Disparos, explosiones, frenetismo y un clima descontrolado se reúnen en Just Cause 4. ¿Cómo ha vuelto Rico Rodríguez? Te lo contamos.
Square Enix y Avalanche Studios no se toman descanso y ya están de regreso con una nueva entrega de la saga Just Cause. La cuarta, en este caso, promete potenciar todos sus demoledoras características sumando un clima feroz en el mapa más grande visto hasta ahora en la franquicia. La fórmula nunca fue perfecta, lo sabemos, pero sí muy divertida. ¿Aún lo es?
Para esta cuarta parte volvemos a encarnar al rebelde Rico Rodríguez, quien esta vez irá tras los cabecillas del Proyecto Illapa, una organización que tiene como objetivo alterar el clima artificialmente para así acabar con todos aquellos que se le pongan por delante. Mientras se encuentra con viejos amigos, descubre secretos de la agencia y de su propia familia, Rico se enfrenta a las más duras condiciones meteorológicas y, por supuesto, al ejército de la Mano Negra.
Siguen sin tener demasiado que contar…
Muchos de ustedes lo sabrán, contar cuál es la trama de Just Cause 4 es una mera formalidad. En esta nueva entrega, la historia vuelve a ser un factor absolutamente secundario, al igual que en todas las anteriores. Es cierto que la esencia de la saga pasa por otro lado, pero de verdad echamos de menos que tengan algo más para contarnos. Esto se siente mucho cuando, en la poca narrativa que se nos presenta, encontramos hechos que podrían tener un potencial si se desarrollaran como es debido.
Por el mismo camino transita Rico Rodríguez, quien como protagonista vuelve a presentar una falta de personalidad demasiado grande. Sigue siendo ese héroe que intenta seguir los pasos de Nathan Drake (Uncharted), pero que está a años luz de distancia. Incluso animándonos a decir que estamos ante su versión más lucida, seguimos considerando que le falta muchísimo para ser un personaje memorable dentro de la industria.
Y lo mismo recae sobre los personajes secundarios. Mira Morales y Tom Sheldon -una especie de Sully (Uncharted) mal diseñado- son los que intentan sacar el bote a flote, pero a pesar de ser los suficientemente simpáticos como para que les agarremos cariño, no pueden remontar una lista de personajes absolutamente desdibujados y carentes de personalidad.
Probablemente todos estos elementos terminan por hundirse debido a su guion. El libreto es tan básico que realmente no importa si nos perdemos alguna que otra escena durante la aventura. Ni hablar de lo que dialogan los NPC’s que andan por ahí dando vueltas, te vas a cansar de escuchar las mismas frases una y otra vez.
… pero la acción es cada vez mejor
Cuando se nos presentó por primera vez la fórmula Just Cause la cosa estaba clara: lo que importa es la acción. Y al igual que solo podemos echar reclamos sobre su historia, los halagos llueven para la parte en la que los protagonistas son las armas y los vehículos. En esta entrega los combates son más adictivos que nunca y la climatología le da un plus bastante aceptable, aunque no lo suficientemente explotado para nuestro gusto.
El arsenal que se nos presenta es el más completo de toda la saga, además de un amplio abanico de vehículos que pasan por el agua, la tierra y el aire. Todos estos elementos nos permiten vivir en una verdadera película de acción, de esas extremas en las que el protagonista es invencible y las explosiones están por todos lados. Es verdaderamente adictivo ponerse en la piel de Rico Rodríguez y desatar el caos de un segundo para el otro, pasando de un tiroteo contra decenas de enemigos a colgarnos de un helicóptero y empezar a disparar misiles para todos lados.
Todas estas mecánicas ganan mucho gracias al siempre fiel gancho del protagonista, que esta vez llega con un buen puñado de nuevas funcionalidades que no solamente le dan una gran versatilidad, sino que además nos permite generar momentos totalmente divertidos. Para completar el combo regresan el paracaídas y el traje volador, dándonos todo tipo de posibilidades a la hora de movernos y de abrirnos lugar entre las líneas enemigas.
El ¿paraíso? de Solís
Como ya es costumbre, Square Enix y Avalanche Studios nos llevan a un país inventado en América. Esta vez es el turno de Solís, el mapa más grandes visto hasta ahora en la franquicia y con diferencia. Sin embargo, no vale solo el tamaño sino también la diversidad que podemos encontrar en él. En esta segunda parte no podemos decir que falla, pero sí que nos hubiera gustado ver un poco menos de selva y alguna que otra ciudad más, con una población considerablemente mayor.
Aún así recorrer el territorio sigue siendo una actividad a disfrutar, no solo por la cantidad inmensa de formas en la que lo podemos hacer, sino también por sus paisajes. Las posibilidades son casi infinitas, con todo tipo de vehículos a nuestra disposición, y un sistema de viajes rápidos perfecto para quienes no quieran perder el tiempo yendo de un punto a otro. El sistema de entregas también regresa y más pulido que nunca, pudiendo pedir que nos traigan prácticamente cualquier cosa y en cualquier momento.
Y aunque Solís es un país paradisíaco, con sus rascacielos y sus playas de arena blanca, el Proyecto Illiapa lo ha arruinado un poco todo. Justamente uno de los protagonistas de Just Cause 4 es la descontrolada climatología, que nos presenta tormentas eléctricas destructivas e inmensos tornados. Lamentablemente creemos que ambos recursos no fueron aprovechados como deberían. Las tormentas son realmente poco relevantes, más allá de complicar un poco las cosas con los relámpagos, mientras que los tornados aparecen cuando la historia ya avanzó demasiado y regresan con muy poca frecuencia. Esto es una pena, más si tenemos en cuenta que cada vez que lo hacen nos regalan momentos épicos.
Un apartado técnico oxidado
La saga Just Cause nunca destacó por ninguno de sus elementos técnicos. Sin embargo, en esta cuarta parte ya empezamos a reclamarle una mejora urgente. Comenzando por los gráficos, los cuales parecen sacados de la anterior generación de consolas, no podemos tolerar tantos fallos en las texturas. Si no es porque tardan siglos en cargar, es porque directamente no están pulidas y nos provocaban verdaderos dolores oculares. En las escenas rápidas, en las que avanzamos a gran velocidad de un punto a otro, están maquilladas con un efecto blur que no hace más que empeorar las cosas.
A nivel diseño el juego también está mal, con personajes feos y poco trabajados entre lo peor del combo. A nivel sonoro el juego tampoco va del todo bien, aunque el sonido de los disparos no está mal, hay fallos bastante seguidos y las voces de los personajes dobladas al latino suenan como si se hubieran grabado dentro de una caja. Sin embargo sí tenemos que destacar una banda musical muy inmersiva, que acompaña los momentos más potentes de la aventura a buen nivel.
Por el lado de la jugabilidad debemos decir que está bien en líneas generales, aunque después de tantos años con mecánicas tan similares esperábamos que todo esté mucho más pulido al final de cuentas.
Just Cause 4, el veredicto final
Con sus pros y sus contras, Square Enix y Avalanche Studios vuelven a traernos la fórmula de siempre. En otras palabras, esta entrega de la saga es más de lo mismo con todo lo bueno y lo malo que eso significa. La parte narrativa sigue siendo igual de pobre que siempre, pero en cuanto nos sumergimos en la acción nos olvidamos de la historia y nos volvemos adictos a disparar, colgarnos con el gancho y hacer volar todo lo que se nos cruza en el camino.
Just Cause 4 tiene muchos fallos, pero al mismo tiempo posee elementos claves que nos mantienen atados al joystick durante horas y horas, sumando alrededor de 25 solo con misiones principales. Los jugadores que busquen algo más que disparar sin cesar no encontrarán en Solís lo que están buscando, pero los que quieran acción pura y dura han llegado al lugar indicado.