En esta nota exploramos de qué manera Disney no solo está expandiendo el universo de Star Wars, sino que está sentando las bases para transformar lo que conocemos de la Fuerza.
¡Advertencia! En esta nota debatiremos en profundidad elementos de The Last Jedi y la cuarta temporada de Star Wars: Rebels, por lo que abundan los spoilers sobre esas producciones. Lean bajo su propio riesgo.
La renovación de la Fuerza
La introducción de Poe, Finn, y sobre todo Rey, en Star Wars: The Force Awakens auguró una renovación en la galaxia muy lejana. A pesar de todas las similitudes que existen entre el Episodio VII y el film original de 1977, la película de J.J. Abrams siembra las semillas para que el viaje de la joven de Jakku tenga un destino diferente al emprendido por Luke Skywalker tres décadas antes.
Esto quedó explicitado en The Last Jedi, el controversial (para el fandom) Episodio VIII. En la cinta podemos ver a Rey llegar al remoto planeta Ach-To, para pedir al reacio Skywalker que la entrene en las artes Jedi. Pero en lugar del homenaje al montaje de entrenamiento clásico donde Luke corre y salta con Yoda en la espalda, mientras el maestro enuncia principios filosóficos que hoy adornan remeras por todo el mundo, nos encontramos con un Jedi amargado y derrotado que se niega a pasar su conocimiento a una nueva generación. “Los Jedi deben morir”, dice tajantemente Skywalker.
El único conocimiento que el viejo maestro está dispuesto a darle a Rey son tres lecciones que ilustren su decisión de terminar con la tradición Jedi. La primera dice que “los Jedi no son los dueños de la Luz”. La Fuerza es una energía que lo recorre todo y nos conecta a todos, y si bien los caballeros de la Orden Jedi son reconocidos como los principales usuarios de la misma, esto no significa que tengan potestad sobre ella. La verdad es la Fuerza y su conexión universal, parece decir Luke, no la filosofía Jedi que aporta una lectura sofisticada pero finita de la misma.
Dicho de otra manera, no confundamos a Dios con la Iglesia. Su segunda lección es aún más asertiva en este sentido: “El legado de los Jedi es un fracaso”. Por todo el poder que caracterizaba a los Jedi en su momento más álgido, no pudieron evitar el ascenso de Darth Sidious y el Imperio, y luego nuevamente con Snoke y la Primera Orden. Debajo de la santidad de la Orden, dice Luke, había hipocresía y soberbia que los llevó a fracasar en su mayor misión, proteger a los demás.
Con mucha razón los fans se enojaron con esta caracterización amargada y derrotada del otrora héroe de la Rebelión. Mark Hamill hecho leña al fuego declarando que el personaje que vemos en Star Wars: Episodio VIII no era su Luke. El hashtag #notmyluke corrió por las redes sociales como una chispa en un reguero de pólvora.
Pero en mi opinión, lo que los fans y el mismo Hamill no pueden ver o aceptar es que la derrota de Skywalker, su realización que el camino Jedi es erróneo, es un mecanismo necesario en la historia mayor para reinventar la tradición en alguno nuevo. (Lo más probable es que sí se den cuenta de ello, pero lo rechacen porque no pueden ver los errores en los héroes de su niñez).
Otro tanto dice Yoda, quien aparece como un espectro en la Fuerza para ayudar a Luke a aceptar la destrucción del milenario árbol que hacía las veces de Primer Tempo Jedi. Lo viejo debe arder para que surja lo nuevo. Nosotros debemos dar un paso al costado, insinúa el maestro, porque la salvación no estará en nuestras manos. Nosotros ya fallamos. Fallamos con Anakin y Sidious, con Ben Solo y Snoke.
Ahora le toca a una nueva generación, con nuevas ideas. Eso es lo que está diciendo Yoda con su presencia durante la desaparición del lugar donde la filosofía Jedi nació. Luego del sacrificio de Luke y el escape de la Resistencia (y la inoportuna muerte de Carrie Fisher), no queda nada de lo viejo en el universo Star Wars. Solo una nueva generación inspirada por la voluntad de sus predecesores.
Pero esto no significa borrón y cuenta nueva. Como lo indica esa toma final de los libros originales de las artes Jedi que sobrevivieron en el Halcón Milenario, todavía hay lecciones del pasado que pueden servir en el futuro.
El camino lo marcan los rebeldes
La reinvención de Star Wars de la mano de Disney no se limitó a las películas, sino que se expande en una constelación siempre creciente de dibujos animados, comics, novelas, etc. Desechando el viejo Universo Expandido como Leyendas, la galaxia lejana comenzó a ser construida de nuevo en la Casa del Ratón.
Salvo las dos trilogías de George Lucas, lo único que sobrevivió en el canon fue la serie de Cartoon Network, Clone Wars. Lo que es más se encargó a Dave Filoni, la mente creativa detrás de la serie, que creará un nuevo dibujo, esta vez ambientado en los albores de la Rebelión. El producto final fue Star Wars: Rebels, que se encuentra concluyendo su cuarta y última temporada ahora mismo por el canal Disney XD.
En Rebels, protagonizada por el ex-padawan sobreviviente de la Orden 66 Kanan Jarrus, su aprendiz Ezra Bridger y su grupo de rebeldes, se ha explorado mucho la noción expresa por Luke en Star Wars: Episodio VIII acerca de una extensión de la Fuerza que va mucho más allá de los Jedi.
Personajes como Bendu, quien afirma encontrarse en el “centro” de la fuerza, o los lobos gigantes de Lothal son ejemplos de seres sensitivos a la Fuerza pero no son ni Jedi ni Sith. Esta tradición de expandir el mundo de la Fuerza ya había empezado en Clone Wars con personajes como las brujas de Dathomir, el planeta original de Darth Maul, quienes hacían su “magia” minando el lado oscuro.
Pero las revelaciones están subiendo de tono mientras se acerca el final de la serie. Ezra y los rebeldes encuentran en el Templo Jedi de Lothal un portal a un recinto que esta fuera del espacio y el tiempo. El mismo, con sus pasillos laberínticos, le permite a quien lo recorre viajar a cualquier punto de la galaxia e incluso al pasado y al futuro. Por eso es que el Emperador Palpantine lo busca desesperadamente a través de su enviado, el ministro Veris Hydan, un prelado del lado oscuro.
La entrada al recinto ostenta un mural donde podemos ver una trinidad: el Padre, el Hijo y la Hija. Estos personajes primordiales, que antecede a los Jedi y los Sith por milenios, cuyo origen está asociado al mismo nacimiento de la Fuerza y son básicamente dioses, ya aparecieron en Star Wars: Clone Wars.
En una serie de episodios de la tercera temporada, Obi-Wan, Anakin y Ahsoka llegan en respuesta a un pedido de ayuda a un planeta-nave llamado Mortis. Allí conocen a la Hija, fuerte en la luz, y al Hijo, fuerte en la oscuridad. Sobre ellos está el Padre, quien debe contener el poder de sus hijos para mantener el balance. La trilogía de deidades de la fuerza expresan que hay tres posiciones en torno a la Fuerza. Por encima de la luz y la oscuridad esta el balance. Es decir, más que luchar por que la luz derrote a la oscuridad, se debe aspirar al balance entre ambos, como la trinidad expresa gráficamente.
Un nuevo camino para la fuerza
Teniendo en cuento como funciona Lucasfilm dentro de Disney, con un “story group” que supervisa todo lo producido en el universo Star Wars, no es descabellado empezar a sacar conclusiones de la sincronía entre los conceptos introducidos en las películas y la serie animada.
Mi lectura particular a partir de todos los elementos disponibles hoy, a dos años del estreno de Episodio IX, es que se está disponiendo a solucionar la batalla eterna entre el lado de la luz y el lado oscuro eliminando la dicotomía, y será Rey que lo haga.
La respuesta Jedi al problema del apego, de las emociones desestabilizadores que acompañan el querer a alguien, es igual que en el Budismo negar ese apego. Si amar nos traer miedo, miedo porque el amor se acabe, miedo por que algo malo le pueda pasar a quien amamos, entonces debemos negar el amor. Negar el apego. El Jedi como un sacerdote religioso, se aleja del mundo y sus gentes para estar sobre él y ayudarlo desde la altura. Niega al mundo para salvarlo.
Pero el error en esta negación justamente la razón que empujó a Anakin al lado oscuro, como vimos en Star Wars: La Venganza de los Sith. En el que es el concepto mejor logrado de la trilogía precuela, la incapacidad de lidiar con el amor que sentía por Padme dentro de la filosofía Jedi empuja a Anakin al lado oscuro.
Partido por el miedo que le generaba la muerte de su amada y futura madre de sus hijos, el padre de Luke se encontró con dos respuestas posibles. Los Jedi le dicen que está mal sentir amor por Padme, que su muerte no lo debe afectar porque los Jedi no sienten. No ames, le dicen. Los Sith, por otro lado, le ofrecen la capacidad de usar ese miedo e ira ante la desaparición física de la amada para traerla de más allá de la muerte. Ama hasta el punto del odio y desafía las reglas naturales, le dicen. Todos sabemos como resulta eso.
La tercer lección de Luke para Rey en Star Wars: Los Últimos Jedi, iba en ese sentido. En una escena eliminada, el maestro prueba la voluntad de su discípula al pedirle que no vaya al rescate de las cuidadoras de la isla, quienes estaban a punto de ser asesinadas. Es parte del ciclo natural, le dice Luke, y los Jedi lo respetan al no apegarse a ninguna vida. Rey pasa la prueba al desafiar al maestro e ir al rescate, descubriendo que el ataque era una puesta en escena. El desapego de los Jedi no es la solución, quería decir Luke.
Rey muestra particular aptitud para aprender estas lecciones y renovar la filosofía Jedi y su lugar en la Fuerza. Como nos muestra su conexión con Kylo Ren en Episodio VIII, ella no solo esta dispuesta a escuchar al enemigo, sino que siente compasión para con él. Ella no lo quiere destruir como Luke a Darth Vader, sino que lo quiere salvar. Este mensaje va en linea con el espíritu de la película toda. Como Rose le enseña a Finn al final de la cinta, al odio no lo derrotamos destruyéndolo con más odio, sino con amor. Con compasión.
Con los textos originales, Rey está en una posición ideal para escapar de la dicotomía entre lado de la luz y el lado oscuro. Escapar de la dicotomía entre negar el amor y amar al punto de odiar y temer. Como expresa Luke, hay más a la Fuerza que lo que saben y usan Jedi y Sith. Como expresa Bendu, el ser sensitivo a la Fuerza que aparece en Star Wars: Rebels, existe un “centro” a la fuerza que no es ni luz ni oscuridad.
Haríamos bien en recordar que la profecía del Elegido, la cual motivó a Qui-Gon Jinn a rescatar al niño Anakin en Tatooine, habla de aquel que traerá balance a la Fuerza. Cuando Obi-Wan Kenobi explicita en La Amenaza Fantasma que el Elegido sería quien destruiría a los Sith para traer el balance, Yoda se permite dudar y admitir que quizás la profecía fue mal interpretada.El balance esta en el centro, no en un lado u otro.
Lo mismo explica el Padre a Anakin en Star Wars: Clone Wars, quien se sienta entre la luz de la Hija y la oscuridad del Hijo. El Elegido debería reemplazarlo en el centro, conteniendo los dos extremos que representan sus hijos. Entonces el Elegido no debe destruir a los Sith para darle la victoria de los Jedi. Debe orientar a los Jedi y los Sith hacia el centro de la Fuerza.
Si Rey es capaz de encontrar un centro en la Fuerza como nueva brújula, una solución al problema del amor que no sea negarlo o seguirlo hasta el odio, quizás ella sea la Elegida. Quizás pueda salvar a Ben Solo y redimir el legado Skywalker.
Esta conclusión sería apropiada a la saga de las tres trilogías y ataría nudos desperdigados por todas las producciones, si es que está en la voluntad y la capacidad de J.J. Abrams ejecutarlo. De seguro este camino pondrá a los puristas a echar humo nuevamente en las redes sociales, quienes resentirían un cambio tan radical que fuerza a releer las películas de Lucas y el concepto de la Fuerza. Por lo pronto, yo digo que este si es mi Luke.