En esta nueva entrega de Dragon Ball Color comienza la batalla contra el emperador galáctico.

El final de la Saga Freezer se acerca cada vez más con esta cuarta entrega de Dragon Ball Color de La Nación Coleccionables e Ivrea. Derrotados todos los esbirros, incluyendo a las fuerzas de élite Ginyu, el último obstáculo que le queda a nuestros héroes no es otro que el mismísimo Freezer, tirano galáctico responsable de la destrucción del planeta Vegeta y la raza Saiyajin.

El tomo comienza exactamente donde nos quedamos hace quince días: con Freezer, ahora en su nueva forma, empalando a Krillin con uno de sus cuernos. Cualquiera podría pensar entonces, “haz lo tuyo, Krillin”, en alusión a la propensión del querido personaje a morir dentro de la serie. Sin embargo, en esta ocasión es rescatado por Dende, cuyo poder de curación probará ser uno de los ejes de conflicto en este libro.

De todos modos, el ataque despierta la ira de Gohan, quien ya sabemos es capaz de invocar una fuerza desproporcionadamente más grande cuando está en ese estado que cuando está tranquilo. Tanto es así que llega a asestarle un par de buenos golpes al villano. Pero, lamentablemente, la furia no es suficiente para hacer mella en Freezer.

Quien sí logrará forzar la mano del extraterrestre es Piccolo. Recordemos que él había sido revivido con las esferas del dragón de Namek en el tomo pasado, garantizando con un solo deseo también el retorno a la vida de Kami-sama, y por ende, de las esferas del dragón terrícolas. Además, el otrora villano se fusionó con Neil, mejor guerrero de su planeta, que yacía moribundo. Producto de esta fusión, y su entrenamiento con Kaioh, Piccolo es capaz de dar batalla y hasta forzar una segunda transformación de Freezer, que ahora parece un xenomorfo.

Aprendemos entonces que el emperador galáctico no tiene una, sino 3 transformaciones, y que cada una de ellas le garantiza un crecimiento exponencial de su poder. El tema de las transformaciones probará ser una constante en la obra de acá en adelante, y no lo digo por el momento épico que nos espera en el próximo tomo. Quienes hayan leído el manga en edición blanco y negro, así como quienes vimos y siguen viendo la serie, recordaran que también Cell y Buu, los antagonistas principales que le dan los nombres a las sagas futuras, también atraviesan varios estadios en su camino al máximo poder.

En el caso de Freezer, la última transformación que aquí es revelada es un gran acierto. Tan sencilla como icónica, la paleta a dos colores, la expresión de superioridad, todo lo que se necesita de un enemigo visualmente impactante y memorable está ahí. En ese sentido, aquí nuevamente tenemos una gran ventaja de que nos ofrece la presente edición Color, que vuelca este contraste en cada panel, en lugar de reservarlo solo para la tapa.

Por lo demás, este estadio de la lucha nos trae un momento extrañamente emotivo en las lágrimas de un Vegeta frustrado por su incapacidad de medirse de igual a igual contra Freezer. Como vengo resaltando en las últimas reseñas, en una serie en la cual el desarrollo de personajes se ha aplanado bastante en relación a los comienzos (recordemos, siendo estos no los primeros libros editados por La Nación Colecciones sino la llamada Saga Origen que edita Ivrea en solitario), donde todos se acostumbraron a esperar a que venga Goku a resolver todo, la energía y sentimiento excesivo de Vegeta a resultado en una bocanada de aire fresco.

Aquí lo vemos pasar de la expectativa de subir su poder gracias al poder Saiyajin que le permite aumentar su ki luego de estar cerca de la muerte y los poderes curativos de Dende, a la más amarga decepción al darse cuenta que si existe un Super Saiyajin, él no lo es. Finalmente, el terco guerreo encuentra en estas mismas páginas a su muerte (¿o no?)

 

La irrupción de Goku hacia la mitad del libro desencadena la pelea que ocupa el resto de las páginas del tomo, así como breve intercambio donde no solo se explaya acerca de la destrucción del planeta Vegeta a manos de Freezer, sino que se revela que entre la resistencia que intento evitar el genocidio planetario se encontró Bardok, el mismísimo padre de Goku (imposible confundirlo porque es exactamente igual al hijo, pero disfrazado de Rambo).

Recordemos que este es un personaje creado originalmente para un especial de televisión, una suerte de capítulo extra largo emitido fuera de la temporada del anime semanal, el cual pudo ser visto también oportunamente cuando el mismo se emitió en Latinoamérica en los noventa.

Finalmente, las últimas 100 páginas del libro son ocupadas por un intercambio de golpes y disparos de energía entre Goku y Freezer. Si bien en este mismo tomo encontramos ejemplos de algunas de los aspectos en los cuales Dragon Ball se queda corto (por ejemplo, la necesidad de agregar cajas de texto en la secuencia de Vegeta, porque Toriyama no se tiene suficiente confianza para intentar trasmitir esos sentimientos solo con imágenes), esta pelea demuestra porque el manga es tan popular. Esta es la razón por la que pagamos la entrada, por decirlo de alguna manera.

Y si pelea es lo que queremos, entonces el próximo, y último, número de la presente saga no puede sino deleitarnos. Después de escuchar nombrar en susurros y en gritos el nombre de Super Saiyajin, por fin lo podremos ver con nuestros propios ojos en 15 días. Nos leemos entonces.

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