Monolith regresa con Shadow of War, una secuela que ha sido más que ansiada por los fanáticos de la primera parte. ¿Mejoró la fórmula? Te lo contamos.
Allá por 2014 salía Shadow of Mordor, un juego que llegaba -justamente- desde las sombras y que rápidamente se ganaba los reflectores de la industria, sorprendiendo con su propuesta y ganándose a miles de fanáticos. Ahora llegó a nosotros Middle-earth: Shadow of War, un secuela que ha sido más que esperada y que por ende debía traer consigo, al menos, la misma fórmula pero mejorada.
Y en eso sí que han trabajado desde Monolith. Nos encontramos una vez más en la piel del montaraz Talion y, por consecuencia, también en la de Celebrimbor. Con un anillo muy especial en nuestro poder, continuaremos las andanzas a través de las tierras de Mordor, para limpiarlas de orcos y también armar un ejército con ellos. ¿Cómo? Sí, así es y les contamos cómo a continuación.
A simple vista y con tan solo unas horas de juego es claro que algo en lo que han trabajado es en la historia. No solo es mucho más profunda, sino que también ha sido potenciada con una serie de cinemáticas mucho más pulidas y diálogos realmente entretenidos. Sin intensión de spoilear, el final es absolutamente digno del universo creado por Tolkien.
En consecuencia también se han visto muy beneficiados los personajes secundarios. En la primera parte eran bastante lavados y carecían de personalidad, impidiendo así que empaticemos con ellos. En Shadow of War tienen importancia, personalidades muy marcadas y juegan un rol fundamental en la historia. Incluso Celebrimbor es esta vez digno de ser un co-protagonista.
Las misiones también son un factor que colabora en este combo. Con una historia mejorada las misiones principales esta vez sí que tienen importancia y son, en general, entretenidas. Las secundarias, aunque un tanto básicas y estilistas del género, también cumplen su función y -junto con todo lo que hay que hacer por el mapa- aseguran horas y horas de diversión. Claro, que con tanto contenido es casi imposible no caer en la repetición, aunque solo se sienta por momentos.
En este sentido hay que destacar su duración. Estamos hablando de, al menos, 40 o 50 horas jugando las misiones primarias y alguna que otra secundaria. Aunque es algo difícil establecer cuánto dura realmente teniendo en cuenta el sinfín de actividades que presenta, en épocas en el que los juegos suelen durar muy poco realmente se agradece.
El mapa que acompaña a la aventura también es digno de alabar. Esta vez no solo han aumentado su tamaño considerablemente, sino que también han creado diferentes escenarios que rompen con la monotonía que presentó el primero. Las variantes de clima y, en consecuencia, el comportamiento de los orcos en las diferentes partes hacen que nos sintamos verdaderamente en Mordor.
Centrándonos en las individualidades también debemos hablar de Talion y todo lo que a el comprende. El sistema de combate vuelve a ser tan fluido como en la primera parte, provocando que sea placentero golpear y decapitar orcos. Además, contamos con la posibilidades de cambiar el equipo (espadas, armadura, etc.) y que cada uno tenga una estética diferente y beneficios exclusivos.
En cuanto a los poderes del montaraz podemos decir, lamentablemente, que no han ido mucho más allá. Partiendo la base de que la parte rolera ha crecido un poco pero no demasiado, nos encontramos con una lista de habilidades que se siente un tanto menos espectacular que en Shadow of Mordor y que también resulta un poco menos fácil saber cuándo están disponibles. Caso ejemplar es el brillo de la espada cuando llevamos al máximo la Potencia.
Así y todo, Shadow of War sigue siendo una experiencia relativamente fácil. Claro que si nos metemos con las dificultades máximas la cosa cambia, pero en normal solo deberemos pasar algunas horas, aprendernos bien el sistema de combate y para que sean pocos los enemigos que nos hagan perecer a lo largo de la historia.
Pero esto no es lo único que se repite. De hecho, son muchas las cosas. Durante las primeras horas, hasta que algunas de las novedades aparecen, sentimos que estamos jugando a una expansión del título original. Es verdad que si algo funcionó es mejor no tocarlo demasiado, pero sí lo suficiente como para que se sienta una experiencia nueva y esta entrega de Monolith no lo hace al cien por cien.
Sin embargo, sí hay algo en lo que el equipo a trabajado y mejorado enormemente: el sistema Némesis. Ese fue el elemento que hizo grande a la primera parte y que han potenciado enormemente en Shadow of War. Ahora no solamente tenemos soldados, capitanes, caudillos y ejércitos enemigos, sino también aliados. Sí, gracias al anillo podremos armar nuestro propio ejército y es una de las cosas más entretenidas que tiene el título.
Este sistema de ejércitos viene acompañado por el asedio a fortalezas. Para ello, debemos dominar a capitanes para que luchen por nosotros, armar un ejército con refuerzos incluidos e invadir las murallas de los enemigos. Incluso, podemos dar órdenes a nuestros soldados como infiltrarse entre los rivales y traicionarlos. Cuando decimos que lo mejor del título original ha sido potenciado, estamos hablando de que también es el mejor factor de la secuela.
Por último, debemos hablar de la parte técnica. En este sentido debemos hablar de una parte mala y una buena. Los gráficos no es que sean malos, pero realmente no han evolucionado demasiado y el primero había sido lanzado en la anterior generación de consolas. En lo que sí está bien es en el apartado sonoro, que resulta espectacular y aprovecha al máximo las prestaciones del universo de Tolkien.
Conclusión
Monolith sorprendió en 2014 con un ambicioso proyecto y este año la innovación no ha sido tanta. Sin embargo, los factores que han ido más allá se convirtieron en claros aciertos. Claro ejemplo es el del sistema de ejércitos, que resulta uno de los elementos más atractivos del título. Aunque en primera instancia pueda parecer solo más de lo mismo, luego sabe diferenciarse y resultar aún más entretenido que la primera parte.
Middle-earth: Shadow of War toma todo lo bueno de la primera parte y lo potencia. Quizás no sea una secuela tan grande como se esperaba, pero es mejor que su predecesor y es sumamente entretenida, que al fin y al cabo es lo que importa. Por su historia y sobre todo por su final, por el placer que es recorrer Mordor y decapitar orcos, quienes amaron a Shadow of Mordor no deben perderse esta segunda parte.