Namco y Shift nos traen para toda la región de occidente God Eater 2: Rage Burst, este interesante RPG que con una simple premisa garantiza muchas horas de entretenimiento.

Los action RPG son uno de los géneros más consolidados en Japón y alrededores, pero que poco a poco van expandiendo su éxito a todo el globo. Dentro de las subdivisiones que presentan esta variedad de juegos, en 2004 Capcom revolucionó con Monster Hunter que, como su nombre lo indica, el objetivo del mismo radica en la caza de monstruos.

A partir de este gran éxito, las distintas desarrolladoras de videojuegos han intentado ofrecer títulos bajo la premisa de Monster Hunter, y God Eater es uno de esos casos.

Esta segunda parte, God Eater 2: Rage Burst es un relanzamiento del juego que salió en 2013 únicamente en Japón y que ahora llega remasterizado para Plastation 4, PS Vita y PC. Esta versión viene además con el agregado de nuevas misiones extras que complementan a la edición original.

Para los que no están familiarizados con la historia de God Eater, la trama principal nos ubica en el año 2071 en un futuro post-apocalíptico; la Tierra sufre la invasión de una criaturas llamadas Aragamis, que tienen como único propósito la destrucción de la vida dentro del planeta. La humanidad se encuentra al borde de la extinción y los pocos sobrevivientes forman una resistencia dividida en múltiples facciones que intentan destruir a estas implacables bestias.

Los protagonistas de está historia son los miembros del grupo de resistencia Blood, y nosotros encarnamos a una de las más recientes incorporaciones. Con una idea de juego muy simple, God Eater 2: Rage Burst es un universo sumamente complejo que redobla la apuesta de lo realizado en la primera parte. 

Al comenzar la partida tendremos a nuestra disposición un editor para customizar las cuestiones físicas del protagonista y, automaticamente después, nos mete de lleno en la historia. 

Luego de un breve tutorial, nos daremos cuenta que la mecánica del juego es sencilla pero adictiva: Debemos ir realizando misiones en las cuales tenemos como único objetivo exterminar Aragamis. Nosotros solo podremos jugar con el protagonista elégido, pero tendremos a disposición una gran cantidad de NPC que nos ayudarán en el campo de batalla.

El cuartel de Blood servirá para interactuar con los distintos personajes que se irán sumando a la historia, conocer un poco más sobre ellos, avanzar en la trama y personalizar el armamento; y ahi hay que detenerse, ya que el punto más fuerte de este juego es la customización que ofrece.

A nuestra disposición tendremos un centenar de armas distintas, llamadas God Arcs, las únicas capaces de destruir a las criaturas. Espadas, lanzas, hachas, martillos, guadañas y un arsenal de armas de fuego son solo algunas de las opciones posibles, que se adaptarán a nuestro estilo de pelea. Además tenemos la posiblidad de desarrollar técnicas especiales que otorgan un plus para ganar las misiones más complicadas. Como si esto no fuera poco, disponemos de una opción para poder fabricar armas y agregarle parámetros, como más fuerza, absorción de magia o mayor vitalidad, entre otros.

El sistema de combate tiene muchos elementos de los clásicos Hack and Slash que funcionan muy bien. En mapas abiertos, podremos movernos libremente mientras matamos a los diversos enemigos. Los movimientos son fluidos y las armas responden bien a nuestros comandos. Sin embargo, tiene un defecto que encarece mucho la experiencia: la cámara. Lamentablemente, es un de los puntos más frustrantes de God Eater 2: Rage Burst, ya que parte de la acción se torna bastante confusa en momentos donde estamos amenazados por varios enemigos. 

La dificultad del juego comenzará luego de haber realizado las primeras 15 misiones. El primer tramo es bastante simple y sirve básicamente para entender la mecánica del juego y el sistema de personalización. Es importante repetir las misiones realizadas ya que al finalizarlas obtendremos distintos materiales que nos permiten la fabricación de las mejores armas. Por momentos puede volverse un poco repetitivo, ya que muchas misiones son similares y no hay una gran variedad de Aragamis, lo que encarece mucho la experiencia. 

El tema audiovisual es el punto más flojo de esta secuela. Los gráficos estilo anime son muy poco pulidos y, salvo algunos detalles, el aspecto visual es muy chatas y poco definido. Además, las locaciones donde suceden las misiones son bastantes simples, sumados a la poca diversidad de enemigos, encarecen mucho la experiencia. Ciertamente no está a la altura del potencial que pueden ofrecer las consolas hoy en día.

Los amantes del género encontrarán en God Eater 2: Rage Burst una experiencia muy disfrutable. A pesar de ser un tanto repetitivo durante la acción; el factor RPG le otorga un plus bastante interesante, con una posibilidad de encarar las misiones de la manera que nos sienta más cómoda. Si te enganchas con el juego, tenés aproximadamente entre 50 y 60 horas garantizadas de diversión.

 

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De chico soñaba con ser un Jedi. De grande también.

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