EmergeWorlds Pty. Ltd. nos regala esta aventura steampunk de un caballero y una masa amorfa de poderes sobrenaturales que forman una inesperada alianza para perseguir sus metas en un mundo decadente.
Son muchas las variables que hacen a un juego triunfar. Se trata de un balance delicado entre innovación, capacidad gráfica, diseño, jugabilidad, y demás elementos que, oportunamente combinados, puede producir pequeños y grandes hitos pese o incluso gracias a sus falencias. En esa tónica, un humilde pero pujante estudio de Brisbane, Australia, llamado EmergeWorlds Pty. Ltd. apostó a elementos conocidos barajados novedosamente para crear Dros, una encantadora aventura steampunk que, sin grandes pretensiones, hace bien los deberes.
Un contexto retrofuturístico de caballeros, tecnología catastrófica y colapso universal dan contexto a la misión de nuestra protagonista Dros, una criatura que se sirve de caparazones o cuerpos ajenos para su supervivencia. De concepción desconocida y camino incierto, Dros se encuentra envuelta en una alianza improbable con un hidalgo (apodado “el capitán”) en desgracia que vuelve a la vida gracias a la pequeña criatura. Cada quién con su agenda, caballero y mutación resolverán una serie de puzzles imbricados a acción y pequeñas batallas para cumplir sus objetivos.
Una historia como impulso
La sencilla premisa de la pequeña Dros y su amistad insospechada con el capitán son suficiente como para motorizar la trama. Esta se construye a través de una sucesión de niveles de mazmorras que deberemos completar batiéndonos a duelo con enemigos y resolviendo rompecabezas de dificultad ascendente. En el medio interactuaremos con personajes que nutren una historia algo gris, con dotes de originalidad, pero con atractivo pasajero. De a momentos, es posible atrapar al jugador con curiosos enigmas que van revelando información sobre los personajes, pero a la vez, es posible que nos encontremos presionando A repetidamente en los diálogos, so pena de perdernos información relevante entre textos intrascendentes.
Se trata de balance, y Dros lo entiende. El equilibrio entre elementos es delicado y hace que, por instantes, la historia se destiña. Nada impide disfrutar el desarrollo de la aventura, especialmente cuando la comedia le otorga fluidez al relato. Se entiende que la historia está en servicio del gameplay, y la virtual ausencia de cutscenes aceita esa dinámica fluida. Entonces, no es necesario imbuirse en la narrativa para disfrutarlo, pero hay en ella un plus para los que valoran una buena historia, aun cuando la forma de contarla tiene aciertos y desaciertos.
La estética retrofuturista
El apartado audiovisual no es lo más destacado de Dros, lo cual no quita un admirable trabajo estético. Dicho de otra manera, el juego exhibe una animación caricaturesca sin grandes sorpresas, con partituras amables que no acaparan la atención de un jugador abocado a la aventura, y nada en el diseño de los personajes se destaca especialmente, con un gusto leve a “esto ya se ha visto”. Ahora bien, Dros apuesta constantemente a la sinergia de elementos prexistentes, y la conjunción de estos elementos conocidos da como resultado estético un interesante mundo retrofuturista y apocalíptico más que interesante.
El árbol no debe tapar al bosque, y Dros logra un frondoso mundo visual al servicio de la aventura. Cada objeto dentro del mapa sirve un propósito mayor al estético, y si llama la atención, es para cumplir un rol dentro de la jugabilidad. En el mismo tenor, los personajes secundarios gozan de un desarrollo propio interesante, sin excesos, pero con su propio candor. Sin impresionar, Dros tilda los casilleros necesarios para atraer al jugador por los ojos y oídos sin distraerlo de su cometido.
El arte de combinar gameplays
Nada hay de novedoso en Dros, y esto es, quizás, su gran acierto. La aventura ofrece una mezcla de niveles de mazmorras con puzzles, un poco de RPG y una pizca de acción. Dicha conjunción toma un color diferente en la medida en que debemos disociarnos entre un caballero capaz de atacar y una criatura capaz de saltar. Como si escindieramos los botones de nuestro control en dos personajes, la alternancia entre protagonistas nos permite resolver los distintos rompecabezas, desarrollar nuevas habilidades y desentrañar el misterio detrás de los motivos que guían a los personajes. Yendo de la Dros al capitán, la dinámica de uso múltiple se vuelve repetitiva de a momentos, pero el juego lo soluciona con las crecientes habilidades que ellos van incorporando. Por el contrario, el coleccionismo dentro del juego puede resultar atractivo para los amantes de completar juegos al 100%, pero poco estímulo tienen para que solo disfrutarán la aventura una vez.
Sin embargo, no todo lo que brilla en las mazmorras es oro. Los movimientos de nuestros protagonistas y la cámara tienen sus taras, haciendo que el avance de la aventura sea atolondardo de a momentos. Perder vidas no tiene grandes costos, pero los controles tienen esos instantes de falta de afinación que pueden resultar frustrantes. Más aún, los diálogos, si bien humorísticos, a veces entorpecen la dinámica del juego, pero omitirlos puede ser traicionera ocasionalmente. Estos pequeños traspiés no son óptimos, pero tampoco le quitan a Dros su discreto encanto.
¿Dros o no Dros? Esa es la cuestión
No toda en la vida es un triple AAA, y necesitamos humildes pero divertidos juegos para pasar el verano/invierno antes y después de los tanques de cada consola. Dros nació para ese nicho, aquel lugar sin grandes pretensiones que permite evadirse de la realidad un rato. La palabra “memorable” queda ya más a subjetividad de cada gamer, pero sí le cabe aquel discreto encanto de la buena factura. Sus puntos en contra vienen más de la mano de lo que EmergeWorlds Pty. Ltd. no quiso/no supo/no pudo mejorar, pero que compensa con estilo y amor al producto. En ese sentido, es evidente el cariño del equipo detrás de Dros y su inventiva aventura dual que merece al menos el rato. Diseñado para un amplio público que puede entrar por la acción, por el ingenio o incluso por la premisa, no debe ser apreciada como exponente de sus partes sino como un todo bien amoblado, una vívido y encantador espacio de diversión con reconocible potencial y un balance razonable entre promesas y certezas.
Sin impresionar, Dros combina una serie de elementos ya conocidos para lograr una equilibrada aventura en un universo paralelo bien construido. Sus pequeños desajustes no soslayan un videojuego construido con estilo y amor al producto, tratando de interpelar a una audiencia amplia que pueda apreciar el bosque por sobre los árboles.