Blasphemous 2 ostenta una evolución considerable a nivel artístico y jugable para ofrecer una secuela extraordinaria y, aunque cueste creerlo, más accesible.
Blasphemous fue una de esas sorpresas que no nos esperábamos. Ante tanta saturación de aventuras en 2d, con tintes de Metroidvania y Soulslike, los españoles de The Game Kitchen hicieron de su puesta en escena y ambientación una carta ganadora para cautivar rápidamente a los jugadores. Una aventura con un tono religioso y empapado de la cultura mediterránea, envuelta en elevados picos de dificultad y un gore explicito tanto en diseños de personajes como en sus brutales animaciones de combate.
Esta entrega, lanzada en 2019, no ocultaba sus costuras: su desarrollo, producto de un exitosísimo Kickstarter, no eximía detalles como hit boxes confusas, movimientos toscos y una exigencia plataformera solo equiparada con los tremendos bosses que castigaban nuestro pecaminoso camino.
Para Blashphemous 2, la desarrolladora española tomó toda esa construcción y fue más allá, probablemente lanzando al mercado el juego que se imaginaron para la primera entrega pero la escasez de recursos no se lo permitió. Esta secuela toma los elementos narrativos de la aventura anterior para marcar el regreso de El Penitente, en un viaje por tierras desconocidas plagadas de peligros, pero también con los recursos suficientes para hacer la travesía un tanto menos compleja.
Expiando pecados a tu manera
El primer contacto con Blasphemous 2 ratifica ese salto en su jugabilidad, dirección artística pero también las sensaciones que busca transmitir la secuela. Estamos, de buenas a primeras, con un juego que parte de todo lo construído en su entrega original pero desde una tónica de experiencia más robusta, allanando esas oportunidades de mejora que tenía Blasphemous 1 y llevando la experiencia un paso más allá.
Narrativamente, el regreso de El Penitente está ligado a los acontecimientos de la expansión del título anterior (Wounds of Eventide), donde se anticipó la irrupción de “El Milagro” y la llegada de un nuevo hijo prodigo, que deberá a su manera expiar el mal de estos terrenos profanados y malditos. La influencia de la cultura española toma con fuerza a la ambientación, los personajes y gran parte de su historia. Incluso los personajes con los que interactuamos, NPC y bosses, mantienen esa directriz artística en su mayoría andaluz, que marida entre pintores, escultores, artistas y personajes bíblicos.
Artísticamente, Blasphemous 2 marca la cancha desde las cinemáticas iniciales. The Game Kitchen partió de 0 en la base de construir el diseño de todos los personajes, locaciones y escenarios, pero también lo demuestra en las animaciones de los personajes, el movimiento de El Penitente y el detalle de todas las criaturas. Si comparamos las secuencias animadas de ambas entregas, la diferencia es abismal y, aunque ambas mantienen ese nivel de gore y crudeza, el salto visual es hermoso. A esto le tenemos que sumar voces completamente en español y un narrador que de tanto en tanto irrumpe con su voz desde las penumbras para marcar los pasos de El Penitente.
La historia continúa manteniendo algunos aires crípticos en su forma de explicar las cosas, pero es mucho más benevolente para entender qué estamos haciendo y por qué; y para lograr el ritmo de esto profundiza aún más en sus conceptos metroidvania, pero incluso también en la posibilidad que tenemos de explorar y combatir.
Uno de los grandes cambios que percibimos en Blasphemous 2 es la ausencia de Mea Culpa, la pecaminosa espada de El Penitente que ya no forma parte del arsenal. Sin embargo, ahora tenemos la posibilidad de decidirnos por 3 armas diferentes: el Incensario de Guerra, un mazo gigante pesado con ataques destructivos, la Espada del Rezo, el arma más equilibrada de las 3 y que permite trazar combos largos sin perder la posibilidad de contraatacar, mientras que en tercera instancia tendremos Estoque y el Puñal, que prevalece por su agilidad y la posibilidad de aumentar su cadencia de daño si no recibimos golpes.
Decantarnos por una de las 3 al comienzo del juego no es solo una simple decisión. Por un lado, define cuál será nuestra principal estrategia de combate durante las primeras horas de juego, cada una con sus ventajas y desventajas. Por ejemplo, todo el poder que tiene el Incensario de Guerra trae como contra partida que no tiene posibilidad de bloquear, y sus golpes dejan a El Penitente a merced del enemigo. Pero todo no pasa por el combate y su estrategia ante los enemigos, porque cada una de estas armas también cuentan con habilidades secundarias propias que son tracciones plataformeras que marcan el camino a explorar durante esos primeros compases de nuestra aventura.
Según el arma que elijamos, entonces, tendremos que abrirnos paso por una zona distinta del mapa, y una vez que vayamos encontrando el resto de las armas, nos abriremos paso con nuevas habilidades para explorar todos los territorios. Esta dinámica es un disparador ideal para, o salir de nuestra zona de confort en cuanto a elecciones armamentísticas, pero también para diversificar la experiencia y probar opciones diferentes.
La capa metroidvania está profundizada, invitándonos a ir y volver por sobre nuestros pasos para acceder a zonas que antes no podíamos llegar o interactuar con algún NPC para llevarle ese item que tanto nos pidió. Pero también repite una fórmula varias veces dentro de su propia estructura que no termina de convencer: para acceder y ascender hacía la ciudad prohíbida, tendremos que derrotar a 3 imponentes jefes; para luego una vez cosechado eso nos pida repetir el proceso pero ante 5 bosses, para seguir avanzando en la historia. Una mecánica que funciona principalmente para recorrer cada metro cuadrado de los escenarios y avanzar por los escenarios gracias a una nueva skill, como doble salto, trepar por las paredes u obtener una de las 3 armas que no elegimos al comienzo.
Que nos digan qué hacer y cómo llegar a los objetivos puede agilizar un tanto la ecuación llegando a su recta final y pierde ese encanto del descubrimiento propio por la exploración.
El combate, por su cuenta, también mejoró y considerablemente. En parte “El Penitente” no es un protagonista tosco y robusto, sino que sus movimientos mejoraron considerablemente, su destreza es más clara y las skills de desplazamiento permiten que podamos sortear los peligros de forma más elegante. Esto reduce en gran parte la exigencia y, contrastando con la entrega anterior, Blashphemous 2 es un título más permisivo y accesible, porque también permite más posibilidades de enfrentar a los enemigos.
Las habilidades elementales agregan una diversidad de opciones para enfrentar a los enemigos, que cuentan con su propias resistencias y debilidades, lo que obliga en parte a variar en las equipaciones. A esta capa de elementos se le suma una de las principales novedades, muy influenciada en Castlevania: Circle of the Moon y su sistema de cartas que, al combinarlas, obteníamos boost de determinados recursos. En nuestro viaje nos encontraremos con el escultor Juan Martínez Montañés, que permitirá equiparnos con figuras que aumentarán el poder de las armas y las habilidades elementales. En cada instancia, Blasphemous 2 busca inyectarnos esa libertad para que elijamos la forma que jugamos y tomamos las decisiones.
Los enemigos vuelven a ser una oda a la creatividad, y si bien no tienen ese mismo impacto que la primera edición, hay una buena diversidad de criaturas, varias de ellas recicladas del primer Blashphemous. En esta secuela, las habilidades que vamos adquiriendo con El Penitente van de la mano con el arco de técnicas que los rivales tienen y busca ese equilibrio para hacerlo desafiante. Donde sí vuelve a ser un gran acierto es en sus peleas contra los bosses, que impactan por su apartado artístico pero que también es una danza de habilidades y poderes que, por momentos, se decanta mucho más por la adversidad que presentaba aventuras como Hollow Knight que un paseo por el parque.
Todo lo que podemos ver de su combate es preciso, bien articulado y atractivo, pero en el balance final de la experiencia, Blasphemous 2 logra sacar mucho más provecho de su vertiente plataformera gracias a todas las habilidades que se articulan dentro de lo que El Petinente aprende por su pecaminoso viaje. Principalmente porque despierta esa semilla interior de “recuerdo que en esta zona había un lugar que no podía llegar pero ahora creería que puedo” y la curiosidad aventurar está a la orden del día.
Blasphemous 2 además vuelve a presentar un abanico de nuevos NPC y personajes secundarios que pediran algunos encargos, encontrar algunos objetos o sencillamente comerciar y vendernos items; con un punto no menor y es que vuelve a ver más de un final para esta aventura, que dependerá de nuestros actos y qué decisiones tomamos para llegar a cada uno de ellos.
Conclusión
Blasphemous 2 logra ese maridaje perfecto entre contenido, dinámica, frescura y duración. En una propuesta que dura alrededor de 20 / 25 horas para llegar a su 100%, es una secuela que mejora todos los aspectos de su entrega anterior pero que al mismo tiempo busca mantener la atención constante del jugador. No quiere extenderse más de lo debido ni tampoco hacer una aventura interminable y tediosa.
Esta segunda parte encuentra un buen balance entre combate y plataforma que, si bien hace un poco más accesible todo en comparación al primer Blasphemous, es una aventura llena de capas y sorpresas en cada rincón.
Blasphemous 2 logra ese maridaje perfecto entre contenido, dinámica, frescura y duración. En una propuesta que dura alrededor de 20 / 25 horas para llegar a su 100%, es una secuela que mejora todos los aspectos de su entrega anterior pero que al mismo tiempo busca mantener la atención constante del jugador. No quiere extenderse más de lo debido ni tampoco hacer una aventura interminable y tediosa.
Esta segunda parte encuentra un buen balance entre combate y plataforma que, si bien hace un poco más accesible todo en comparación al primer Blasphemous, es una aventura llena de capas y sorpresas en cada rincón.