Una escapada a un pequeño pueblo y la posibilidad de conocer a sus habitantes, eso es lo que nos propone esta minimalista aventura llamada Lake.
Siempre hablo del torbellino de lanzamientos que puede tener la industria del videojuego, con shooters, sandbox, RPGs y otros tantos triple AAA que nos nublan la vista a esos juegos más chicos, títulos que en su propuesta más discreta pueden, en realidad, resultar ideales para tomarnos un descanso y hacer terapia mientras conocemos su mundo. Ese es el caso de Lake, la obra del estudio holandés Gamious, el cual nos propone una experiencia más contemplativa, casi simulando la propia rutina de un cartero, mientras conocemos los coloridos vecinos de un pequeño pueblo.
Volviendo a las raíces
Comencemos por el principio y, además, por el pilar de Lake: su historia. A nosotros nos toca encarnar a Meredith Weiss, una joven desarrolladora que abandona temporalmente la gran ciudad para volver a su pueblo natal y cubrir a su padre, el cartero del lugar, mientras este se va de vacaciones. En este contexto Meredith se encuentra con una nueva realidad que había olvidado y con muchas personas a las que le ha pasado el tiempo. Estos dos temas son la esencia de este relato, mostrándonos la diferencia entre la vorágine de las grandes urbes y la paz de sus alrededores, mientras vemos cómo cada estilo de vida afecta a quienes lo adoptan.
Quizás venir de analizar Life is Strange: True Colors perjudica un poco mi juicio al hablar de Lake, siendo la obra de Deck Nine Games todo un referente dentro del mundo de géneros centrados en la narrativa, pero lo cierto es que el juego de Gamious se me quedó un poco tibio. Entendemos que no hay intención de darnos grandes sobresaltos en una experiencia que siempre pretende ser zen, pero las microhistorias de cada habitante se terminan diluyendo en la nada y la de la propia protagonista, e incluso la última decisión que debemos tomar, se siente muy predecible.
Haciendo de cartero
La propia historia de Lake sirve como premisa para la actividad que llevaremos en sus menos de 10 horas de duración. Nos toca ser un cartero, así como suena, con todo lo que esto refiere. Buscamos las cartas, las cargamos en el camión y salimos a repartirlas por el pueblo, un pequeño mundo abierto en el que nos esperan varios guiños a la época en la que se ambienta (1986) y cada vecino se detiene para saludarnos y contarnos algo al pasar. Las charlas se suceden entre algunas más anecdóticas y otras en las que debemos elegir qué responder, determinando así, ligaramente, el destino de algunos personajes que habitan en el lugar.
Son las primeras horas de esta minimalista experiencia las que me resultaron más atractivas. Esta cosa de viajar de un lado a otro, sin apurarse, respirando lento y escuchando una buena selección musical, es lo más valioso de la propuesta del estudio holandés. Durante buena parte de la aventura es realmente un simulador de cartero y es hasta que la historia entra demasiado en juego, que consigue este objetivo de ponernos en un estado zen y alejarnos de cualquier cosa que tengamos en la cabeza.
El bosque – Apartado técnico
Entiendo esta clase de juegos como la búsqueda de experiencias que van más allá de cualquier análisis técnico y por eso hay muchas cosas que se pueden perdonar, y otras no tanto. Lo cierto es que Lake no se ve mal, de hecho tiene paisajes muy bien conseguidos y el diseño de personajes es colorido, con una buena utilización de los recursos artísticos que tiene. La música juega un rol fundamental en el conjunto y la selección de temas es todo un acierto.
Teniendo en cuenta todo eso a nivel animaciones no le exijo demasiado y lo cierto es que en líneas generales cumple, pese a la notoria falta de expresividad de sus personajes, pero sí que me permito reclamarle la falta de ciertas mecánicas fundamentales como la de subir y bajar del camión, algo que se repite constantemente y que nos lleva a una breve pero poco inmersiva pantalla negra, o la nula reacción a las colisiones. A nivel rendimiento el juego está bien y los bugs que encontré fueron más estéticos y relacionados con las físicas de los personajes, nada que moleste.
Lake, el veredicto final
Siempre se agradecen las propuestas que nos inviten a escapar un poco de la vorágine de la industria de los videojuegos, estas experiencias zen que con un par de mecánicas y una buena historia nos hacen bajar un cambio. Eso es lo que trae Gamious entre manos y durante los primeros compases funciona, aunque a la larga termina disolviéndose en un “todo” que queda a medias.
Como simulador de ser cartero y las primeras horas en las que viajamos, escuchamos música y conocemos a los vecinos del lugar, Lake funciona y consigue lo que se propone. A la hora de sumergirse más en su historia y dejar de lado su esencia, termina quedándose tibio y volviéndose bastante predecible. Sus propias falencias terminan jugándole en contra al equilibrio sobre el que pretende construir su jugabilidad y narrativa, aunque no por eso dejo de recomendarlo a quienes busquen un escape a toda la acción que abunda en la industria.