En el catorceavo libro de la colección de Nippur de Lagash, volvemos recorrer el presente del sumerio errante.
El catorceavo tomo de Nippur de Lagash de Planeta DeAgostini contiene seis capítulos en total. Cuadro de ellos fueron editados originalmente en Nippur de Lagash-Todo Color en julio, agosto y septiembre de 1973. Los otros dos aparecieron en la revista D’Artagnan en julio y septiembre del mismo año. Al igual que en el libro anterior, la labor gráfica se reparte a cuatro manos entre Ricardo Villagrán, encargado de los episodios a color y Sergio Mulko, quien dibuja aquellos en blanco y negro, siempre con Robin Wood en guiones.
Esta vez no encontramos hilo alguno que anude estas historias, siendo una colección de aventuras autoconclusivas y sueltas. En la titular “Arón, el bueno”, Nippur hace de celestino para un campesino que quiere comparar una esclava para que sea su esposa. Lo que se dice una historia de amor a la (edad) antigua.
En la otra historia en blanco y negro dibujada por Sergio Mulko, “Cuando Tarkos era joven”, el titular personaje, un ladronzuelo desvergonzado, termina por enderechar su camino luego de cruzar su camino con Nippur de Lagash
Por el lado de Nippur de Lagash-Todo Color, encontramos el regreso de Hattusil, esta vez nuevamente joven y con el cabello rubio. En “Hattusil e Inim”, el hitita jorobado es contratado por una viuda avara para que mate a su hijastra y así poder reclamar de manera legítima la riqueza de su difunto marido. Sin embargo, no contaba con que el verdugo se infatuaría con su víctima. Así es como Hattusil, con la ayuda de su amigo Nippur, derrota a los mercenarios de la viuda y logra en una sola aventura fortuna y desposar a la heredera.
En “El hombre de guerra”, el Errante cruza camino con el mercenario Murdamash, quien busca hacer fortuna enfrentando a las despiadadas tropas de Luggal-Zaggizi, gesta de la cual el protagonista gustosamente forma parte. Pero la cruzada de Murdamash oculta más de lo que el guerrero admite, y termina por descubrir hasta qué punto el héroe es incorruptible, un apodo que le quedará pegado a Nippur.
En “Rimas, el general”, Nippur da un paso al costado para dejar lugar a la historia del titular general, quien se enamora trágicamente de la mujer de un rey al que venció. Finalmente, en “El Padre de Siros”, el Errante es espectador de el ajusticiamiento de un reyezuelo sin corona, y de la complicada relación entre Siros y su padre, quien se avergüenza y esconde dicha condición por haber devenido en verdugo.
En cuanto al arte, el único rasgo digno de mencionarse es un giro al arte pop en la elección de los colores y su distribución. Como se observa en esa viñeta con el héroe a caballo combatiendo con soldados de píe, se escogen tonos estridentes que privilegian atrapar la atención del ojo antes que el naturalismo, y marcan el nuevo cariz de las aventuras de Nippur a todo color.