En la quinta entrega de la colección de Nippur de Lagash, el Errante conoce a un par en su primer crossover.
En este quinto tomo de la colección de Salvat sobre Nippur de Lagash se recogen todos capítulos publicados originalmente en el transcurso de 1970 en las páginas de la revista D’Artagnan de Editorial Columba. Se mantiene también la dupla creativa que concibió al personaje, Robin Wood en guiones y Lucho Olivera en lápices y tintas, ya que la serie aparece aún en blanco y negro.
Olivera continua desarrollando su estilo como en el último par de tomos, y abriendo ocasionalmente el juego al uso patrones y narrativas visuales más aventuradas. Las portadas de cada capítulo continúan siendo una arena predilecta para la experimentación y la composición, como se puede ver arriba. En particular continúan destacándose el despliegue en paredes y superficies de jeroglíficos y grabados, que le dan una textura táctil al mundo de Nippur.
A veces ralas, las viñetas de la historieta se encuentran en otras ocasiones pobladas por personajes y hasta detalles dibujados con un naturalismo que sale de la página. No baste más que mirar los perros que adornan al fondo una viñeta del capítulo “No Mates al Hombre, Cazador”.
Igual de llamativos son los diseños de las armaduras de los odiados mercenarios hititas contratados en “Los Fantasmas de Sangre”. Las formas en que se contorsionan los cascos, inverosímiles pero espectaculares, recuerdan la imaginación del “Rey” Kirby y no cuesta trabajo imaginarlos en el Cuarto Mundo, o caminando bajo la sombra de los Celestiales.
El dibujante correntino también continúa aquí empujando la relación entre palabra e imagen, animándose a romper hasta en dieciséis viñetas una página de la titular “Un Misterio llamado Muerte” para darle aire a la densa prosa de Wood. Como se puede apreciar más abajo, también se aboca a capturar lo kinético de los movimientos y las peleas en secuencias que juegan a romper con las formas de los cuadrados clásicos.
Pero no hay quién resulta engañado: este continua siendo el show de Wood. Lo detallado en las descripciones de acciones e ideas, así como lo florido de su vocabulario, recuerdan a un novelista de folletín. De haber nacido unas cuantas décadas antes, las aventuras en prosa de Nippur de Lagash no hubiesen desentonado con pares como el Conan de Robert E. Howard o el Sandokan de Emilio Salgari.
Mas la historieta es un medio visual, y el denso texto de Wood que Olivera reparte como puede entre recuadros de voz en off y diálogos se siente como un obstáculo, o cuanto menos un condicionante, a la hora de dibujar. Muchas veces en recuadros, y hasta en burbujas, se puede leer una descripción de la misma imagen que podemos ver realiza el personaje en la ilustración.
El puñado de historias presentes en el tomo subrayan que la gran problemática de fondo imbuida por Wood en esta primera etapa es aquella de la justicia, y de la venganza. Nippur aparece como un uber-hombre vagabundo, con una fuerza solo comparable con su ética, que resuelve conflictos allí donde los haya. El autor despliegue al Errante como un agente de la justicia que interviene en situaciones concretas y empuja con su presencia la balanza en favor del trasgredido y pisoteado.
En “Un Misterio llamado Muerte”, el guerrero venga a un pequeño pueblo arrasado por la banda de mercenarios mandada por el embrujado Lario. En “Los Fantasmas de Sangre” es un actor protagónico del castigo divino azotado sobre los usurpadores del trono de En-Mel-Arna. En “No Mates al Hombre, Cazador”, la casualidad lo pone allí donde debe estar para defender a un hombre viejo de la muerte, y a su hija de ser secuestrada por una familia de brutos que viven en las montañas.
El tratamiento de los personajes femeninos, sobre el cual hemos señalado lo mal que ha envejecido, no mejora demasiado en este quinto tomo. En “Hombres, Dioses y Agua”, aún otra historia de venganza contra un rey injusto, se introduce a la guerrera vengadora Napalim, una amazona que dice haber sido de la partida en la batalla que enfrentó a su tribu con Nippur y Teseo al comienzo de la historieta. Pero en lugar de explotar su destreza y elevarla sobre las damiselas en peligro que abundan en el mundo sumerio antiguo, Wood elige hacerle decir la desafortunada frase: “Perdona, ni mis flechas ni mis polainas pueden desmentir la realidad de mi lengua de mujer”.
Pero lo destacado de este volumen se encuentra en “Yo vi a Gilgamesh Buscando su Muerte”. No porque sea el mejor capítulo del libro, esos serían “Un Misterio llamado Muerte” y “Hombres, Dioses y Agua”, sino porque allí se da el primer crossover del multiverso Columba, que involucra a Nippur de Lagash. El Errante se encuentra a Gilgamesh el Inmortal, un rey de Uruk que logró volverse inmune a la muerte, personaje creado íntegramente por el mismo Olivera en junio de 1869. Es decir un año antes de este capítulo número treinta y cuatro. Con el paso de los años, ambos se convertirían en grandes amigos, e incluso serían producidos por la misma dupla Wood/Olivera.