Reseña del Volumen 2 de Dragon Ball Color – Saga Saiyajin, publicado por Colecciones La Nación e IVREA.

La primera entrega de Dragon Ball Color, la colección lanzada conjuntamente por La Nación Coleccionables y editorial Ivrea, nos había dejado en plena secuencia de entrenamiento. Ya saben, esos clásicos impasse de la serie, que median entre pelea y pelea, y justifican que los personajes salgan con niveles de poderes inauditos y técnicas espectaculares que nunca habíamos visto.

 

Más precisamente, Goku promedia su entrenamiento bajo Kaio-sama, su hijo infante Gohan continúa bajo el cuidado de su, hasta hace meses apenas archienemigo, Piccolo, y el resto de los guerreros Z ascendieron hasta el cielo para ser instruidos por Kami-sama (si bien esto sucede fuera de esta colección, recordemos que el mismo Goku realizó ese mismo entrenamiento anteriormente). Todo esto en preparación para el arribo de los temibles Saiyajin, quienes según su difunto compañero Raditz poseen un nivel de poder mucho más elevado que el suyo.

Este segundo tomo salta directamente al final del plazo de un año, para ubicarnos a horas del aterrizaje de los extraterrestres a la Tierra. Todos están listos para la batalla, y se han vuelto más fuertes que antes. El entrenamiento de Goku ha sido especialmente exitoso, logrando no solo aumentar su poder exponencialmente (el camino que le costó 6 meses recorrer ahora lo hace en menos de dos días), sino consiguiendo dos ténicas nuevas: el Kaio-Ken y la “vieja y confiable” Genkidama, que como veremos a través de estas reseñas se transformará en el deux ex machina distintivo de Dragon Ball.

 

El arribo temprano de los Saiyajin, o el retraso de Goku, según se lo mire, fuerza a Piccolo, Gohan, Krillin, Ten Shin Han, Yamcha y Chaos a hacerse cargo de la defensa de la Tierra. Esta “última parada” genera muchos momentos de dramatismo y tensión, que sumados a la acción de la lucha logran ese combo adictivo que caracteriza al manga. Si bien para esta altura de la obra, la reacción ante algunas consecuencias de la pelea deja en claro que el recurso de las Esferas del Dragón ya ha limado bastante el impacto y sorpresa que ciertas tragedias tiene (como para decirlo sin spoilers), este libro también demuestra que Toriyama todavía podía emocionarnos con algunos sacrificios y momentos emotivos.

Esta es, además, una de las últimas veces en Dragon Ball que alguien que no sea Saiyajin tiene algún tipo de incidencia en el resultado de la trama. Como esta misma pelea ya da indicios, la introducción del concepto de esta raza alienígena y la apertura de todo un cosmos de seres poderosos tuvo el efecto no deseado de volver completamente inútiles a personajes que habíamos aprendido a querer, reduciéndolos a un adorno, un coro de caras sorprendidas y consternadas. Este es, a mi entender, uno de los grandes pecados que lo que conocemos como Dragon Ball Z cometió.

 

Sin embargo, leyendo este segundo volumen, este resultado no está del todavía decidido. Todo lo contrario, la revelación de que Piccolo y Kami-sama son realmente extraterrestres del planeta Namek, al igual que el retcon que hizo de Goku un Saiyajin realmente abren el mundo de la serie y generan gran expectación al leerlas. Lamentablemente, algo de este efecto se ve reducido en su potencia si no tenemos fresca la infancia de Goku.

Por lo demás, Toriyama prueba aquí con creces porque es el maestro del shōnen de peleas. El dinamismo de los movimientos y el impacto de los golpes se leen como si uno lo estuviera viendo en movimiento. Ayuda mucho en esto el color, incluso de las onomatopeyas, que simultáneamente los hace saltar los dibujos de la página y les otorga mayor sensación de profundidad.

De Vegeta, quien cumple en tomo un rol más bien conspicuo, dejando que Nappa ponga el cuerpo, no dire mucho. Me lo guardo para la reseña del próximo libro. Eso sí, vale señalar que en estas páginas nos regala dos momentos memorables que han trascendido Dragon Ball e incluso el mundo del manga, para convertirse en memes insignes del firmamento de la cultura de Internet: el “over 9.000!” (aquí bien traducido como “más de 8.000”) y el “vayamos a pelear a un lugar donde no haya nadie”.

 

En cuanto a los que es factura, sostengo todo lo que dije del primero volumen. El diseño y a calidad es excelente, más aún lo es si se tiene en cuenta el precio. En particular, me gusta el detalle de la laca sectorizada de la tapa y contratapa (salvo cuando le estoy sacando fotos para redes sociales, porque el brillo te vuelve loco).

Algo que quizás no señale con mucho hincapié en la reseña anterior son los extras que llegan una vez terminado el manga en sí. En este caso encontramos una segunda entrega de Enter the Dragon Ball, una sección destinada a poner al día con la vida de Goku a quienes no hayan leído las sagas Origen y Piccolo. Además, 7 Preguntas y Respuestas del Dragon, que hacen las veces de las famosas “Aclaraciones a la traducción” que caracterizaron originalmente las ediciones de Ivrea, dando detalles sobre elementos que aparecieron anteriormente (como las semillas del ermitaño) o puntos de la trama que podrían ser confusos. Todos complementos que vienen más que bien para el lector que no esté tan familiarizado con la serie.

Este volumen termina ni bien cuando comienza la épica primer pelea entre Goku y Vegeta, lo que nos promete una próxima entrega con más acción todavía ¡Nos leemos en 15 días!

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