Reseña del nuevo tomo de la Colección Astérix y Obélix: La gran travesía, publicado por Editorial Salvat por Alberto Uderzo y René Goscinny.
La gran travesía cuenta en la labor artística con el equipo original de Astérix, Goscinny en guion y Uderzo en lápices, uno de los últimos en hacerlo antes de la muerte del escritor en 1977. Fue editado originalmente en 1975 en formato álbum completo, ya habiendo abandonado el título para entonces la serialización en la revista Pilote. Quizás lo más recordado de este volumen es que sirvió de base para el largometraje animado Astérix en América de 1994, dirigido por los alemanes Gerhard Hahn y Jürgen Wohlrabe.
Luego de una misteriosa apertura escandinava envuelta en niebla, se establece que este es un día común y corriente en la Galia antigua, con los franceses arreglando sus problemas a las trompadas. La cuestión del día es el mal estado del pescado que vende Ordenalfabetix, lo cual se convierte en un problema de orden mayúsculo cuando Edadepiédrix avisa que sin ese ingrediente no puede fabricar más poción mágica. La solución, como no podía ser de otra manera, es enviar a Astérix, Obélix e Idéfix a aventurarse a la mar.
De más está decir que los aguerridos héroes no son ningunos pescadores. Luego de perder la red, y ser sacudidos por una tormenta, Astérix y Obélix amanecen en ultramar y sin idea alguna de su paradero. Por suerte, un encuentro fortuito con sus viejos amigos vikingos, quienes estaban festejando una fiesta de cumpleaños, salva a los protagonistas del hambre. Aunque sea por un tiempo.
Luego de un tiempo indeterminado en altamar, el hambre comienza a apretar de nuevo. Obélix es el primero en comenzar a sufrir alucinaciones, arrojándose al mar para cazar imaginarios jabalíes marinos. Astérix salta al rescate. A la deriva y sin bote, la suerte se pone del lado de los héroes, quienes llegan a tierra firme.
Las sospechas de que el lugar al que volvieron no es la Galia comienzan cuando los reciben extrañas aves de plumaje negro y colgajo, aunque no les dan demasiada importancia y se las comen. Mas cuando empiezan a volar las flechas y guerreros de piel cobriza se abalanzan sobre Astérix, queda claro que no están donde creen estar: han llegado a América.
La relación con los locales comienza de manera tensa, con desafíos a combate, pero una vez que los galos prueban ser imbatibles, la animosidad cede terreno a la amistad del baile, la música y el banquete. El choque de culturales le da mucho material a Goscinny y Uderzo para idear chistes, en un volumen en el cual el peso del desarrollo de la historia está más puesto en hilar una secuencia de gags, que en la construcción de una historia mayor.
La vuelta a Europa se da de la mano los mismos vikingos que habían asaltado en el camino. Lo que, es más, rescatan de la aldea escandinava a Catastrofix, el pescador galo que había sido secuestrado y cuya desaparición se encuentra en el origen do todos estos problemas. Por supuesto que Astérix y Obélix no hacen mucho de tan gran travesía, descontando la aventura camino al banquete de bienvenida como la visita a una “colonia romana en una isla”.