A raíz del anuncio de una serie producida por Netflix, El Eternauta vuelve a estar en boca de todos. Pero, ¿qué es esta historieta argentina? ¿Por qué es tan importante? En Geeky te lo contamos.
Si nos hubieran dicho que la noticia de la semana no iba a ser una pálida económica o el último escándalo farandulero de la temporada, sino el anuncio de que Netflix planea instalar una productora en Argentina y producir una serie basada en El Eternauta, hubiera dicho que alguien necesitaba tomarse la temperatura. Pero acá estamos, especulando sobre qué forma tomará la adaptación dirigida por Bruno Stagnaro (Okupas, Un gallo para esculapio) y con fecha tentativa de estreno para fines de 2021 y principios de 2022. La amplitud de la reacción ante la novedad, que abarcó todos los medios mainstream, y hasta la primicia de Jorge Rial, es testimonio del lugar que ocupa la obra Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López en el respeto del público argentino.
A continuación, recuperaremos un poco de la historia de la historieta y su camino a convertirse en la piedra angular de la cultura pop nacional:
Tiempos de ciencia ficción (Buenos Aires, 1957)
Como se afirmó más arriba, El Eternauta fue escrito por Héctor Germán Oesterheld (HGO) y dibujado Francisco Solano López. Se publicó originalmente de manera semanal en Hora Cero, Suplemento Semanal, principal revista de la Editorial Frontera, entre el 4 de septiembre de 1957 y el 9 de septiembre de 1959. La revista puede descargarse completa gracias al esfuerzo del Archivo Histórico de Revistas Argentinas (Ahira) que depende Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” de la UBA. La casa editora había sido fundada por Oesterheld y su hermano Jorge un año antes, luego que el primero se hubiese alejado de Abril, un sello seminal en la historia de la historieta argentina gracias a publicaciones como Misterix o Rayo Rojo. En las diferentes revistas de Frontera, HGO crearía algunos de sus otros personajes más célebres, como Ernie Pike, Ticonderoga o Sherlock Time.
Si bien los años cincuenta, tan manoseados en el discurso de la opinión pública, nos suenan a viejo, a la época de nuestros abuelos (o bisabuelos), es interesante descubrir que realmente fueron tiempos de ciencia ficción en la Argentina, donde el optimismo por el futuro de la humanidad invitaba a soñar con lo que vendría. Así lo destaca Pablo Capanna, uno de los primeros autores en escribir la historia del género literario en el país y el mundo, al recordar que por entonces se comenzó a publicar la revista Más Allá de la Ciencia y de la Fantasía (1953-1957) del mismo sello Abril, surgida como una franquicia local de la norteamericana Galaxy Science Fiction, y Francisco Porrúa fundó Ediciones Minotauro (1955-), que revolucionaría el mercado editorial local importando los libros de Ray Bradbury y J.R.R. Tolkien. De hecho, el mismo Capanna sostiene que El Eternauta se gestó en las páginas de Más Allá, en cuya redacción Oesterheld trabajó y en cuyas páginas publicó textos y cuentos.
Ciertamente, cualquiera que tenga familiaridad con la ciencia ficción norteamericana clásica podrá encontrar similitudes e inspiraciones en la historieta dibujada por Solano López. En ella, Juan Salvo, su esposa Elena, hija Martita y sus amigos Favalli y Pablo sobreviven a la nevada mortal que cubre Buenos Aires solo para descubrir que eso no ha sido sino el comienzo de una invasión alienígena. Lo que sigue es una aventura de ciencia ficción con toques bélicos, librándose batalla tras batalla contra los “cascarudos”, “hombres-robots”, “gurbos”, “Manos” y las diferentes especies entre el ejército invasor bajo las ordenes de los “Ellos”, quienes quieren colonizar la Tierra y esclavizar a los humanos.
De esta forma, la historieta mezcla con abandono conceptos propios de la sci-fi dura, sobre todo aquella escrita por Robert Heinlein (Starship Troopers, Master of Puppets) con toques borgianos (HGO es un personaje en la historieta) y todo esto se emplaza firmemente en la geografía (Vicente López, la cancha de River, Plaza del Congreso) e idiosincrasia local (desde el partido de truco hasta el tan mentado “héroe colectivo”). Esta alquimia es sin duda, una de las razones de supervivencia, en la cual queda cristalizados estos tiempos de ciencia ficción donde, además, una pujante industria cultura argentina prodigaba y tiraba ejemplares por los millones, antes que una inminente revolución tecnológica en las comunicaciones profundizara la globalización y reconfigurara la manera en que los argentinos consumían productos culturales.
Reediciones, reelecturas y canonización
El sostenido interés de los lectores por El Eternauta luego de su publicación original fue demostrado por la persistente producción de secuelas y reversiones: la malograda remake dibujada por Alberto Breccia para Gente en 1968, la secuela ilustrada por Solano López en 1976, y una larga serie de producciones ya sin la participación de Oesterheld desde los ochenta en adelante (El Eternauta: Tercera parte [1983]; El Eternauta: El mundo arrepentido [1997]; El Eternauta: Odio cósmico [1999]; El Eternauta: El regreso [2003]; La búsqueda de Elena [2006]; El fin del mundo [2010]; así como incontables historias cortas, homenajes, etc.).
Pero quizás no haya mayor testamento de la vigencia de la obra original que el hecho que, a lo largo de las décadas, atravesando edades de oro y bancarrotas de la historieta nacional, El Eternauta siempre estuvo en stock y vendiendo cortesía de las continuas reediciones de Alfredo Scutt y su sello editorial Record. De esta manera, el título se convirtió en medio siglo en uno de los pilares de la “cultura pop” vernácula de la mano de una industria y un público que se empecinaban en mantenerlo vivo.
El siglo XXI trajo consigo la canonización crítica de la obra, consagración hecha papel en el año 2000 con la inclusión de la historieta en La biblioteca argentina de clásicos editada por Clarín (cuatro años más tarde se la incluiría en la Biblioteca Clarín de la historieta). Con la subsiguiente configuración y consolidación de un campo académico y universitario en el país interesado en el estudio de la historieta, se colocó a El Eternauta y a HGO en el centro del canon nacional.
Este hecho, que hoy es indiscutido y ha llegado a permear el sentido común, lo pone por encima de obras más vendidas, difundidas o que representan mejor la edad de oro de la industria nacional como Patoruzú y Rico Tipo o figuras como Ramón Columna o Robin Wood, por nombrar algunas. Lejos de discutir los méritos artísticos de la obra, los cuales le sobran, podría señalarse que este lugar en el canon fue incentivado por las lecturas políticas a las cuales se presta la historieta, la cual resuena aún más fuerte a la luz de la biografía del mismo HGO, quien militó junto con sus hijas en la agrupación guerrillera peronista Montoneros en los setenta y fue desaparecido durante la última dictadura cívico militar en 1977.
No cabe ninguna duda que la producción de una serie financiada por Netflix y estrenada a nivel global en la plataforma de streaming traerá toda una nueva vida a la historia, acercándola a nuevas generaciones y latitudes distantes. Invitando también a nuevas lecturas y cimentando la vigencia de una historieta que realmente nunca se fue.