Monkey Island está de vuelta con una nueva aventura gráfica. La lograda nostalgia hace que este regreso se luzca, pese a mínimos inconvenientes.
Los fanáticos de Monkey Island somos gente cardíaca. No solo porque en general pasamos los treintas, cuarentas (y ¿por qué no? cincuentas), sino porque el método de anuncios sobre la saga es la sorpresa. Pasaron ya trece años desde el divisivo Tales of Monkey Island, última historia totalmente nueva en un impensado revival del extraño Telltale Games (que en paz descanse). Más aún, los fans de la franquicia habíamos bajado la persiana con los remakes de The Secret of Monkey Island y su sucesor Lechuck ‘s Revenge. El mismo Ron Gilbert, padre indisputado de las aventuras de Guybrush Threepwood, parecía listo para rendirse cuando Disney se fagocitó a Lucas Arts, llegando al extremo de tuitear que “pagaba lo que sea” por los derechos de su obra maestra.
Por eso, nuestro corazón se vio desafiado una vez más en abril de 2022 cuando el mismo Gilbert anunció el regreso a una de las islas más famosas de los videojuegos: Return to Monkey Island. Nobleza obliga, detrás de Ron están Terrible Toybox, estudio desarrollador, y Devolver Digital, encargado de publicar este y otros grandes indies. Su viejo amigo Dave Grossman, diseñador, guionista y programador, acompaña una nueva aventura de Guybrush (porque siempre se vuelve al primer amor).
Monkey Island siempre estuvo cerca
La historia, como era de esperarse, es una buena dosis de nostalgia para fanáticos.
***SPOILERS A PARTIR DE ACÁ*** (los mínimos indispensables, lo prometemos)
La sexta entrega retoma exactamente donde dejó Monkey Island 2: LeChuck ‘s Revenge. Para quienes consideramos algo enigmático dicho final, aquí recibiremos explicaciones en un breve prólogo/tutorial. Sin esquivar su complicada historia de idas y venidas, Gilbert ironiza con lo que es o no canónico, tapando baches con chistes. Esto obedece en buena medida a que el creador de la saga no participó de la tercera y cuarta parte (y fue un consultor para la quinta).
El creador de la saga quiso honrar su pacto con los fans y resolver lo pendiente en Monkey Island II sin dejar de contar lo que quería presntar en este último episodio. Otro que Zemeckis y Gale volviendo al futuro en la segunda entrega de la película homónima porque “ya lo habían escrito así al final de la primera”. En última instancia, en palabras de Ron Gilbert, todo es canon, y, según su filosofía, cumplir con él no debe interponerse en el acto de contar una buena historia. Esperen inconsistencias, pero bien diluidas con humor.
Sea como fuere, explicada la resolución de Monkey Island II, Return to Monkey Island se lanza de inmediato a la acción y plantea una nueva travesía a la emblemática isla. La nostalgia se hace presente prácticamente en cada cuadro: personajes memorables, lugares conocidos, diálogos icónicos. Lo clásico no quita lo repetido: Guybrush, desde la isla Mêlée, debe llegar a Monkey Island para ganarle a su némesis. Los giros de este episodio hacen que su plan no funcione exactamente como en sus predecesores.
Hay un componente El Despertar de la Fuerza en la trama, que emula en buena medida la del juego que dio origen a la franquicia. No, no es igual, pero sí se parece, y bastante. De todas maneras, a medida que avanza, las diferencias se notan (y se valoran). Y al fin y al cabo, este juego va por la pregunta del millón: ¿Cuál es el secreto de Monkey Island? La respuesta, en esta entrega (o quizás no).
¿La aventura gráfica está vigente?
Tamaña hazaña hacer un gameplay sólido de un género tan particular como el point-and-click. El boom del mismo probablemente terminó allá por los 90s/2000s, y si bien han existido grandes exponentes en los años posteriores, la dictadura del mouse ya no rige. Ya en Tales of Monkey Island, la dinámica de apuntar con el ratón para dirigir a Guybrush era opcional, y las consolas reclamaban alternativas. Por eso, la versión para Nintendo Switch nos invita a controlar al protagonista con el stick del joy-con. Los elementos interactivos están convenientemente señalados con círculos, y los diferentes botones en pantalla nos indican las posibles acciones con un personaje u objeto. En ese sentido, entendemos por qué las reseñas en PC hasta ahora son un poco mejores que las de consolas. El modo portátil de Switch tiene su encanto, pero no termina de sumarle a la experiencia, ya que tanto texto en pantalla es todavía más incómodo en tamaño reducido.
Grossman y Gilbert pueden reclamar paternidad en el género, y sí, podemos reafirmar su vigencia. Dicho eso, la interacción con el ambiente no es la ideal, con ocasionales torpezas a la hora de explorar. Más aún, los momentos de múltiples elementos en escena tienden a sobrecargar algunos ambientes de la historia de textos, círculos y acciones. En última instancia, son pequeñas molestias en un transcurrir fluido, esencialmente textual.
Y hablando de textos, los guiones son el sostén principal e imbatible de Monkey Island. No podíamos quitarlas del apartado de gameplay, porque la pluma de Gilbert y Grossman no solo produce sonrisas y alguna que otra carcajada, sino que motivan al jugador a explorar toda combinación de diálogo posible y leer hasta las comas. La cantidad de chistes ocultos (hasta en los menúes de pausa), referencias a la saga y humoradas ingeniosas recuerdan por qué vale la pena esperar lo que sea por cada entrega de la franquicia (Escape from Monkey Island, vos no).
En pocas palabras, los buenos guiones hacen a una historia sólida. Vas a poner a trabajar tu poder deductivo, lo cual no quita ciertos segmentos forzosos o elementos difíciles (por no decir imposibles) de conectar. La lógica no siempre es la mejor amiga de algunos momentos del juego. Por suerte, los autores fueron conscientes de ello y crearon el modo casual y el modo difícil, según qué tan cómodo te sientas resolviendo puzzles. Más aún, si te ves en blanco en algún episodio, tenés un sistema de pistas incremental y opcional, que comienza por insinuar el camino y, si insistís, termina por decirte literalmente lo que hay que hacer si ves que no queda otra.
Autohomenaje bien entendido
En esta original oda a la nostalgia, el retorno de los actores de voz originales es fundamental. Dominic Armato, Alexandra Boyd y Denny Delk vuelven a encarnar sus papeles más icónicos (los cuales no mencionamos para quien tema arruinarse la sorpresa). LeChuck no tuvo el placer de sonar como el macabro Earl Boen, pero Jess Harnel realiza una tarea encomiable al reemplazarlo.
Hablando de regresos, la música inconfundible de Michael Land, Peter McConnell y Clint Bajakian, veteranos compositores de la saga, recrean a la perfección el misterioso ambiente pirata de Monkey Island. Sus arreglos concisos evocan perfectamente los tonos de 16 bits con la limpidez de las buenas bandas sonoras actuales. Predominan acá los vientos metálicos en solitario o pequeños ensambles, evocando motivos viejos y nuevos, con ocasionales cuerdas y percusiones y algún que otro sonido eléctrico colándose muy oportunamente.
Y ya que estamos en el reino de los pocos bits, la estética honra sus orígenes sin desaprovechar 30 años de gaming. El diseño de arte quedó en manos de Rex Crowle, otro fan de Monkey desde Cemento, que aplicó su experiencia en juegos como LittleBigPlanet y Knights and Bikes. De hecho, el diseño de Return… es prácticamente idéntico al de este último, una suerte de libro infantil con recortes que sobresalen en perspectiva. El resultado es una caricatura amigable que acompaña el tono humorístico propio de Monkey Island, y un estilo que se permite renovarse sin perder el guiño a los orígenes en VGA.
Y como no todo es nostalgia, las pequeñas innovaciones estéticas se aprecian. Por ejemplo, el giro cinematográfico que se permitieron los creadores a la hora de relatar la historia. El mismo se hace patente en algunos planos detalle y pequeños montajes que dan una satisfactoria sensación de película animada. Sin reinventar la rueda, estos agregados nutren el revival sin cambiar demasiado, el difícil equilibrio de agradar al fan conservador y al que pide cambio.
Señor McClure, tengo un amigo que no sabe qué es Monkey Island, ¿es un desquiciado?
Quizás le venías esquivando a una de las aventuras gráficas fundacionales, sea por apatía al género, porque no sabés lo que es Windows 95 o porque el universo es muy confuso realmente y no sabías de su existencia. Sea como fuere, puede que te preguntes: ¿Debería jugar al Return of Monkey Island si no probé ninguno de los anteriores?
***PAUSA DE 60 HORAS PARA QUE TE PONGAS AL DÍA CON LA SAGA*** (si te salteás Escape from Monkey Island, no te juzgamos).
Hablando en serio, sí, podés jugar al Return to Monkey Island como puerta de entrada. Lo más probable es que el grueso del humor te pase por el costado porque, nobleza obliga, es un juego hecho a la fanservice. Esto no quiere decir que no puedas disfrutarlo si, por ejemplo, valorás un buen puzzle, o comprás el humor ingenioso con sus toques naïf de Gilbert. Si te inclinás más por lo primero, el modo difícil (que tampoco es tan desafiante) es la única opción viable. Si te interesa más lo segundo, jugarlo en modo casual es como ver una buena comedia animada.
Conclusión
Volvió Monkey Island, y lo hizo con todo. Esta nueva entrega no tiene nada que envidiarle a su predecesoras y conserva toda la magia que lo hizo triunfar desde el principio. Lejos de ser perfecto, ninguno de sus defectos impide el disfrute, y su mayor “problema” es también su virtud: su inevitable fanservice. Esto no quita un sano equilibrio entre personajes clásicos y excelentes adiciones, y una historia que sin ser innovadora, le hace justicia a franquicia.
La web oficial siempre dudas sobre el futuro de la saga, y ya comienza a notarse el éxito de Return to Monkey Island. Quizás nuestra salud cardíaca mejore y no tengamos que esperar otra década para ver otra nueva aventura de Guybrush Threepwood.