En el horizonte de los apocalipsis zombies aparece un soplo aire fresco, con una modesta pero efectiva propuesta de Netflix proveniente de Corea del Sur.

El 2020 tenía una gran promesa dentro de la materia de explorar el subgénero de los muertos vivientes de la mano de Península, la secuela de la aclamada Train to Busan que nos dejó un sorpresivo sabor amargo gracias a su mediocre propuesta y a su tono caricaturesco demasiado exagerado. Sin embargo, cuando nuestras esperanzas parecía relegarse al año que viene, Netflix nos propone explorar el universo de #Vivo (#Saraitda), otra película nacida en Corea del Sur pero que tiene el foco mucho más claro y acaba, incluso, convirtiéndose en una distintiva opción dentro de un género al que ya le cuesta encontrar producciones que apunten hacia un camino innovador.

#Vivo nos lleva al país asiático para presentarnos a Oh Joon-woo (Yoo Ah-in), un joven que se encuentra en su departamento cuando nota que algo no va bien. En tan solo unos segundos el desastre se desata, las calles se sumen en el caos y la gente corre desesperada para escapar de algo que él no termina de entender. Sin embargo, poco después la tele se lo anuncia: un virus se ha propagado en su ciudad convirtiendo a todos aquellos que se infectan en unos despiadados caníbales. Es en ese momento que comprende que su departamento se ha convertido en su refugio y que su opción es solo una: sobrevivir.

Hasta ahí podríamos decir que en la opera prima del director Il Cho no hay elementos que destaquen, sino más bien que estamos ante una premisa bastante típica del género en la que un protagonista es testigo de cómo el mundo estalla a su alrededor como consecuencia de un virus que convierte a las personas en zombis. Sin embargo, poco tarda la historia en demostrar sus intenciones: el eje de la película no será la acción ni los combates contra los infectados, sino la supervivencia. Algo así como lo que plantea El Naugrafo de Robert Zemeckis, pero con caníbales en lugar de agua como la mayor complicación del protagonista y un departamento, en reemplazo de la isla, para funcionar como epicentro.

Al igual que en la extraordinaria obra protagonizada por Tom Hanks, esta historia se encargada de ahondar en los sentimientos de Oh Joon-woo, centrándose principalmente en la soledad y en las consecuencias de esta ante una situación tan desesperante. Parece una película concebida para tocarnos de cerca en los tiempos que corren, con una cuarentena que no nos permite tener contacto con nuestros seres queridos. Justamente es en esta empatía que sentimos por el protagonista que la película gana mucho, más aún cuando está claro que el director se ha centrado en hacer que Joon-woo haga muchas de esas cosas que nosotros siempre imaginamos hacer si un apocalipsis zombie golpeara las puertas de nuestra casa. Es en los detalles de su accionar que la película toca esa segunda capa de profundidad, algo como lo que vimos en La Nuit a Dévoré le Monde de Dominique Rocher.

Lastima que #Vivo no haya sabido cuidar lo suficiente su tono, que haya optado por este estilo satírico que tanto caracteriza al cine surcoreano y que sigue manteniendo alejado al grueso del público occidental de sus maravillosas producciones. Quizás quienes estén más familiarizados con estos recursos no encontrarán mayores quejas para esta historia, pero lo cierto es que aún aceptando algunas creemos que han abusado por momentos de la comedia obstaculizando la construcción de un clímax que en  varios pasajes nos ha mantenido boquiabiertos y con la respiración agitada. Incluso el final puede parece bastante fuera de línea, aunque no vamos a dar más detalles sobre este para no entrar en terreno de spoilers.

Más allá de esto la propuesta sorpresa de Netflix para este septiembre realmente ha conseguido compensar el sabor amargo que nos dejó Península. Todo lo que la secuela de Train to Busan tiene en superficialidad, esta la tiene en la profundización de sus personajes y la relación entre estos. Esta cosa que tanto nos gusta que tiene el género de explorar la miseria humana en situaciones críticas, #Vivo la vuelve mucho más íntima y la baja a tierra con gran efectividad. Aún con su modesta producción que apenas le permite moverse entre dos edificios, se permite contarnos varias historias y generarnos viajes de tensión que muchas otras películas del género jamás consiguen.

Y como antes dijimos que el mayor reclamo se lo hacíamos a esa sobreexplotación de los recursos satíricos del cine coreano, también tenemos varios de los elementos que más nos gustan de las producciones del país. La fotografía, incluso dentro de sus limitados escenarios, es una belleza y aprovecha muy bien la luz natural que prima durante todo el horror de Oh Joon-woo. Por otro lado las actuaciones también son soberbias, tal cual solemos ver en el país de donde son originarias películas como Memories of Muder o The Handmaiden, destacando a Park Shin-hye y a Yoo Ah-in, quien tras su extraordinaria actuación en Burning vuelve a demostrar que es de los mejores interpretes asiáticos de la actualidad y que puede cargarse todo un relato en sus hombros.

Concluyendo, #Vivo ha llegado para cubrir la cuota anual que necesitamos de buen cine dentro del género de zombies. Si bien quienes busquen una película de acción y muertos vivos quizás no queden del todo satisfechos, quienes valoren las historias más humanas en medio del apocalipsis disfrutarán de la propuesta de Il Cho. Porque esta película es eso, es como El Naufrago en medio de un virus, es una historia que se centra en los efectos de la soledad de sus personajes, casi como en un reflejo de lo que actualmente vivimos en la realidad. Una producción que cae como anillo al dedo y que recomendamos disfrutar en cuanto puedan.

Share.

Como buen geek de raza, sé que cuando muera voy a respawnear. Esta vida la uso para escribir sobre lo que amo.

Leave A Reply

Exit mobile version