El estudio que se hizo millonario con La Era de Hielo y Rio apuesta a una nueva historia protagonizada por el toro Ferdinand llamada Olé!
Por regla general me desagradan las producción de Blue Sky Studios, subsidiaria de Fox dedicada a la animación CGI. Las más famosas siendo Rio y La Era de Hielo, cuya cuarta parte logro casi 4.500.000 espectadores en el país y fue durante unos años la película más taquillera de la Argentina (desplazada recientemente por los apenas más tolerables Minions). Cuando hoy producen joyas animadas estudios como Pixar, Ghibli, Laika, Aardman y Cartoon Saloon, lo de Blue Sky aparece en comparación como films hechos a desgano y sin imaginación. Para eso mejor poner a los chicos a mirar televisión, donde dibujos como Adventure Time o Steven Universe le pegan dos vueltas olímpicas a los bichos prehistóricos de La Era de Hielo.
Pero a pesar de mi saña, el estudio parece haber entrado en una trayectoria ascendente últimamente. The Peanuts Movie, la película de Snoopy estrenada en 2015, representó un salto narrativo y estético, y recientemente aseguraron los derechos para animar la excelente historieta indie Nimona de Noelle Stevenson. (Queda ver si esta redención animada no es truncada por la compra de Fox por parte de Disney, la cual no augura buenas noticias para Chris Wedge y su gente).
Olé! El viaje de Ferdinand (Ferdinand a secas en el inglés original) se inscribe en esta mejora general, aspirando claramente a ser el Ratatouille de Blue Sky. En el frente técnico, la película sufre al igual que el resto de sus producciones de diseño de personajes y escenarios poco inspirados, así como de una animación mediocre que cumple su cometido pero no mucho más. En ningún momento uno siente asombro por lo que esta en la pantalla, un sentimiento que uno esperaría encontrar en una película animada que costó más de 110 millones de dólares. No es que el presupuesto fuese requisito para agradar al ojo, logrando eso mismo The Secret of Kells de Tom Moore con una fracción del dinero pero cuidado en el diseño y los colores.
La gracia que salva a Olé! es la fuerza de la historia y su mensaje. El guión de Robert L. Baird, Tim Federle y Brad Copeland, sin bien carece de la elegancia narrativa a la que nos tiene acostumbrado Pete Docter (Wall-E, Up, Intensamente), logra capturar con sencillez y una cuota de encanto la historia del toro Ferdinand, publicada originalmente en Estados Unidos en 1936. Escrito por Munro Leaf y dibujado por Robert Lawson, el cuento infantil ilustrado narraba la historia del titular toro, quien prefería oler las flores a pelear con los matadores en las corridas. Los autores de la película adaptan y expanden el sencillo relato impreso, pero mantienen el potente mensaje central de paz ante el imperio de la violencia.
En la versión CGI, Ferdinand (John Cena en el original, Juanes en español) comienza la película como un ternero que carga con las burlas de sus pares por no querer crecer para ser un formidable toro para las corridas. Luego de que su padre muera en las mismas, Ferdinand decide escapar a la campiña española y así logra llegar a ser adoptado por la amorosa niña Nina. Eventualmente, el destino lo vuelve a poner en el criadero de toros, debiendo enfrentar el prospecto de terminar en la plaza de toros.
El mensaje de no violencia y respeto a la diferencia aparece bien nítido en la adaptación. Lejos de la sutileza narrativa de los mejores estudios de animación arriba nombrados, el director Carlos Saldanha martilla la enseñanza y pone reiterada vez en la boca de sus personajes. Pero la relevancia del mensaje no deja que se le reste mérito. En particular es refrescante su aproximación al problema de la masculinidad, proponiendo como protagonista un toro, símbolo de la virilidad, que adora las flores en lugar del conflicto y no se avergüenza por ello.
Lo mejor logrado de la caracterización de los personajes toros es la relación entre Ferdinand, Valiente y Huesos, que ilustran como las presiones grupales pueden empujar de la amistad al bullying sin escalas. Huesos, un toro de porte chico y acomplejado, festeja los chistes crueles del alpha Valiente porque así se protege de ser él mismo el objeto de burla. Solo cuando Ferdinand le muestra compasión y el espacio para demostrar su tristeza por la muerte de un amigo Huesos se permite poner de lado la careta. Igualmente la prepotencia de Valiente es finalmente comprendida como el producto de una tradición cruel y el miedo a decepcionar un padre violenta. No hay villanos per se en Olé! y la película es mejor por ello.
Un tema menos explícito pero igual de presente es la cuestión animal. Padres vegetarianos podrían llevar a sus hijos a ver esta película que introduce objeciones contra del maltrato animal e incluso comer carne de manera amigable y poco gráfica. (Algún padre carnivoro transpirará cuando su hija/o le pregunte ¿Papá por qué nos comemos a Ferdinand?). Si bien el viaje al matadero para salvar a Valiente es tomada en la película como una aventura y situación de sketchs cómicos, también es fuente de una revelación ominosa al enterarse el protagonista que las únicas opciones para su especie son o morir por la espada del matador o terminar hecho bife. Sería interesante ver que reacción genera en España, donde la matanza de toros es una tradición nacional como cuestión de tensiones al interior de la sociedad española.
El humor mayormente funciona, aunque como nos tiene acostumbrados Blue Sky es del básico. Mucha caída, choque y golpe, bien de la escuela de los Tres Chiflados. Lo peor viene de la mano de la cabra Lupe (Kate McKinnon en el original, Mariana Treviño en español), que a falta de la insufrible rata Scratch viene a cubrir la cuota de animales irritantes que supuestamente deberían ser “graciosos”. En la escala de irritabilidad de cerca le siguen los puercospines escapistas Una, Dos y Cuatro, y un conejo rojo que se supone debería ser adorable.
Un Ratatuoille sin el arte o la sutileza narrativa de Pixar, Olé! La historia de Ferdinand es un film animado entretenido y llevadero. Lejos de ser un ejemplar destacado del género, la película es elevada por su mensaje directo y sin vueltas hacia los chicos que se pretende sea su público. Esto es mucho más de lo que se puede decir de muchas otras películas animadas estrenadas este año, diseñadas para para robar dinero de padres cansados que solo quieren tener a sus hijos sentados y en la oscuridad un par de horas. Con Ferdinand además de quedarse quietos, quizás hasta aprenden algo valioso.