muchas formas. Puede privilegiar la letra del guión, y apostar a contar una historia original bien contada. Puede centrarse en las interpretaciones, con planos simples y cerrados, dejando de los actores impriman emoción en un relato humano y sencillo. Puede, haciéndose cargo de la naturaleza visual del medio, apostar todo al estilo en una búsqueda de endulzar al ojo antes que al cerebro. Atomic Blonde (Atómica en la traducción al español) es este último tipo de film, y uno muy bueno por cierto.

El escenario está dictado por el material original, la poco conocida historieta The Coldest City de Antony Johnston Sam Hart editada por Oni Press en 2012. Planeta la editó este año en español, sin lugar a dudas siguiendo el estreno de la película. En sus páginas, se narra una intriga que envía a la agente del MI6 Lorraine Broughton (Charlize Theron) al Berlin de 1989, a días de la caída del muro que divida la ciudad en dos, con la ayuda de su contacto David Percival (James McAvoy) a recuperar una lista archisecreta con los nombres de todos los espías infiltrados en el marco de la Guerra Fría.

El director David Leitch, quien estuvo detrás de las cámaras en John Wick y filma Deadpool 2 mientras lees estas lineas, y su equipo de producción tomaron la ambientación y decidieron hacerla la protagonista en Atomic Blonde. Cada milímetro esta creado para hacernos sentir en una versión hiperestilizada del período: el maquillaje, el vestuario, el diseño de producción retrofuturista de la habitación de Lorraine, y una cinematografía de alto contraste que resalta las facciones de los hermosos actores con la iluminación de neón.

El resultado final es similar a lo que podría pasar si soltáramos a Jason Bourne en un video de Duran Duran. La referencia musical no es gratuita, porque la banda sonora es una parte integral de la identidad del film. La música original de Tyler Bates (300, Samurai Jack, Guardianes de la Galaxia) se empapa en sintetizadores y baterías electrónicas para transmitir el espíritu contemporáneo. Pero lo que brilla sobre todo es la lista de hits comerciales que incluye, en versión original y covers, canciones de David Bowie, Queen, Depeche Mode, New Order, The Clash y el éxito alemán de la década, 99 Luftballons de la banda Nena. Conociendo como funciona el licenciamiento de música popular, de seguro una buena parte del modesto presupuesto de treinta millones se fue en asegurar ese playlist explosivo.

Claro, este cóctel no puede ser el trago preferido de todo el mundo. Quien este cansado que las FM argentinas continúen pasando las mismas canciones desde hace cuarenta años, o quien no encuentre gracia en todos los chistes con David Hasselhoff quizás no sean tan parcial a Atomic Blonde. Pero si como quién le escribe, disfrutan del buen synth-pop, de la mística punk de la Berlín de los años ochenta y ver a Charlize Theron cagar a palos a un contingente de espías y matones, esta película está hecha para usted.

Porque seamos sinceros, quien se acerca al cine a ver Atomic Blonde, esta buscando acción, y de ella la película tiene mucha y buena. Leitch aquí baja la velocidad de las peleas, perdiendo un poco el ritmo y precisión que distinguió a John Wick, pero ganando de sobra en impacto. Cada golpe se siente, y tiene un efecto visible en la pantalla. Esto es gracias al gran trabajo de actores y dobles, a la cámara del cinematógrafo Jonathan Sela, y al increíble trabajo de maquillaje. Cada piña que Lorreine recibe en la piel se queda ahí, en la forma de un hematoma violáceo que contrasta con el neón rojo el resto de la película.

De buscar un punto flojo en Atómica, este es el guión. Dejando cancha al diseño y la acción, la historia se apega a la fórmula del género espionaje, y nunca termina por agarrar al espectador desprevenido por mucho que lo intente. Quizás por eso tampoco hay grandes actuaciones, por lo menos en los términos que los Oscar entienden por ello. Theron entrega una performance comprometida como la fría e imparable Lorraine, ayudando a vender tanto los golpes que pega como los que recibe.

Quizás el destacado sea James McAvoy gracias a que su personaje es el que tiene el arco narrativo más pronunciado, trayendo ese carisma que lo caracteriza (salvo cuando le toca estar en silla de ruedas). Apoya un elenco de secundarios de lujo, que incluye a John Goodman, Eddie Marsan, Toby Jones, y la nueva actriz fetiche de Hollywood, Sofia Boutella. La relación entre Theron y Boutella juega un poco al morbo del público masculino, pero es interesante ver como subvierte la clásica relación entre el agente y la chica Bond el hecho que el lugar del espía maestro lo ocupe también una mujer.

Pero de nuevo, nadie que pague la entrada para Atomic Blonde está buscando actuaciones matizadas o un análisis provocativo sobre las diferentes experiencias vitales en la Berlín comunista y la capitalista. Este es un film de género hecho y derecho, y como ya nos tiene acostumbrado Leitch y su equipo, ofrece de las mejores secuencias de pelea que se pueden encontrar en la pantalla por estos tiempos. Charlize Theron también hace lo suyo, decidida desde encarnar a Furiosa en convertirse en una estrella del cine acción con todas las letras. Si además te gusta Bowie, entonces cierra por todos lados.

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