Reseña del tomo número cuarenta de la Colección Salvat de DC Comics – El rastro de Catwoman.
En sus vastos años caminando la fina linea entre heroína o villana, Catwoman ha tenido sus momentos, como aquel estelarizado en 2002 en el que Selina Kyle regresa a su amada Gotham City para intentar dar con un asesino de prostitutas con las que ella mantenía una amistad. Esta historia nos llega de la mano de un conocido guionista como Ed Brubaker, mientras que los dibujos caricaturescos son 100% obra de Darwyn Cooke en los primeros 4 issues, cerrando los restantes con Brad Rader.
Si a esta altura del partido no han odio hablar de Brubaker o han leído alguna de sus historias realmente se pierden de mucho. El guionista estadounidense se ha destacado y de lo lindo en las dos grandes editoriales de cómics norteamericanas: DC y Marvel. Por el lado de La Casa de las Ideas, Ed se destacó en historias como Daredevil, Capitán América, The Immortal Iron Fist y Uncanny X-Men entre otras, mientras que Batman, Catwoman y Gotham Central han sido sus obras más recalcitrantes en el mundo de DC.
Ahora, cuando hablamos de Darwyn Cooke estamos hablando de un tipo que va por afuera de los estándares del dibujo para el cómic moderno. Su trazo, alejado del estilo super realista de Alex Ross o el sobrio dibujo de Jim Lee, es completamente pintoresco y asemeja mucho a los cartoons de la televisión, pero de una forma muy distinta a la de Paul Dini. A Cooke lo hemos visto destacar en obras como Justice League: New Frontier, Just Imagine Stan Lee with Chris Bachalo creating Catwoman y Green Lantern: Secret Files entre tantas otras.
Algo que caracteriza a las historias narradas en las calles de Gotham es que siempre, siempre hay un olorcito a crimen que sazona la narrativa. La colección comienza con una obra maestra de las novelas gráficas, en la que Catwoman regresa a Ciudad Gótica después de fingir su muerte, para armar un último gran golpe.
Brubaker escribe en estas páginas una nueva versión de Selina Kyle situandola en un papel en el que cuida a los indefensos residentes de Gotham’s East End, al igual que Daredevil en su hermosa Hell’s Kitchen del Universo Marvel. Tenemos prostitutas, mulas de drogas y policías corruptos, con un sorprendente número de simpáticos personajes que intentan arreglárselas con lo que tienen para ayudar o complicar la misión de Catwoman.
Darwyn Cooke dibuja los primeros cuatro números, en un estilo que es un poco extraño para los lectores convencionales pero que te puede capturar si decidís salir del escepticismo inicial. Luego Brad Rader toma el lápiz para los próximos cinco números. Si bien el trabajo de Rader no es tan seguro y seductor como el de Cooke, ciertamente rinde homenaje al primero y hace una transición fácil para el lector.
Esta es la historia adecuada tanto para fanáticos del personaje como para los amantes de las novelas policiales, no cabe duda que el estilo que los artistas imprimen además está muy presente en toda la historia que de la mano de un inspirado Brubaker dejan una de las mejores aventuras de Selina Kyle.