Jean-Claude Van Damme reparte patadas y humor en El Último Mercenario, la nueva comedia de acción original de Netflix.
Con 60 años, Jean-Claude Van Damme ya tiene el título de leyenda dentro del cine hollywoodense. Con más de 4 décadas de trayectoria, el actor belga y experto en artes marciales siempre estuvo ligado al más puro cine de acción, y durante la década de los ’80 y ’90 forjó una carrera a base de patadas, golpes de puño y armas de fuego.
El Último Mercenario, en este marco, nos ofrece un registro poco peculiar de Van Damme: las patadas no faltan, pero ahora está sumergido en una comedia de acción que protagoniza junto a un reparto de actores franceses de trayectoria local.
David Charhon, director de la película, venía trabajando en este proyecto desde hace varios años y en varias entrevistas que siempre pensó a Van Damme para el actor protagónico, no solo por su talento e impronta, sino también porque El Último Mercenario retrata y homenajea mucho de la esencia del cine de acción de los ’80.
¿De qué va el argumento de The Last Mercenary? Van Damme interpreta a La Niebla (La Brume, en francés), un ex mercenario de elite que trabajó para el Servicio Secreto francés que durante 25 años estuvo exiliado luego de un trato con las autoridades gubernamentales de turno en pos de no revelar importantes secretos de Estado.
Sin embargo, cuando su hijo – a quien no conoce producto de esta desaparición forzada – se encuentra en peligro tras ser acusado por tráfico de armas, La Niebla deberá retornar a Francia para ayudarlo y al mismo tiempo descubrir quién está detrás de esta conspiración.
Uno de los elementos previos más curiosos de El Último Mercenario es el tono con el que se presenta en sus diferentes tráilers promocionales. con un tinte mucho más serio y dramático del que realmente quiere imprimir el film desde sus primeros minutos. Desde la utilización de la banda sonora, la exageración en los diálogos y la postura de algunos de los protagonistas, la cinta busca imponer un estilo humorístico de situaciones que logra funcionar en puntuales momentos.
Acá hay que entender un poco la idea de su director y su objetivo principal en esta producción: un relato moderno que homenajeé a las grandes películas de acción de los ’80. Esta inspiración queda en evidencia explicitamente – con un villano fanático del Scarface de Al Pacino – y también tácitamente, con el modus operandi del protagonista, implacable y preparado para ejecutar cualquier tipo de plan. Este “homenaje” se puede apreciar también en la forma que se van llevando a cabo las diferentes secuencias de acción y cómo el protagonista va ejecutando plan tras plan para salvar a su hijo y al mismo descifrar
La Bruma, como el último gran mercenario, es una máquina todo terreno pero al mismo tiempo no se oxidó en las artes de agente secreto: en más de una ocasión lo veremos infiltrarse utilizando particulares disfraces, aprovechando esa cuota de humor que lejos de romper con el climax de su narrativa aporta una cuota diferente a un producto que evita a toda costa ser más de lo mismo.
Tras una primera escena que enmarca el talento inmaculado del protagonista, la película desfila por un número de situaciones que zigzaguean la comedia con persecuciones, disparos y combates. El sello de Netflix queda en evidencia por el impacto y la calidad de todas sus secuencias de acción, su dinamismo y coreografía de las diferentes peleas son un punto a favor en cuanto al atractivo de la producción, pero que cada vez que El Último Mercenario intenta tener un deje de seriedad, pierde por completo su encanto.
Resulta un poco extraño ver a Van Damme en un papel con matices humorísticos, algo que vimos contadas veces en su curriculum (ejemplo, Welcome to the Jungle). No voy a decir que cambió el paradigma de su carrera con este papel, pero es la estrella de un elenco que mezcla actores de trayectoria dentro del cine y la televisión francesa y una camada de jóvenes.
Este desbalanceó en el cast de actores tiene también un lado contraproducente: si bien el elenco per se cumple dentro de todo con las expectativas del film, El Último Mercenario tiene las mejores escenas y momentos cuando el protagonista está involucrado y no por nada el desarrollo de los personajes secundarios queda reducido notoriamente. Sin embargo, en La Niela vemos un contexto y evolución de su personaje mucho más marcado, una mezcla entre redención por su exilio, el abandono de su hijo, pero que al mismo se niega a olvidar quién es realmente.
Hay un mérito, quizás sin intención alguna, dentro de The Last Mercenary, y es que no se creé más de los que no es. Una comedia de acción que su argumento roza el sinsentido y la sátira, que cada vez que quiere virar hacia el lado de la seriedad se derrumba como un castillo de cartas, pero que dentro de esa modestia implícita – resaltando los valores de producción que tiene el film -, cumple con su cometido y en 1 hora, 50 minutos ( y un par de escenas post-créditos) termina redondeando un producto correcto pero que no será recordado.