Life is Strange vuelve a nosotros con True Colors, una nueva aventura que mezcla sentimientos, grandes personajes y que potencia lo mejor de la saga.
El mundo es una vorágine de hechos, sentimientos y actividades que muchas veces no nos dejan parar. Los videojuegos a veces parecen acompañar ese ritmo y a veces, con títulos como Life is Strange: True Colors, nos invitan a frenar la pelota y disfrutar de una profunda historia mientras decidimos, con una clase de simpleza y una clara intención, qué es del destino de sus personajes.
Como cada vez que analicé un Life is Strange voy a aclarar que no son juegos para todo el mundo, pero esta vez más que nunca invito a todos aquellos que no se hayan sumergido en la saga a darle una oportunidad, porque lo que puede llegar a regalarles a cambio es realmente único. En este caso voy a analizar la última entrega, que llega de la mano de Deck Nine Game, estudio que vuelve a poner a la franquicia en lo más alto.
El poder de los sentimientos
Life is Strange: True Colors nos permite conocer a su protagonista, Alex Chen, una joven que perdió a sus padres y a los 21 años por fin vuelve a reencontrarse con su hermano en un pequeño pueblo llamado Haven Springs. En ese poblado de Colorado Alex parece estar encontrando, por fin, su hogar pero (claro, se trata de un Life is Strange) una tragedia no tarda demasiado en sacudir su realidad. Es ahí cuando decide sacar a flote su poder, la capacidad de ver el aura de la gente para así leer sus sentimientos y manipularlos.
Realmente no puedo decir que la saga haya bajado demasiado la vara en alguna de sus entregas, de hecho es increíble como pueden llegarnos siempre independientemente de lo que cuenten, pero lo cierto es que esta cuarta parte vuelve a poner la narrativa en lo más alto. La calidad de su relato y los giros inesperados vuelven a ser bandera, mientras que en esta ocasión hemos encontrado un desarrollo de personajes aún más profundo de lo que nos tenían acostumbrados. Es imposible no involucrarse con Alex, con su dura vida, con quienes la acompañan y con el lugar que ahora habita.
Es que Life is Strange: True Colors tiene esa capacidad de llevarnos a Haven Springs. Este pequeño mundo abierto por el que la mayoría del tiempo podemos movernos con libertad, ayuda mucho a la inmersión y a que nos olvidemos de que solo es un videojuego (como si fuera poco decir). La sensación es que quisiéramos estar ahí en la vida real y, de igual forma, impacta en nosotros la vida de Alex y el compromiso por querer luchar por su causa e intentar decidir qué es lo mejor para ella y los que la rodean. Claro está que la felicidad no abunda en su historia, como no pasará en ninguna entrega de la franquicia, pero quizás esa es la fórmula que hace que cada uno de sus personajes se quede con nosotros incluso después de despedirnos de ellos.
Decidiendo el destino de Haven Springs
Como los anteriores juegos de la saga, Life is Strange: True Colors es una aventura interactiva con todas las letras. Como si se tratara de una película de las buenas de Hollywood, en la que podés tomar las decisiones por el protagonista y, de vez en cuando, meter un poquito más de mano. En esencia ese es el gameplay de este título y es por eso que muchos le son esquivos. El núcleo de la jugabilidad nos invita a ir de un punto a otro para interactuar con personajes y cada cierto tiempo, decidir qué responder. A mi me resulta una actividad increíblemente divertida, más aún cuando los diálogos están tan bien escritos y las elecciones que se nos plantean son realmente difíciles de tomar.
Lo bueno es que con esta entrega Deck Nine Games decidió llevar la cosa más allá para que podamos decidir el destino de prácticamente todos los habitantes de Haven Springs. Tenemos a nuestras protagonista, sobre la que tendremos todas las variantes, los personajes secundarios en los que influenciamos mucho a lo largo de la historia y ahora se suman también personajes terciarios, a los que podremos leer en momentos específicos y desbloquear diálogos alternativos para ayudarlos, viendo cómo reaccionan a nuestra asistencia cuando volvamos a encontrarlos por las calles del pueblo. En esos detalles también está la inmersión de la que tanto hablamos, en el hecho de sentir que todo lo que hacemos afecta a un ecosistema que realmente está vivo.
Podría decirse también que Life is Strange: True Colors es un gran puzzle que nosotros vamos resolviendo con nuestras decisiones, que esa es la esencia de la propuesta del estudio y lo bueno es que funciona como un reloj suizo hasta el final, pudiendo variar entre un sinfín de caminos, quizás con más alternativas que nunca antes en la saga. La mayoría de estas decisiones están basadas en el poder de Alex, por lo cual a nosotros nos toca leer qué es lo que siente el otro e interactuar con una serie de objetos para determinar cuál es la mejor forma de conseguir nuestro objetivo. Apostando tan de lleno a esta mecánica a algunos podría parecerle algo repetitivo el progreso de la historia, pero lo cierto es que es tan interesante lo que se nos cuenta en cada ocasión que poco nos afecta esta repetitividad.
Pero para quienes busquen una bocanada de aire fresco entre tanta decisión, entre tantos sentimientos encontrados, Life is Strange: True Colors nos regala algunas secuencias alternativas épicas, tan únicas como un juego de rol con un niño que se vuelve real o la posibilidad de jugar a arcades que están repartidos por el pueblo, con licencias oficiales que nos lleva a títulos como Arkanoid. Sin embargo, lo más valioso de su propuesta es siempre esa capacidad de hacernos aflorar sentimientos de todo tipo, nos alegraremos, compartiremos esa sensación de amor de la protagonista, sufriremos, nos costará infinidades tomar decisiones y estaremos al borde de las lágrimas en más de una oportunidad si realmente nos involucramos con lo que se nos cuenta.
Un mundo de colores – Apartado técnico
En todos los análisis que hice de la saga siempre hablé del gran diseño artístico que lució cada uno de sus títulos, muy por encima de sus limitaciones técnicas. Lo bueno es que Life is Strange: True Colors no solo sigue la línea y la lleva al siguiente nivel con unos gráficos mucho más pulidos, sino que arregla uno de los mayores reproches que siempre se le hizo a la franquicia: las expresiones faciales. ¡Al fin! Sí, con esta entrega es que podemos comprobar cuanto necesitaban estas historias que los personajes nos transmitan con su cara todo lo que sienten, si bien el trabajo está mucho más cuidado en los personajes principales, a grandes rasgos todos están bien. De hecho, los gestos y movimientos corporales de Alex son realmente impecables.
A nivel sonoro la vara sigue estando en los más alto. El ambiente conseguido es sobresaliente, con el murmullo de la gente en el bar, los pájaros en el parque o el silencio en las calles del pueblo. La elección musical, que ahora combina los siempre presentes temas de bandas indies con algo de country, dan ese toque mágico a cada entrega de Life is Strange y la interpretación de los actores de voz es simplemente sublime. Si podemos reclamarle algo a nivel técnico son simplemente algunas texturas que deberían estar algo más cuidadas si se van a mostrar en primer plano, ciertas transiciones en los cambios de plano o al salir de algún lugar, más algún bug visual pequeño, pero nada preocupante.
Life is Strange: True Colors, el veredicto final
Tras Before the Storm, Deck Nine Games vuelve a tomar las riendas de la saga para ponerla de vuelta en lo más alto. De hecho, True Colors es la mejor entrega de Life is Strange desde la original. Su protagonista, su historia y el pueblo de Haven Springs consiguieron involucrarme desde sus primeros compases hasta los últimos, moviendo mis sentimientos de un lugar a otro, sin parar.
Life is Strange: True Colors no está libre de reproches, para algunos quizás pueda ser algo repetitivo en sus mecánicas o aún necesite dar un poco más de sí a nivel técnico, pero lo cierto es que es un juego que va más allá de esto. Es un gran puzzle que nosotros debemos resolver con nuestras decisiones, unas que son difíciles de tomar cuando nos sumerge tanto en lo que pasa. Sus personajes, su universo, su ambientación y esa capacidad de tocarnos la fibra del corazón hacen que, por momentos, sea una experiencia perfecta. Si todavía no le diste una oportunidad a la saga, qué estás esperando.