Doctor Strange regresa una vez más a la pantalla grande, en la que, aunque no lo parezca, es su segunda película en solitario.
Quizás de manera inevitable si tenemos en cuenta cuan profundo estamos ya metidos en el MCU, comenzar a ver Doctor Strange in the Multiverse of Madness se siente como arrancar un episodio más de una serie que venimos siguiendo desde hace años. Lo cual es, de alguna manera, cierto. Esto juega en contra, adocenando un primer acto que debería ser explosivo, para engancharnos desde el minuto uno.
Por suerte, una vez que la mesa está servida y todos los personajes han sido debidamente introducidos, la cosa va tomando otro color. Especialmente cuando Sam Raimi toma por completo las riendas de la película, llevando al Universo Cinemático Marvel lo más cerca que ha estado del terror y del cine clase B. Aunque frenando antes de pasarse de la raya, para bien o para mal.
Si al primero acto le cuesta arrancar, es porque hay mucha exposición que levantar. Tanta que la Doctor Strange original, de la cual Multiverse of Madness es supuestamente una secuela directa, aparece tan lejana como un sueño. Mucho más necesario es tener frescas el doblete épico Infinity War/Endgame, Spider-Man: No Way Home, la miniserie de Disney+ Wandavision y la primera temporada de la animada What if…?, de la cual manan la mayoría de la referencias multiversales ¡Hasta hay una referencia a Agents of S.H.I.E.L.D! Nunca hizo falta hacer tanta tarea antes de ir al cine.
Todo lo cual no sería un problema para quien consume vorazmente todo lo que produce Marvel Studios (y ese es el objetivo, después de todo). Pero estoy seguro que, a muchos, entre los que me cuento, les hará ruido cómo se maneja la caracterización de algunos personajes que se desdibujan por necesidad de la trama (¿Wanda, sos vos?). Es interesante en ese sentido que el imperio fílmico de Kevin Feige se ha llegado a parecer tanto a las historietas, que hasta ha copiado sus problemas.
Por suerte, una vez que las formalidades están cumplidas, la película encuentra su ritmo hasta el final. Y no teman, esta es definitivamente una de Sam Raimi. Todo el arsenal de recursos del cine B que volcó en sus Spider-Man están aquí de vuelta (¡zoom rápido!, ¡dutch angle!), y esta vez, también trajo consigo bastante sangre. Esta es, sin duda, la entrega más gore del MCU a la fecha.
De hecho, su segundo acto funciona en lo más básico como una de terror, un thriller slasher donde un monstruo indetenible avanza achurando a todos y todo lo que se osa a plantarse en su camino. Acá esta uno de los fuertes de Doctor Strange in the Multiverse of Madness, en especial en contraste con las docenas de películas y series que la preceden, ya que introduce imaginaría macabra y algo de humor negro. Raimi light, pero Raimi al fin.
Quien también le pone su toque es Danny Elfman, compositor de las dos Spider-Man buenas de Raimi, con una música incidental altisonante y distintiva por lo clásica que suena en comparación con otras bandas sonoras del MCU.
El acercamiento del director al material de alguna manera podría pensarse como la antítesis al de Zack Snyder, en tanto y en cuanto nunca termina por tomarse en serio la historia de capas voladoras y magia que está contando. Esto le da un toque de comedia casi involuntaria que un comiquero podría llamar “silver age” y que supongo a cierto tipo de espectadores molestara. Sobre todo, cuando algunas de las revelaciones más esperadas de la película son tomadas un poco para la chacota.
Pero no desesperen überfans, acá también hay referencias e easter eggs para tirar para arriba. En particular, una vez que Doctor Strange in the Multiverse of Madness circule de manera digital espero que una secuencia de viaje multiversal sea diseccionada con freeze frame y lupa en búsquedas de pistas de lo que se viene en el MCU.
Otro greatest hit de Marvel Studios es el casting, y acá no falla tampoco. Benedict Cumberbacht, Rachel McAdams y compañía están bien como siempre, pero es la introducción de América Chavez la que destaca. Si bien Xochitl Gomez tiene poca letra, le alcanza para demostrar que tiene carisma y con que crecer si le dan más espacio. El potencial crossover Young Avergers cada vez parece un mejor prospecto. Espero que, cuando les toque el turno, les abran pista en la pantalla grande.
Cuando está todo dicho y hecho, queda claro que Doctor Strange in the Multiverse of Madness tiene corazón (aunque esté un poco tapado por kilos de CGI y continuidad tirana) y que las genias del casting siguen sin perder su magia (América Chavez otro hallazgo más y van). Estoy seguro que más de uno tendrá un problema con el humor socarrón de Raimi, en una peli que no se toma siempre en serio. Pero allí está quizás su mayor valor, en ser el caso raro de una entrega del MCU donde (por lo menos de ratos) se ve las huellas dactilares de la gente que la hizo.