Combates frenéticos, máquinas asesinas, mucho lenguaje videojueguil y ese aire de videojuego de antaño se combinan en un título que amarán los fanáticos de la onda retro.
España es, sin dudas, el país latino que pisa con mayor fuerza dentro de la industria de los videojuegos. En los últimos tiempos han explotado mucho el campo y cada años recibimos más títulos de calidad provenientes de sus muchos estudios independientes. En este caso nos llega Narita Boy, la opera prima de Studio Kobe que tras triunfar en Kickstarter, nos trae un resultado ciertamente divertido, con muchos aciertos y algunas irregularidades, pero con un dejo especial que nos provoca un viaje en el tiempo.
El mundo digital
Narita Boy nos pone en la piel de un joven que es absorbido por su máquina de videojuegos, llamada Narita One, convirtiéndose en el elegido y siendo el único capaz de empuñar la tecno-espada. Con esta todopoderosa arma, debemos salvar al mundo digital y a su creador de las manos de un villano y su ejército que quiere desaparecer este rico universo. Puede que la premisa no sea del todo original y que caiga en varios clichés en el camino, pero lo cierto es que en cada uno de sus pasajes se respira ese aire de los videojuegos retro, con infinidad de guiños acá y allá más un amor claro por la época denotado el entendimiento del equipo de desarrollo español.
Por momentos el título cae en la referencia excesiva y peca por dar por sentado que todo el mundo entenderá el lenguaje de la época y sobre todo los códigos de desarrollo de videojuegos, algo que puede complicar el entendimiento de ciertos encargos, pero más allá de esto el mundo que nos presenta nos atrae constantemente. Desde los personajes aliados hasta los villanos, todos están pensados para recordarnos aquellos videojuegos que supieron ser pioneros de una industria que hoy parece olvidarlos de a ratos.
Blandiendo la tecno-espada
Como antes dijimos, somos los únicos capaces de enfundar la tecno-espada, un arma creada por el desarrollador de este mundo digital y que nos permitirá abrirnos paso a través de unos niveles algo enrevesados. Y no lo decimos porque sean difíciles de leer, sino porque se convierten en un bucle de ida y vuelta bastante repetitivo: los objetivos suelen ser siempre los mismos, llegar a un nuevo nivel, toparnos con una puerta cerrada, recorrer el resto de los escenarios hasta encontrar la llave y así avanzar hasta la siguiente zona. Lamentablemente este ejercicio se torna bastante repetitivo y es algo que no tiene lugar con tantos referentes del género que han hecho bien la labor en el último tiempo.
Como antes dijimos Narita Boy es un hack and slash y sus combates son todo lo frenéticos que cabría esperar. En principio contamos con apenas un puñado de movimientos, entre espadazos, disparos y saltos, pero conforme vamos avanzando y desbloqueando las nuevas habilidades que repartió por ahí el desarrollador todo va resultando mucho más interesante. Lo bueno es que nunca llegamos a sentirnos invencibles, ya que los enemigos -muy variados, vale aclarar- van evolucionando a nuestra par y representando siempre un desafío, algo que escala al siguiente nivel con los jefes, no solo bien diseñados estéticamente sino también mecánicamente, siempre respetando las herramientas del epicentro pero siendo uno bien diferente al anterior.
El gameplay de Narita Boy también se nutre de algunos momentos de plataformas y otros tantos de puzzles, dándole variedad al avance a través de escenarios que por momentos caen en la monotonía y sabiendo que el principal desafío yace en el combate, dándole el justo nivel de dificultad a estas secuencias secundarias. Realmente lamentamos que desde Studio Koba no hayan dado mayor variedad a las objetivos para poder avanzar, porque de ser así estaríamos hablando de un título mucho más redondo y a la altura de varios de los últimos hack and slash indies que han llegado al mercado.
Una oda al pixel art – Apartado técnico
El pixel art suele ser una elección recurrente de los títulos independientes y sobre todo del género, y dentro de la industria nos encontramos tanto con obras magníficas como con otras tantas engorrosas que lejos están de agradar a la vista. Narita Boy, claro está, cae entre los primeros. En su diseño se encuentra la mayor fortaleza de este espíritu ochentero que nos quieren contagiar, no solo por el propio pixel art y su ejecución, con unas animaciones sobresalientes, sino también porque en cada rincón hay una referencia, incluyendo los diseños de personajes y los detalles de los escenarios.
A nivel sonoro, como es de esperar, la elección sigue por la misma línea y probablemente sea uno de los referentes de esta movida retro que ha conseguido mayor fidelidad a los títulos originales de la época. Tenemos que destacar también la banda musical, con un tema principal digno de seguir escuchando en Spotify. Lo único que lamentamos en cuanto al rendimiento técnico son unos controles que no responden todo lo bien que deberían, que tienen cierto lag en la respuesta y que por momentos provocan que los combates se salgan un poco de nuestro control.
Narita Boy, el veredicto final
Los españoles de Studio Koba no son pioneros en esto de referenciar a los videojuegos de la década del 80, pero sin lugar a dudas son de los que mejor han conseguido capturar la esencia de aquella época. Su obra es capaz de hacernos viajar en el tiempo, tanto a través de su estética, como de sus mecánicas jugables y sobre todo de su apartado sonoro cuidado, pero a la vez con esa rusticidad de los títulos de antaño.
Narita Boy tiene margen a la mejora en varios de sus apartados, como en sus controles y sobre todo en el diseño de objetivos para avanzar de nivel en nivel, algo que de estar mejor elevaría el título unos cuantos escalones por encima. Sin embargo, sus combates frenéticos, el sentimiento constante de evolución, sus memorables y numerosos jefes y ese aire nostálgico que enamorará a muchos, lo convierten en un recomendable indiscutido.