La miniserie española protagonizada por Toto Ferro llega a Netflix el próximo 29 de julio.
Lorenzo “Toto” Ferro logró un reconocimiento tanto nacional como internacional en el mundo de la actuación por su rol protagónico en “El Ángel”, película de 2018 en donde interpretó al infame asesino Carlos Robledo Puch. Automáticamente su salto a la fama fue instantáneo y en los últimos años participó de ficciones de gran calibre como El Marginal y Narcos: México.
Pero, paralelo a su carrera como actor, Toto Ferro tiene un viraje artístico hacia el lado de la música, pasión que embandera bajo el seudónimo Kiddo Toto y que ya lleva dos discos de estudio, un puñado de sencillos y participación en shows internacionales, como Lollapalooza.
Por primera vez, el actor logra hacer convivir ambos universos en Fanático, una mini serie española producida por Netflix y que debuta en la plataforma el próximo 29 de julio, bajo la dirección de Roger Gual (7 Años).
Una historia corta, directa al hueso y que busca desde el vamos proponer una narrativa marcada por el deseo de la fama, el mundo de los excesos, la imagen de los artistas, el potencial de las redes sociales y el lado oscuro del mundo artístico. Sí, parecen un montón de temas para abarcar en una mini serie compuesta de 5 episodios de 20 minutos cada uno, pero maneja un ritmo preponderante que logra tocar todas esas aristas, sin dejar impactos en el camino.
Tan efectiva como efectista, Fanático tiene una premisa que te compra desde que le das play a la serie: ¿Qué pasaría si un día tomás la identidad de tu cantante favorito?
Toto Ferro interpreta a dos personajes en el curso de esta historia que, por el desarrollo de la narrativa, se terminan transformando en uno solo. Quimera, un artista de la música urbana consagrado en España y que es la bandera de un público joven que lo idolatra y no se pierde ni uno solo de sus shows. Los excesos, la presión de la industria, la necesidad de ser una tendencia constante, el poco acompañamiento familiar y las malas compañías que solo buscan aprovecharse de su éxito es parte del cocktail que bebe a diario el cantante y que lo termina llevando a su muerte.
En la otra cara de la moneda está Lázaro, un joven que se gana la vida en la calles como delivery, buscando un rumbo para su vida e intentando encontrar una oportunidad por alcanzar un elevación de su status quo. En otras palabras: quiere ser alguien con un propósito definido. Y este propósito se le aparece a sus pies, ya que tras el fallecimiento de su ídolo Quimera, Lázaro aprovecha su “increíble parecido” para suplantar su identidad y relanzar la carrera del artista, algo que también ven con muy buenos ojos los socios y “aliados” que tenía el verdadero cantante mientras estaba en vida.
Esa mutación en la que acompañamos al protagonista nos permite ver y transicionar el proceso de Lázaro para convertirse en Quimera, al mismo tiempo que descubre que la vida de un artista famoso no es solo cantar, firmar autógrafos y participar de fiestas todos los días. También es un contexto real de cómo funciona hoy la vida útil de un artista, que ya no debe vender discos para sobrevivir sino subirse a la ola de las redes sociales, mantenerse en tendencia y poder aprovechar todo el potencial de su imagen hasta perder trascendencia e inventarse, algo que lleva muy bien Fanático durante todos sus episodios: como la fama puede llegar e irse en cuestión de instantes.
En esta vorágine con la que desarrolla Fanático, y su prioridad por centrarse en la evolución de Lázaro/Quimera, la historia descuida el desarrollo de otros personajes secundarios que entran y salen de la narrativa solo en pos de complementar el crecimiento del protagonista y no tanto por darle un mejor marco a ellos.
Es así como las 2 o 3 pequeñas sub tramas que parecen emerger por momentos terminan sin un mínimo desenlace, o si lo hacen es de forma muy apresurada, con diálogos que suceden solo para darle curso de acción a Lázaro. Visto desde otra perspectiva, este centralismo es un paralelismo en lo que atraviesa el personaje y la necesidad de ser el centro de atención constantemente, algo que también lo impulsa a tomar la forma camaleónica de su artista predilecto.
Conclusión
Fanático no dista de otras producciones que trataron de contarnos cómo es ese Lado B de la consagración artística y fama: poder, excesos y malas compañías. En este marco, la mini serie de Netflix lo hace sin maquillajes o tapujos, mostrando sin filtros ni matices cómo eso que anhelamos al final de cuenta puede costar y mucho.
Toto Ferro se carga esta producción al hombro, en donde podemos ver esa transición de Lázaro a Quimera de forma progresiva, adoptando su nueva identidad y, como lo indica su nombre real, volviendo a la vida, a esa vida que siempre soñó.