La tercera entrega de la colección de Nippur de Lagash llegá con repleta conocho nuevas aventuras del guerrero sumerio.
El tercer tomo nuevamente recoge todas historietas firmadas por la dupla original, entrando Robin Wood y Lucho Olivera en el tercer año de producción de historietas de Nippur de Lagash. En esta caso, son ocho capítulos en blanco y negro publicados entre febrero y octubre de 1969.
Desde la primera página lo podemos ver a Olivera desplegar las alas. En el titular “Abajo..más abajo los buitres” se puede ver como el diseño de la página ha evolucionado. El guión macizo y descriptivo de Robin Wood es partido ahora en más acciones, en más fragmentos, resultando en páginas rebosantes con más y más pequeñas viñetas que antes.
En la historia encontramos a un Nippur que ha tocado fondo sin “una misera pieza de cobre, ni un collar, ni un anillo, apelas las ropas que llevaba un caballo con pelaje de rata”. Gracias a la hospitalidad de una anciano el errante puede llenar su estomago, y consigue luego trabajo como guarda en una caravana. Obviamente esta es emboscada en el desierto por una tribu árabe liderada por el supuesto guía Ser-el-Kher. Con la experticia guerrera del sumerio el peligro es resuelto de manera satisfactoria
“Un Río llamado Lónemer” lo ve a Nippur separarse de la caravana que lo había empleado y procede a seguir el titular río hasta llegar a un oasis. Allí no solo vive de la naturaleza, bebiendo del agua limpia del río y cazando los animales atraídos por la vegetación, sino que reflexiona acerca de amigos ahora lejos como Teseo o Ur-El, y sobre lo transitorio de la vida en la riqueza y la pobreza.
En el elogio a la sencillez de la mendicidad que hace el Errante en “Un Río llamado Lónemer” se puede ver surgir un tema recurrente en los guiones de Wood, quien reconoce el valor de la riqueza pero también la felicidad de no tener obligaciones ni deudas como un “pobre y paria”.
También podemos ver otra tendencia recurrente en el tratamiento de los personajes femeninos. En esta caso es la joven Tiren quien sufre de la condescendencia parternalista de Nippur y los hombres de la antigüedad. Presentada como una cazadora apta, sin embargo es nalgueada por el héroe y luego regañada por su padre en un episodio que leído desde el presente resulta, cuanto menos, inapropiado e incomodo. La acción, por supuesto, mas que un combate le vale al sumerio una invitación a un banquete y el amor de la doncella. Tan solo un par de tomos dentro de la colección es claro que este aspecto es el que peor a envejecido de la historieta.
En “Bajo un cielo de estrellas y pastores” quien requiere de la habilidad con la espada de Nippur es Jaar, un joven pastor que le ofrece su hospitalidad. Un pastor vecino, más rico y con un exceso de hijos varones ansiosos por desposar, quiere tomar las tierras y las hijas del padre de Jaar, el viejo Branae. Es ahí cuando el guerrero se hace útil derrotando a los pretendientes y sus mercenarios.
En “Hacia el mar”, el Errante llega a Ur, la ciudad más famosa de la antigüedad mesopotámica. Allí Nippur se gana la ira de los guardas de la ciudad por compadecerse de un esclavo que sufre hambre encadenado en la calle. Tras rescatarlo, mal herido de muerte, lo lleva al mar junto a cual nació para que pudiera despedirse del mundo en el agua salada.
“Agria historia de mi esclavitud” es un cambio de ritmo interesante en cuanto lo quita a Nippur, aunque sea unas páginas, del lugar del héroe invencible y lo hace caer esclavo en un barco. Encadenado y latigado, debe remar forzosamente con una barba irsuta que lo molesta de sobremanera. Más que la fuerza, de esa situación lo rescatan su carisma y astucia, que le permite organizar a los otros esclavos para sublevarse contra el propietario y tirarlo por la borda.
Cuando Nippur debe repetirse su nombre una y otra vez mientras rema encadenado para no olvidar quien es, queda claro que Wood lo imagina al Errante como una proyección de la libertad pura. Alguien fuerteminteligente y carismático que puede moverse por el mundo sin temer ningun peligro. De la misma manera puede leerse el elogio a la sencillez de la mendicidad que hace en “Un Río llamado Lónemer”. El héroe es una expresión de los deseos del mismo escritor, que como sabemos uso el dinero que comenzó a ganar de Columba para él mismo lanzarse a la aventura por el mundo. Los guiones de las aventuras del sumerio llegaban por correo a las oficinas de la editorial.
“La furia de los dioses” introduce un elemento mitológico al echar una plaga de oscuridad y desorden sobre Atenas, producto de los problemas familiares del rey de la ciudad, Teseo. El amigo de Nippur, agraviado por la muerte de su esposa Fedra, pelea con su hijo Hipólito, quien se va de la ciudad para aparecer muerto días después. La tormenta sobre Atenas, entonces, podía ser tanto la “furia de los dioses” como la expresión de la desazón de Teseo.
La señalada nueva ambición plástica de Olivera se puede observar mejor en “Leyenda del rey que muere”, donde Nippur llega a Panalos, una ciudad que enfrenta a su rey a un forastero cada año como prenda de su vida, La influencia de Breccia padre es palpable, en el uso de texturas y bloques de negro que elevan a Nippur sobre los sencillos lápices y entintado del Historia para Lagash.
Pero también se puede ver influencia del arte vanguardista argentino, como se puede ver en la siguiente comparación. Primero tenemos uno de los cuadros más famosos de la generación de artistas del Di Tella, “Rompecabezas” de Jorge de la Vega y presentado en público casi al mismo tiempo que se publicaron estas viñetas.
Abajo se reproduce una página de Olivera para “Leyenda del rey que muere”, donde se puede ver un lenguaje plástico común, que proviene de una sensibilidad e inspiraciones similares.
Finalmente, como no podía ser de otra manera, cierra el tomo el episodio “El Cuervo” con otra historia de una damisela en peligro. A Lebenem, por lo menos, se le permite ejecutar su propia venganza sobre el pirata “El Cuervo”, a quien doblega en la confusión de la batalla con un veneno y lo cuelga como un cerdo para ser faenado.