El mercenario bocón vuelve para hacer de las suyas en la esperada secuela mutante, Deadpool 2.
Deapool 2 arranca a puro humor, con el titular mercenario dándole cuerda a una cajita musical que tiene forma de un Logan empalado que recuerda el final de la (por ahora) última película de Wolverine. La catarata de chistes en esa primera escena es tal que me encontré imaginando a Wade Wilson (Ryan Reynolds) como el superhéroe paródico que interpretaría Leslie Nielsen de haber sido joven.
La parodia propuesta por Deadpool y su secuela funciona a un nivel popular porque el género superheróicose ha vuelto tan completamente mainstream que todo el público está familiarizado con sus clisés. Haciendo de la riduculización o subversión de los mismos una fuente segura de risas.
Se hacen tantos chistes sobre los Vengadores que ya parecería que los mutantes ya desembarcaron en el Universo Cinematográfico de Marvel y Disney. Es por eso que este tipo de cine paródico suele aparecer como un signo de saturación del género burlado. Como es el caso del cine de catástrofes de los setenta y ¿Dónde está el piloto?, o el slasher noventoso y Scary Movie.
Si este es el caso, no se podría pedir mejor broche que la saga de Deadpool. Porque allí donde el cine paródico más berreta se contenta con hilar una serie de chistes y gags sin mayor preocupación por trivialidades como el desarrollo de personajes o coherencia narrativa (piensen en Exterminaitors), las películas del mercenario bocón respalda la burla con una historia sólida incluso mejor que la media a la que las producciones de superhéroes nos tienen acostumbrado.
En esta caso, la trama enfrenta a Deadpool contra Cable (Josh Brolin), un soldado del futuro que ha viajado al pasado a matar un niño mutante llamado Russell (Julian Dennison). El poder del viajero en el tiempo es tal que Wilson se ve en la necesidad de formar un equipo para enfrentarlo llamado X-Force, integrado por algunos clásicos personajes mutantes como Domino (Zazie Beetz) o Shatterstar (Lewis Tan).
Como en la original mucho del éxito del film descansa en el carisma de Reynolds, quien no para su stand up interno ni siquiera cuando esta degollando a sus enemigos. La dinámica que establece el protagonista con Dennison también es muy buena, y eleva la primera mitad del film.
De hecho, si uno debiera argumentar dónde la secuela mejora a su antecesora, lo primero que viene a la mente es señalar cuanto gana Deadpool, un personaje que puede llegar a ser demasiado, en el roce con un gran elenco de nuevos mutantes que se introduce para ampliar el universo. En particular el trio dispar que arman con Cable y Domino.
En los comics mismos de Marvel se viene explotando hace rato el contrapunto entre la efervescencia de Deadpool y la seriedad estóica de Cable, tan oscuro y atormentado que parece un personaje del DCEU, como dice Reynolds en uno de los mejores chistes. Casi segura que la madre se llama Martha. Brolin interpreta al viajero en el tiempo con intensidad y a cara de perro, tan así que deliberadamente las secuencias en que avanza imparable como un T-800 parecen sacadas de otra película.
Zazie Beetz también debuta en el universo mutante con el pie derecho, dotando a su Domino con la actitud despreocupada que debe tener una mujer que tiene la suerte de su lado. El equipo visual de la producción hizo muy buen trabajo en la forma en que reflejan en la pantalla su mutación, que es de una naturaleza mucho más conceptual y “poco cinematográfica” como bromea Deadpool, que un tipo que tira rayos por los ojos o vuela con alas de ángel.
Sin embargo, es también en la secuencia donde Domino entra en acción por primera vez que se nota más la hilacha del CGI, que arrastra en las tomas más cargadas de detalles computarizados. Otro ejemplo es la batalla completamente digital de Coloso con otro villano clásico de los X-Men, que no les voy a arruinar.
No es que los efectos sean terribles, distan de serlo, pero el espectáculo pirotécnico de Infinity War dejó la barra bien alta para el resto de la competencia. Se nota claramente que para Deadpool 2 hubo más dinero que para la original, en la cual también se notaba en el tercer acto que el renderizado perdía calidad, pero parece que no fue un presupuesto suficiente para la ambición puesta en la pantalla.
Probablemente donde la película más me decepcionó fue en el coreografiado de las escenas de acción. El recambio del director original por David Leitch predispone a esperar los combates de alto impacto al que nos tiene acostumbrado la mano detrás de John Wick y Atomic Blonde. Pero salvo por la introducción de Cable y su primer pelea con Deadpool, que lo muestra al vengador del futuro rompiendo huesos con movimientos que parecen Krav Maga, el resto de las secuencias dependen más del CGI y no tienen la marca de Leitch, quien se pierde en el tono asentado por la primera entrega.
Otro detalle que no es menor es cuanto del humor de la película está atado a especificidades del idioma o referencias culturales (nadie en la función se rió cuando comparó a un villano con cara de pervertido con Jared Kushner, el yerno de Trump). La versión subtitulada opta por intentar adaptar los chistes al “latinoamericano”, creando por momento disonancias que distraen más de lo que ayudan. Como cuando Deadpool dice que le quiere poner Tod a su hijo y los subtítulos “traducen” Chayane.
En el saldo final, es seguro decir que Deadpool 2 dejará satisfecho a los fans de la primera parte, quienes encontraran más de lo que ya les gustó y suficientes nuevos ingredientes para justificar la secuela(s). Ah, quédense para la escena postcréditos, que tiene los mejores chistes de toda la película.