En Geeky celebramos los 1000 capítulos de One Piece con un poco de nostalgia y mirando el futuro de la serie.
En su saludo conmemorativo a llegar él mismo a serializar 1.000 capítulos de One Piece en la Weekly Shōnen Jump, y ahora Manga Plus para nosotros en el resto del mundo, actúa descreído de haber estado dibujando su magnus opus por 23 años consecutivos. Media vida, agrega. Para muchos entre los lectores, las aventuras de Luffy y los Sombreros de Paja también han sido una empresa de media vida, y quizás la sorpresa nuestra no sea solo con la inverosímil ética de trabajo del autor, sino con el hecho de que después de tanto tiempo, seguimos aquí, pegados al a página o la pantalla, tan o más emocionados que nunca.
En mi caso, mi primer contacto directo con One Piece se dio en la pantalla de Cartoon Network, hace ya largos 15 años, en 2006. Para entonces, la serie de Oda-sensei ya estaba cerca de cumplir una década rompiéndola en las páginas del semanario de Shueisha, y hacía más de siete años que hacia las delicias de los niños en la TV japonesa. Sin embargo, por alguna razón, y pesar que para entonces el anime era una “marca” exitosa en Argentina desde hacía un buen tiempo, Luffy y compañía tardaron en desembarcar en los televisores vernáculos. Para empeorar las cosas, cuando llegaron fue vía la hoy detestada versión de 4 Kids, con cortes y edición digital incluidos, por ejemplo, para cambiar el cigarrillo de Sanji por un chupetín.
Cartoon Network no hizo tampoco la tarea, emitiéndolo en horarios poco atractivos y con pocas repeticiones, logrando que la serie pasara bajo el radar. La mala suerte de One Piece en nuestro país no terminaría ahí, ya que dos años más tarde el manga sería licenciado oficialmente por la novísima y malograda editorial Larp, que procedería a publicar poco más de 40 tomos a lo largo de una década, de una serie que originalmente se propuso como mensual. Este, entre otros factores, los llevó a perder finalmente la licencia hace un par de años a manos de su rival Ivrea, que hasta el día de hoy continúa publicando la serie a ritmo de dos tomos mensuales.
Sin embargo, esos tiempos eran la infancia de la banda ancha, y por ende del scanlation en nuestro humilde rincón del mundo, por lo que la probada que tuvimos muchos en Cartoon Network fue suficiente para que nos volquemos a la red de redes y busquemos la fuente de todo, la obra maestra de Oda. Desde entonces, con desencuentros, periodos de distanciamiento y otros de lectura febril, One Piece me ha acompañado por 15 años y contando, tras los cuales llegamos a este hito: el capítulo 1000. Un logro impresionante para una serialización semanal ininterrumpida, que no es un gag manga (KochiKame alcanzó 200 tomos en la misma Jump) o que no es dividida en varias series o pasada a una revista mesual (como es el caso de los también paisanos de la Jump, Jojo’s Bizarre Adventure o Captain Tsubasa). Veamos que nos depara este histórico capítulo
El capítulo #1000
Si hablamos del capítulo mil, es porque hubo novecientos noventa y nueve antes. Y aquí reside la gran potencia de One Piece. Si bien lo que podríamos llamar “epicidad”, la cualidad de lo épico, es un ingente clavel del shōnen, en la serie de Oda este se encuentra multiplicado a la enésima potencia por la escala de la misma. Mientras nos hemos acostumbrado a través de mangas y animes como Dragon Ball o Saint Seiya (aquí más conocidos como Los Caballeros del Zodiaco) a una estructura definida por sagas, cada cual con un poderosísimo enemigo al final, nuestro mangaka ha redoblado la apuesta logrando con gran claridad de visión y planeamiento insertar cada uno de esas sagas y los arcos que lo componen en una historia que se siente una única, con una sola dirección desde el principio: el viaje hacia el One Piece.
La vastedad del mundo fue clara desde casi el principio, sea con la demoledora aparición del Shichibukai Dracule Mihawk en el capítulo 49, del rebelde Dragon en el 100 o de Silvers Rayleigh en el 500. Justamente por esta tradición de introducir personajes que revientan nuestra concepción del mundo hasta ese momento en capítulos redondos (o casi) es que muchos teorizaban acerca de quién sería quien debutara en este celebratorio número 1000 ¿Aparecería finalmente el Dr. Vegapunk, acaso el más legendario y elusivo de los nombres propios en la serie? ¿Aprenderíamos finalmente que significa esa inicial D. que adorna a los personajes más decisivos de la serie, como amago Yamato la semana pasada?
Pero Oda tenía otros planes. Antes que revelar un personaje o dato secreto hasta el momento, este capítulo 1000 se trató de comenzar a cerrar antes de seguir abriendo. En estas 19 páginas, que se pasan volando, el mangaka se limita a terminar de ubicar las fichas en el tablero, llevando por métodos varios (Marco MVP) a los otrora Supernovas (Luffy, Zoro, Kidd, Killer y Law) frente a los dos Emperadores: Kaido y Big Mom. Tras cerciorarse de la derrota de los samurái, el protagonista le planta una trompada al capitán de los Piratas Bestias y declara una vez más, que él será el rey de los piratas.
Este acto, repetido a lo largo de la serie, reverbera de manera diferente aquí. Primero, porque estamos hablando del capítulo 1000, nombrado a secas “Luffy Sombrero de Paja”, pero por sobre todo porque esta vez se lo está diciendo a la cara a dos de los cuatro Emperadores del Mar, es decir, los candidatos naturales a capturar el One Piece y reclamar el título para sí mismos.
Es que, a pesar de lo que puedan decir algunos despechados que no leen el manga, pero despotrican en redes, One Piece no es de goma, ni infinito. Es una serie que cuenta una historia, que tiene un punto de llegada, y esa meta, después de tantos años, por fin puede verse en el horizonte.
A Laugh Tale y más allá
Si bien desde hace años ya que se viene especulando sobre cuándo podría terminar One Piece, este 2020 trajo una situación novedosa: por primera vez tanto la editorial como el autor reconocieron que el final está cerca. Que la serie está, de hecho, terminando.
Claro que, en la escala colosal de una obra como la que Oda está desarrollando hace casi un cuarto de siglo, estar en el “arco final” nos pone, según la misma estimación del mangaka, todavía a 5 años de leer la viñeta final. (Yo, particularmente, imagino el manga alcanzando 120 volumenes, es decir, alrededor de 1200 capítulos, lo que le daría cierta simetría a la serie pre y pos timeskip).
¿Qué nos queda por ver? Pues de seguro la carrera final hacia Laugh Tale con la ayuda de los 4 Poneglyphs rojos, la isla final del Nuevo Mundo y lugar donde Gol D. Roger enterró al One Piece. Un viaje que de seguro involucrará a los otros dos Emperadores (Barbanegra, el yang al yin de Luffy, y Shanks, su mentor y dueño original del sombrero de paja). Si serán también de la partida Big Mom o Kaido, lo descubriremos a lo largo de este año.
También es necesario una resolución al choque entre el Gobierno Mundial, que hace no tanto descubrimos está encabezado desde las sombras por el misterioso Im, y los revolucionarios de Dragon y Sabo, cuyo desenlace todavía nos es esquivo tras su incursión en la Reverie, así como el de Vivi. Pocas dudas quedan que, si tan poco como un pelo de su cabeza fue dañado, será razón suficiente para que los Sombreros de Paja se involucren en la batalla por el destino del mundo.
Y, además, decenas de misterios que quedan aún por resolver y promesas por cumplir. Se sospecha que el legendario pirata Rocks podría ser de la partida en este tramo final, y parece imposible que, tras años de pistas, la serie termine sin que veamos a Vegapunk. Asimismo, los fans no perdonarían que Oda termine el viaje sin permitir que Usopp realice su visita a Elbaf. Por mi parte, pocas cosas me generan tanta intriga como la Luna y sus diferentes especies de seres alados, en la cual que se encuentra Enel, y si acaso veremos su regreso. O mejor aún, un viaje al espacio del Thousand Sunny.
Lo único seguro es que queden 5 o 10 años, doscientos capítulos o mil más (aunque preferiría que la serie termine antes de que me jubile), los lectores esteremos felices de seguir acompañando a Luffy y sus Sombreros de Paja mientras logran el cometido de convertirse en la tripulación del rey de todos los piratas.