It está encaminada a superar a El Exorcista como la película de terror más taquillera de todos los tiempos ¿Pero es digna de tan ilustre compañía?

Cuando de acá a unos años se escriban artículos y reflexiones sobre al nostalgia ochentera que reinó en los 2010, el éxito arrollador de It (Eso, como aclara entre paréntesis los posters en nuestro país) en la taquilla norteamericana y mundial probablemente ocupe un lugar relevante en el relato. Por suerte, aquí esa expresión de deseo por el pasado adopta la mejor forma posible.

Antes que una catarata incoherente de referencias de cultura pop, hit musicales o cameos de David Hasselhoff, nuestro compatriota Andy Muschietti regresa a los films de su niñez en busca de inspiración para regresar con la claridad narrativa y el encanto que caracteriza al cine comercial del período. Ya en su debut hollywoodense Mama el espectador se quedaba con la sensación que el director y su hermana Bárbara, guionista y productora, nacía de haber visto incontables veces las Amazing Stories (Cuentos Asombrosos) de Spielberg en la televisión abierta argentina. It no hace más que explicitar ese amor.

Que la historia se desarrolle en los ochenta, sin embargo, es una licencia con respecto a la obra original de Stephen King. Cualquiera que haya leído el libro, visto la famosa adaptación televisiva de 1990 o disfrutado de los incontables memes que ella ha generado, sabrá que originalmente la historia del mal que aquella a Derry, Maine comienza en la segunda posguerra. Aquí se ha elegido desplazar la primer parte de la historia de 1957 a 1988, empujando entonces el retorno de los ya crecido protagonistas al pueblo de 1984 a la actualidad.

La otra gran decisión de guión fue focalizar la película solo en el primer encuentro de los personajes con It durante su preadolescencia. Dejando el resto de la historia para una segunda parte, que el éxito de taquilla de la primera no ha hecho más que garantizar. Por lo demás, el relato se mantiene fiel tanto en trama como espíritu. Comienza con la icónica desaparición de Georgie en la alcantarilla. Para luego concentrarse en la formación del “Club de los Perdedores” por Will, Bev, Stan, Ben, Richie, Eddie y Mike, y su inevitable enfrentamiento con el terror que vive las entrañas del Derry.

Como las mejores películas de aventura fantástica de los ochenta, Andy Muschietti y los guionistas tratan al público con respeto y nunca lo subestiman con explicaciones forzadas. Por eso la historia es relatada a través de los ojos de los personajes, con pistas sutiles y nunca a través de grandes exposiciones de trama (cuenten la cantidad de veces que fueron al cine y la película intento “sumergirlos” con una discurso de diez minutos sobre “el mundo y su contexto”).

Como esos clásicos que los más viejos disfrutamos en las tardes de fin de semana en televisión abierta, también se pone en el centro del relato a las relaciones entre los personajes, sus miedos y sentimientos. Los elementos fantásticos y de horror no sufren por ello, sino que ganan en verosimilitud. Ayuda la cinematografía inventiva de Muschietti y el cinematógrafo Chung-hoon Chung, que se sirve de una paleta de colores precisa y perspectivas forzadas para provocar los mejores sustos.

Pero si triunfa la apuesta por dotar al film de horror con un corazón emotivo, la victoria debe atribuirse por sobre todo cualquier factor al casting. Los niños actores encarnan los personajes con una naturalidad que solo chicos pueden dotar a sus roles. La amistad que los une no necesita excesiva explicación ni desarrollo porque lo afectuoso y familiar de su trato en cámara lo da por sentado sin mayor esfuerzo.

Destacan particularmente Jeremy Ray Taylor como Ben y Sophia Lillis como Beverly, dotando de mayor carnadura las pruebas que debe soportar un gordito y chica preadolescente en un pueblito norteamericano (y en todos lados). Bill Skarsgård también resulta una buena elección como Pennywise el payaso, sugiriendo inquietantemente con su mirada estrábica y babeo constante que la amenaza que enfrenta el “Club de los perdedores” no es del todo humana. Solo quizás rompe un poco el efecto Finn Wolfhard, quien repite en una aventura fantástica infantojuvenil luego del éxito de Stranger Things el año pasado.

Un aspecto donde no tiene igual éxito el film es en su intento de trazar un subtexto entre el horror sobrenatural que acecha en la alcantarilla y los peores aspectos de la sociedad del pequeño pueblo. Género, raza y religión son tejidos como subtextos, siendo el más relevante la historia del niño afroamericano y su familia quemada en un incendio provocado por vecinos. El subtexto para a ser texto cuando Pennywise usa como su agente al abiertamente racista y misógino bully Henry Bowers, y lo enfrenta al Mike en la casa del pozo. Estos elementos también contribuyen a darle profundidad a la historia, sobre todo cuando se piensa que el público de esta película son adolescente. Pero en el año en que volvió Twin Peaks a la tele, It se queda corta como exploración del lado oscuro del “american way of life”.

Mucho se escribió acerca de la infame escena de sexo en It de Stephen King, en la cual los seis niños de once años tienen sexo con Beverly para “recuperar su conexión” y escapar de las alcantarillas donde estaban atrapados. Si bien por razones obvias esto queda fuera de la película, teniendo esa controversia en la mente permite ver con otros ojos el arco argumental sexualizado de Bev con mayor escepticismo.

Si bien la película trata el tema de manera justa, por sobre todo por la actuación de Lillis, quizás sea hora de reflexionar acerca del lugar que ocupan las mujeres en los clásicos de la cultura pop que veneramos. Que los autores de las historietas, películas, series y novelas que hoy nuevamente marcan el horizonte de la cultura popular hayan sido por hombres que ficcionaliza sus adolescencias sin “éxito” con el sexo opuesto ciertamente informa la creación de personajes femeninos cuyo rol principal, o en el peor caso único, es ser objetos de deseo sexual masculino.

Paradójicamente donde la película se queda más corta es en los sustos, recurriendo a recursos ya probados. La mayor parte del trabajo lo hace el diseño de sonido y la banda sonora, creando tensión con crescendos y explosiones de graves. Aquí también viene al rescate las decisiones narrativas, pues si los momentos de estrés tienen efecto en el público es porque sentimos una conexión con los personajes en peligro. El terror es efectivo porque nos importa quienes están en pantalla.

En definitiva, It es una película que extrae sus mayores fortalezas, y sus debilidades, de la fascinación por el cine comercial de la década de los ochenta. Una elección cinematográfica que eleva el material por encima de la torpe narración y personajes huecos que caracteriza a los tanques hollywoodenses de hoy. Si bien los mayores de treinta no podrán dejar de sentir un poco déjà vu, los adolescentes a quienes esta dirigida la película apreciarán el desarrollo de personajes con todo el impacto de lo nuevo. Grandes y chicos, sin embargo, no podrán evitar caer rendidos al encanto del elenco juvenil, y disfrutar de una película que logra con éxito ponerle corazón a los sustos del payaso macabro.

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