Kratos y Atreus se embarcan en God of War: Ragnarok en una aventura épica que escala directo dentro de las mejores experiencias de PlayStation.
God of War en 2018 había logrado tomar la aventura de Kratos y modernizarla para la generación de PlayStation 4. Esta “modernización” no solo quedo en evidencia en un gameplay menos frenético y estructuras jugables condicionadas por las características rpg que tienen casi todos los títulos actuales; sino que también vio su efecto en la narrativa, profundizada por los matices de los nuevos personajes que conoce Kratos, pero principalmente infundada en la relación con su hijo Atreus.
Este viaje que emprendieron en esa entrega se sintió, a grandes rasgos, como un gran prólogo de lo que vendría ahora con God of War: Ragnarok, una secuela que, lejos de ser “continuista”, es una evolución superadora de cada uno de los aspectos disfrutados en su entrega anterior. La escala del conflicto es mayor, las problemáticas son más potentes, su jugabilidad está más trabajada, las opciones de Kratos en combate y exploración crecieron exponencialmente, apoyadas por una narrativa que también tiene su propio crecimiento, impulsado por ese gusto a épica en cada uno de los rincones de estos 9 reinos atravesados por el inminente fin del mundo.
God of War: Ragnarok parte de las reglas y novedades expuestas en la entrega de 2018. Esto en parte corta con el efecto sorpresa de muchas dinámicas que los jugadores ya conocerán de antemano, pero en su propio autodescubrimiento Santa Monica Studio juega con novedades, agregados y una contenida libertad para explorar los territorios mientras nos preparamos ante un enfrentamiento inevitable con la cúpula de los dioses nórdicos.
Y dentro de todo lo épico de esta propuesta, el factor emotivo es una carta que sabe jugarse en lo momentos indicados. Esta epopeya terminará de transformar la vida de los protagonista, y también pondrá a prueba la relación entre ambos, abriendo la cancha a otros personajes que tendrán una injerencia directa tanto en el conflicto como en el vínculo de Kratos y Atreus.
El Ragnarök es inevitable.
Del final de God of War al comienzo de God of War: Ragnarok pasa un corto período de tiempo, pero esto es suficiente para notar dos cambios importantes: un crecimiento en Atreus y las consecuencias del Fimbulvetr, un invierno más frío y extenso que anticipa la llegada del Ragnarök. Esto lo desencadenamos tras asesinar a Baldur en la entrega anterior y los 9 Reinos se vieron afectados por esto.
Este punto de partida es el desencadenante para que la secuela comience a desarrollar sus aristas narrativas desde diferentes conceptos: el intento de venganza por parte de Freya – que va a querer asesinar a Kratos en cada oportunidad que pueda -, el interés de Atreus en descubrir más sobre su origen y su propósito en esta contienda, y el deseo de Kratos por evitar cualquier tipo de conflicto directo con Odin y sus súbditos, algo que rápidamente descubrirá que está fuera de su alcance.
Lejos de querer contar más sobre la historia del juego, GoW: Ragnarök hace grandes méritos para ir abriendo su relato a medida que exploramos los diferentes reinos, con la suficiente cintura para introducir nuevos personajes que, vale destacar, no son meros actores secundarios. Tomando mucho de lo que hizo Naughty Dog con The Last of Us Part: II, Kratos y Atreus no toman constantemente el centro del conflicto, sino que hay lugar para desarrollar problemáticas y vínculos entre viejos conocidos y nuevas caras que hacen presente en la aventura.
El fin del mundo y la ambición de Odin son el norte por el cual todos los caminos están atravesados, pero el juego también toma su tiempo y lugar para desarrollar conflictos menores, dilemas de personajes e historias secundarias autoconclusivas en los diferentes reinos.
La relación entre Kratos y Atreus cosechará esa maduración y forja de la entrega de 2018, y también tiene un evolución a medida que avanzamos en la historia. Pocas veces veremos a un Kratos tan asustado de las consecuencias de enfrentarse a los dioses, mientras entiende que Atreus cada vez es más grande pero también más poderoso, con todo lo que eso conlleva. Ese vínculo íntimo entre la dupla de protagonista regala grandes momentos emotivos y es el termómetro durante las ambigüedades del conflicto. Ambos a su vez tendrán que luchar contra las profecías que cargan sobre su hombros y cómo forjar su destino sin poner el riesgo al mundo.
El juego no escatima en momentos de tensión, acción y emoción, que además de traspasar la pantalla, logran esa flexibilidad para llevarnos entre batallas épicas a momentos más íntimos, con una inmersión que se traduce en conectarnos de lleno con los deseos de los personajes.
De los personajes que ya conocemos de la entrega anterior, Brok y Sindri tienen mucho más protagonismo y logran aportar una cuota más humorística a la tosquedad de Kratos. No hay que olvidarse de Mimir, que nos acompaña durante la aventura con historias, relatos y mucha sabiduría; pero la incursión dentro de los diferentes reinos abre la posibilidad a conocer a nuevos aliados, enemigos y también imponentes criaturas que tendrán sus propios momentos para brillar.
Ojalá puedan disfrutar de esta aventura con la mínima cantidad de spoilers e información sobre el desarrollo avanzado de la historia, porque GoW: Ragnarok cuenta con un montón de pequeños grandes momentos y escenas memorables que la hacen una “secuela” inolvidable.
El poder narrativo de las aventuras de PlayStation son un sello dentro de la marca, y esta aventura vuelve a elevar la vara para lo que representa las historias single player.
Un combate ajustado a la épica de la contienda
God of War: Ragnarok no quiere perderte en extensos tutoriales ni explicaciones, dejando tácitamente resaltado que ya venimos con el conocimiento de la entrega anterior. Por eso sus bases se mantienen desde el arranque. Por el lado de Kratos, comenzamos con el Hacha y las Blade of Chaos desde el comienzo, cada una con sus mismas características tanto para el combate como para la resolución de puzzles (congelar objetos, prender fuegos arbustos o antorchas, golpear cosas, entre otros), más el escudo que matiza la combinación entre, ataque, defensa y parry.
El combate aprovecha el potencial de PlayStation 5 y su estilo cinematográfico para ser mucho más visceral y dinámico. Ahora las combinaciones entre Kratos y Atreus son mucho más flexibles y nuestro coequiper tiene muchas más opciones en combate, pero principalmente autonomía, para que asista de forma más orgánica en cada batalla.
La cantidad de animaciones que se agregaron es impresionante, y ni hablar de la cantidad de remates que le agregaron a Kratos para liquidar a los enemigos, que varían también dependiendo el arma que usemos. En lo que respecta a habilidades y armaduras, no contamos casi ninguna de las que aprendimos en el juego anterior pero esto no significa que empezamos de foja cero: en nuestros primeros encuentros con Brok y Sindri ya habremos conseguido varias equipamientos y escudos, y algunas técnicas, para que no quede esta idea de “no me queda nada de la progresión que hice durante la aventura anterior”.
En God of War: Ragnarok hay una mayor profundización en los aspectos estadísticos y una mayor cantidad de cosas para equipar. Los sets de armadura ahora tiene más bonificaciones de estado, contamos con más espacios para reliquias y accesorios, con la posibilidad de definir mucho más acentuadamente cómo queremos perfeccionar las habilidades de Kratos. Ahora tenemos muchas más opciones de acentuar a un protagonista más enfocado en la fuerza, en las habilidades mágicas o en aspectos defensivos; y esa capa más rpg no viene a complejizar la aventura sino a dar más posibilidades de desarrollo de forma ágil e intuitiva.
Obviamente hay un montón de novedades y cosas para equipar que no tiene sentido contarlas para no arruinar la experiencia, pero quédense tranquilos que la cantidad de items y opciones que se sumaron es superior a los presentado en la primera entrega.
Las mejoras en el combate también se reflejan en la diversidad de enemigos que enfrentamos, que ahora no están tan plagados de Draugrs o zombies (que los hay), pero la posibilidad de explorar todos los reinos también es una invitación a batirse a duelo contra criaturas y esbirros de todos los tamaños y colores. Esto, por consecuencia, decanta en tener que cambiar las estrategias de forma constante, desde intercalar las armas que usamos hasta la forma de derrotarlos.
Se agregaron algunas novedades bastante tangibles como el elemento bifröst, que causa daño progresivo y nuevos tipos de flechas que aportan también su cuota no solo al combate sino también a la exploración y los puzzles. Este último apartado vuelve a decir presente en Ragnarok con mayor ingenio, aprovechando los enormes espacios que exploramos para poner a prueba a Kratos. Los diferentes desafíos que encontramos (obligatorios y opcionales) no son ni fáciles ni completamente imposibles, hay un balance equilibrado y por suerte ninguno tiene una cuota de frustración que no nos de ganas de hacerlo.
Volviendo al combate, la respuesta del DualSense marca cada golpe que ejecutamos, con vibraciones focalizadas pero también con la potencia de los gatillos: incrustar con el hacha en el pecho de un enemigo y revolearlo por los aires es una sensación que el joystick logra plasmarla a la perfección. Esto se complementa de sobremanera con el audio 3D, que te indica dónde se encuentran los enemigos (a base de chillidos y ruidos) para moverte con rapidez y determinación.
La inclusión de nuevos enemigos y todas las capas de combate que tenemos disponible imprime esa frescura que quizás la aventura anterior no la tenía, llegando a un punto en donde el molde de las batallas era siempre el mismo. En Ragnarök, podemos encarar los enfrentamientos desde tantos ángulos y posibilidades que nunca vas a sentir que estás teniendo dos veces la misma batalla; algo que quizás no es algo enaltecido por la IA de los enemigos sino por todas las diversificaciones existentes que hay. Hay combates con desventaja numérica, combates en terrenos verticales, batallas contra enemigos de escalas gigantes, criaturas voladoras; y ante cada desafío que se presenta nuestros protagonistas tienen un abanico de soluciones a disposición, todo orquestado con ese plano secuencia que da inicio desde que le damos a “iniciar aventura”.
Respecto a la dificultad, hay 5 opciones diferentes, muy en la sintonía de la entrega anterior, y ya desde opción “normal” el nivel de desafío es bastante exigente, principalmente en lo que respecta a los desafíos opcionales del juego.
9 Reinos, una aventura épica.
Una de las grandes críticas que recibió God of War (2018) fue la poca cantidad de reinos que pudimos visitar y el limitado terreno que nos dejaban explorar en cada uno de ellos, haciendo de Midgard el principal escenario. Es importante destacar en la exploración de God of War: Ragnarok varios puntos.
Primero y principal, contamos con la posibilidad de explorar los 9 reinos que dijeron presente durante la aventura anterior. Obviamente no van a estar desbloqueados desde el primer momento pero el acceso a cada uno de ellos se dará en función de la narrativa, así también con las opciones que tenemos disponible.
Un punto no menor es que Ragnarok es una secuela directa, entonces habrán varios escenarios conocidos, principalmente Midgard, que reconoceremos visualmente pero que, al verse afectados por el Fimbulvetr (gran invierno), su ambientación cambió por completo. Basta solo con poner de ejemplo el gran Lago de los Nueve, ese gran punto neurálgico del juego anterior, ahora es una llanura completamente congelada, plagada de saqueadores y peligrosas criaturas. Estos sutiles cambios hacen que las zonas que ya conocíamos ahora presenten escenarios completamente diversos.
Para el resto de los reinos, hay situaciones ambiguas: Svartalfheim o Vanaheim, regiones completamente nuevas, son lugares con mapas enormes y lleno de cosas para hacer; mientras que mundos como Asgard o Hellheim tienen una concurrencia más limitada. Ojo, en todos los reinos pasaremos varias horas dentro del tronco principal de la aventura, pero no todos cuentan con grandes quehaceres más allá de los objetivos principales.
God of War: Ragnarok tiene una duración de su campaña principal que ronda las 33 horas si es que decidimos ir de lleno a los objetivos principales, pero es casi imposible solo pensar en avanzar en la historia; el juego te invita constantemente (incluso a veces en ordenes propias de Mimir o Atreus) a que te olvides un rato de continuar con esa quest principal para que nos abramos paso por las zonas secundarias que hay en los reinos y encontremos desafíos secundarios. Hay un volumen mayor de sidequest, así como también de coleccionables y desafíos ocultos. Esto funciona claramente para encontrar habilidades, set de armaduras y elementos de crafteo pero también para encontrarnos con los enfrentamientos opcionales más poderosos.
Por ejemplo, en reemplazo de las Valkyrias, se sumaron varios desafíos de ese estilo, en donde tenemos que enfrentarnos a una serie de demonios bastante poderosos (en especial unos llamados los reyes bersekers), que mantiene ese nivel de exigencia un grado mayor a los jefes que enfrentamos dentro de la historia principal.
La exploración esta diversificada, muy en la sintonía de la aventura anterior, en espacios lineales y grandes entornos abiertos. La utilización del bote o el trineo de lobos son algunos elementos que dicen presente para evitar recorrer grandes espacios a pie.
Los encargos y objetivos secundarios aparecerán de forma progresiva y escalonada, invitando a recorrer varias veces diferentes reinos para llegar al 100% en cada lugar. Obviamente, algunos accesos y atajos estarán denegados hasta más avanzado en la aventura y esto también garantiza una libertad al momento de elegir cómo queremos explorar los diferentes reinos.
Un festín audiovisual
God of War: Ragnarok es un AAA con todas las letras y aprovecha cada uno de los recursos de PlayStation 5 para hacer de esta aventura un espectáculo de magnitudes épicas. Cada uno de los reinos tiene sus propios elementos y características, y Santa Monica Studios hizo un enorme trabajo para entregar un nivel de detalle en cada uno de sus elementos para ofrecernos incluso incursiones espectaculares sin importar que estemos de día y de noche.
Por momentos se nota que el juego fue pensado también para PlayStation 4 y algunos elementos de las locaciones pueden que no tengan un nivel de detalle superlativo, pero esto no opaca lo increíble que se ven las animaciones de los criaturas, el detalle de los enemigos, el trabajo en los personajes principales y secundarios para matizar cada uno de sus elementos: vestimentas, animaciones faciales, expresiones corporales acompañando por un trabajo de voz que mantiene la calidad de la entrega anterior.
De forma predeterminada, GoW: Ragnarok cuenta con un modo fidelidad y rendimiento, para darle prioridad a los fps o a la calidad visual. Pude jugar la aventura intercalando con ambas configuraciones y, por comodidad, terminé optando por el rendimiento para aumentar la tasa de cuadros por segundo, y la verdad es que la calidad gráfica no mermaba tanto como para que sea una diferencia significativa. Además, hay disponible una tercera opción para correr el juego a 120fps, pero que no está disponible para todos los televisores.
La música que utilizaron para los momentos de mayor tensión te mete de lleno en el conflicto y es un festín audiovisual: desde que comienza la aventura estás compenetrado con el destino de estos personajes y cada plotwist en esta historia te deja cada vez más adentro y con ganas de querer saber cómo sigue.
Manteniendo el standard de otras producciones en PlayStation, el nivel de accesibilidad vuelve a estar a la altura de las circunstancias, con opciones visulaes, sonoras y jugables de todo tipo para no limitar a cualquier tipo de jugador para que pueda disfrutar de esta aventura.
Conclusión
A pesar de que es incierto cuál será el futuro de la franquicia en los próximos años. God of War: Ragnarok se siente como un gran y hermoso cierre para Kratos. El juego toma elementos de toda la saga para construir una aventura que redefine al personaje y también le da un sentido diferente a todas las tragedias que atravesó.
Su modo de ver la paternidad y su vinculo con Atreus es el corazón de esta historia, un relato que no escatima en intentar ser unilateral sino que busca las diferentes perspectivas para entender correctamente todas las piezas de este rompecabezas.
A nivel jugable, es una fiesta superlativa de sentidos y emociones; es de esos juegos que no querés que se terminen nunca porque el disfrute que imprime cada uno de sus elementos nunca agota la experiencia.
Este mundo nórdico deja una hermosa historia y enormes personajes que nos van a acompañar durante mucho tiempo. God of War: Ragnarok toma la bandera de las aventuras single player y la flamea con orgullo, dejando en claro que el fin del mundo todavía para ellos no ha llegado.