Cuphead es una experiencia inigualable, por sus aciertos y sus errores.
“Cuphead es el mejor juego indie del año. Es puro hype. El mejor juego indie de la historia. Es una copia del Contra. Es una obra maestra. Es el producto de la lucha de dos hermanos por llevar adelante su visión de todo lo que estaba bueno de su infancia, y es tan grande por sí sólo que sobrepasa la categoría que las interwebs le dieron de ser ‘El Dark Souls de los juegos de plataformas'”.
Si las últimas dos semanas de vida en la web nos enseñaron algo es que entre otras cosas Cuphead es definitivamente un suceso, ya sea por su dificultad, por su estética retro súper cuidada o simplemente por culpa del hype. O tal vez sea justamente por todo eso: un millón de copias vendidas en Steam solamente en 15 días tiene que significar algo.
Cuphead es el debut de Studio MDHR y es (realmente) un muy buen juego que se benefició de la construcción de un hype que lleva más de tres años de gestación y contando. Y de un hype super justificado porque, admitámoslo, estéticamente es una maravilla y desde el segundo que escuchamos al barbershop quartet cantar la canción del inicio es imposible no tener una sonrisa en la cara.
En el sentido más estricto posible, Cuphead es un run & gun que nos enfrenta a una serie de bosses (más de 30) a los que tendremos que derrotar para hacerle un favor al diablo. El juego cuenta con algunos niveles de plataformas también, en los que conseguiremos monedas para comprar armas y upgrades, como un dash que nos hace invulnerables o un disparo teledirigido, muy útil cuando lo único que nos importa es esquivar los ataques enemigos. El juego se puede jugar sólo o en local coop, en donde nuestro fiel compañero Mugman nos acompañará.
Sí, por momentos Cuphead puede parece otro caso de “style over substance” (o estilo sobre sustancia, dicho en criollo). Y si bien no ofrece nada nuevo en materia de gameplay (Studio MDHR siempre dijo que sus inspiraciones fueron Gunstar Heroes, Contra o Metal Slug y casi las siguieron al pie de la letra) Cuphead es una experiencia súper sólida que nos apela a que recordemos (o aprendamos a palazos) las mecánicas de esos viejos juegos de plataforma. O de otros casos como Joe & Mac o Ghouls n’ Ghosts por citar ejemplos.
Más que apelarnos, Cuphead nos revolea con todo lo que tiene a mano y nos obliga a jugar de esa manera: como lo hacíamos antes, perdiendo mucho hasta lograr descifrar cómo matar a esa zanahoria gigante con poderes telekinéticos, o a la pareja de sapos boxeadores que muta en una máquina tragamonedas. Porque Cuphead es un juego difícil, frustrante y restrictivo. Es un juego que bloquea una buena parte de sus escenarios e incluso los jefes finales a aquellos que desean jugarlo en una dificultad baja (“Simple”, como la catalogan ingame), en una decisión bastante discutida en los últimos días en cuanto portal de juegos encuentren.
Pero aún a pesar de esto es una experiencia maravillosamente adictiva. Porque si Cuphead es después de todo un caso de estilo sobre sustancia es definitivamente el mejor de los últimos años. Los animaciones, los diseños de los personajes y específicamente la música, todos estos condimentos son los que sostienen la experiencia. Hay un cuidado por los detalles tan minucioso que pueden llevarnos a no dar cuenta que esos sapos que bailan al ritmo de un jazz upbeat nos vienen matando hace 20 intentos. Y a decir que el próximo intento va a ser el final, el que nos deje conocer al próximo boss surreal que va a bailar con otro ritmo mientras nos asesina otras 20 veces. En mi gameplay (que duró cerca de 10 horas) pasar el juego me tomó unos 312 intentos y unos 60 solamente en el anteúltimo jefe, uno de las experiencias más despiadadas y hermosas que jugué en mucho tiempo.
Ahora, ¿Es realmente una obra maestra? Bueno, eso va a depender de cómo Cuphead resista al paso del tiempo. Tiene todo lo necesario: es un juego muy difícil de igualar estéticamente; tiene cierta rejugabilidad (pasar el último boss destraba otro nivel de dificultad aún más perverso y Studio MDHR garantizó que habrán DLCs, por lo que podemos esperar más personajes bizarros); y hasta una mística y un halo de épica (contando por ejemplo la historia de cómo sus creadores hipotecaron su casa para poder terminarlo después de 3 años de trabajo).
Cuphead es definitivamente uno de los mejores juegos del año porque se destaca no por sino a pesar del hype, porque nos dio una experiencia inigualable y porque ningún juego puede ser malo si todos sus personajes bailan. Aunque busquen matarte todo el tiempo.