Cerrando diez años de manija, Avengers: Infinity War es la apoteosis de la cultura geek cinematográfica. ¿Esta a la altura de tanta expectativa?
[Aviso: la gente de Disney pidió expresamente no poner spoilers en las reseñas de Avengers: Infinity War, pero de todos modos no lo hubiese hecho. Esta es una película que se disfrutará más yendo a verla sabiendo lo menos posible. Por ello, este texto se ancla más en mis impresiones sobre ella que en la trama o los personajes.]
Antes que nada, gente, respiren tranquilos. Avengers: Infinity War, tercera en la saga de los Vengadores y décimo novena en el Universo Cinematográfico Marvel, es la extravaganza superheróica que nos habían prometido. Se dan todos con todos, los efectos son impresionantes, pasan cosas grosas. Es más grande, más espectacular, más tremendo. Es el (principio del) cierre de diez años ininterrumpidos de MCU.
https://www.youtube.com/watch?v=Ipg40JUh5xg
Es por eso que debatir los méritos del tanque de Disney es en buena medida discutir aquellos del cine de superhéroes en general. Infinity War, un experimento de proporciones como nunca se vieron en la pantalla, desnuda toda la potencialidad de la marca Marvel en el cine, pero también sus clisés y limitaciones.
Después de Capitán América: Civil War había quedado claro que si alguien era capaz de salir airoso de ese acto de equilibrio que es liderar una producción de superhéroes con demasiados personajes, ese alguien es la dupla de los hermanos Anthony y Joe Russo.
Por todos los puntos de débiles que pueda tener la película, sobre los que entraremos en detalle más abajo, que una película de esta envergadura no solo no se hunda bajo su propio peso, sino que logre además ser kinética y propulsiva es un logro en sí mismo. No hace falta ir más lejos que el malogrado DCEU, o incluso las más mediocres entre las entregas del universo mutante de Fox, para entender cual es el precio que paga por diseñar en base a una ambición desbocada.
Avengers: Infinity War nos lleva desde Nueva York hasta el espacio y regreso a Wakanda, pasando por rincones aún inexplorados de la galaxia, con ritmo y prácticamente sin tiempos muertos. En cada parada, las peleas son impresionantes, enfrentado a los Vengadores y los Guardianes de la Galaxia contra Thanos (Josh Brolin) y su “hijos” (para los fanáticos de The Leftovers y Fargo, no solo parece, Proxima Midnight tiene la voz y los gestos de Carrie Coon).
Más allá de poder del Guantalete del Infinito de Thanos, que permite demostrar en pantalla las habilidades específicas de cada Piedra de manera ingeniosa, el despliegue mágico de Doctor Strange (Benedict Cumberbatch) es lejos lo más destacado. Aunque la nueva armadura de nanobots de Iron Man (Robert Downey Jr.) y el traje de Iron Spider no se quedan demasiado atrás.
La especificidad del universo compartido, la gran idea que Kevin Feige tomó prestada de las historietas, es la posibilidad de cruzar, reunir y enfrentar personajes que fueron desarrollados en otros contextos e historias. Esta conectividad es la joya en la corona del MCU, y es puesta al servicio de Infinity War para convertirla en su su mayor fortaleza.
Los Guardianes de la Galaxia, quienes son de la partida desde el primer momento e incluso tiene más tiempo en pantalla que la mayoría de los Avengers, se insertan entre los demás personajes del MCU sin fricción alguna. De la misma manera, el espacio les sienta bien a los terrícolas que lo visitan por primera vez.
Ver a Tony Stark chocando egos con Stephen Strange, a Peter Parker (Tom Holland) y Star Lord (Chris Pratt) intercambiar referencias pop, a Shuri (Letitia Wright) poniendo en evidencia que sabe más de ciencia que Banner (Mark Ruffalo), a Natasha (Scarlett Johanson) y Okoye (Danai Gurira) peleando codo a coda. El maravilloso equipo compuesto por Thor (Chris Hemsworth), Rocket (Bradley Cooper) y Groot (Vin Diesel). La aparición de personajes casi olvidados y una escena poscréditos que va sembrando lo que se vendrá. Por estas satisfacciones es que pagamos la entrada y allí reside el mayor placer que Infinity War nos puede ofrecer.
Esta familiaridad con los personajes es lo que eleva el espectáculo CGI. Cada piña de Thanos, cada héroe que cae, duele más porque hemos “convivido” con ellos por años. Es esta conexión emocional lo que pone al MCU por encima de sus competidores, y la razón por la cual la gente no se cansa de ir al cine (a pesar de lo que piense Cameron, cuyo Avatar justamente sufrió de falta de esa conexión de la que Marvel tiene de sobra).
Pero hay precio que se paga al operar en esta escala tan masiva. De hecho, los dos principales puntos flacos de Avengers: Infinity War nacen de decisiones que se tomaron mucho antes que Christopher Markus y Stephen McFeely tipearan siquiera una coma en el guión.
El primero de ellos es que la cantidad de personajes, y aún más, la narrativa mayor del MCU, fuerzan al guión a ir por ciertos caminos, dejar de lado otros. Esta demanda externa de tener tantas fichas en el tablero termina produciendo que se pierda algo de la chispa, de la satisfacción de ver arcos emocionales claros realizar su recorrido.
Algunos personajes reciben más atención como Stark, Doctor Strange, Thor, Vision (Paul Bettany) y Wanda (Elizabeth Olsen). Otros ven reducidas su participación en casi cameos. Una relación en la que no se profundiza y queda ahí arriba de la mesa (presumiblemente para la próxima película) es el reencuentro entre Bruce Banner y Natasha Romanoff.
En Infinity War los productores, guionistas y directores acertadamente decidieron evitar perderse demasiado en los matorrales al enfocar el arco de la película en la búsqueda de las Piedras del Infinito de Thanos. Se desarrollan su vida pasada y sus motivaciones, y por ello no es un villano chato como, por ejemplo, Malekith. Gamora (Zoe Saldana), como la hija favorita del Titán Loco, juega un rol central en ese desarrollo y es un punto fuerte.
Pero al igual que en Civil War, donde las motivaciones del Cap se pierden en el laberinto de la trama y el elenco numeroso, algo falta para terminar para darle carnadura a Thanos, su filosofía malthusiana y sus acciones. De haberse encontrado ese elemento X que separa a un buen villano de uno que se devora la cinta, ese “je ne sais quoi” que hizo al Joker de Heath Ledger trascender el género y la pantalla, esta entrega de Avengers hubiese pegado un salto cualitativo.
La otra decisión de producción que lastima al film es plantearla como primera entrega de una película doble. Aunque se haya desechado el “Parte 1” del título, Infinity War es claramente la mitad de una historia que concluirá en la todavía sin título cuarta parte de los Avengers.
Nuevamente se puede encomendar a los creativos detrás de la película por haber entregado una historia coherente, y a su manera, con un principio, nudo y desenlace. De seguro se sostiene por si sola mejor que otras “Parte 1” como ser por ejemplo Harry Potter: Las Reliquias de la Muerte o Los Juegos del Hambre: Sinsajo.
Sin embargo, hay algo esencialmente insatisfactorio en los hilos narrativos que se dejan descosidos, a la espera de otras dos horas y medias para terminar de anudarlos. En este respecto, como cine puro, Infinity War esta un escalón abajo de Capitán América: Winter Soldier, Thor Ragnarok o Black Panther, películas que logran contar una experiencia autocontenida y satisfactoria por sí mismas.
El logro de la Avengers original, que generó una sinergia que no solo logró tomar elementos de cinco producciones anteriores sino que los elevó en algo nuevo y mejor, cada vez más se consolida como el estandar insuperable del universo compartido. Una magia tan potente que ni Joss Whedon pudo encontrarla por segunda vez. Quizás Avengers 4, corriendo con la ventaja de poder ofrecer la catarsis que Infinity War nos mezquina, tenga una chance de superarla.