Akane Studios viaja al futuro de la mano de Prey, un título que mantiene el estilo que tanto aman los seguidores de la desarrolladora.
Después de dos entregas de Dishonored, el equipo de Arkane Studios venía necesitando un cambio de ambiente. Eso es lo que hicieron con Prey, un juego futurista que mezcla la ciencia ficción, la acción y el misterio para involucrarnos en una historia muy enredada en el medio del espacio.
Bienvenidos a la Talos I, una plataforma espacial en la que nos moveremos con Morgan Yu, un científico que se despierta sin recordar demasiado y pronto se da cuenta de que el lugar se encuentra invadido por una especie de alienigenas: los Tifón. Hasta ahí la trama parece simple, pero el título esconde muchos más secretos que los que se revelan apenas superados los primeros minutos.
La historia está bien, incluso podría decirse muy bien. Los varios giros argumentales nos mantendrán atrapados e intrigados a lo largo de todo el recorrido, aunque no se puede negar que se hubiera agradecido un poco más de profundidad. Es que cuando todo termina queda esa sensación de que la cosa podría haber ido más allá.
Lamentablemente en este punto no ayuda demasiado la falta de carisma del protagonista. Morgan Yu no solo no habla, sino que carece de lenguaje corporal en las escenas más intensas de la aventura. En los tiempos que corren, esto comienza a ser inaceptable.
Pero Prey compensa desde muchos otros lugares. La Talos I es realmente digna de recorrer, tanto por la libertad que nos dan a la hora de movernos -y elegir de qué forma hacerlo, con una enorme cantidad de posibilidades- como por su estética. Sí, es verdad que el título no destaca por el apartado gráfico, pero el diseño de toda la estación es sencillamente espectacular. Todo va mucho más allá cuando toca salir al espacio y desplazarnos sin gravedad.
Mientras recorremos cada uno de los niveles nos encontramos con diferentes especies de Tifón. Una raza extraterrestre que nos complica la vida a más no poder, sobre todo en las primeras instancias, donde morimos en reiteradas ocasiones. En este sentido puede decirse que los amantes de los desafíos estarán fascinados, pero quienes busquen pasar el rato y disfrutar mayoritariamente del planteo argumental quizás sea vean frustrados. Para finalizar con el tema de los enemigos cabe preguntarse si quizás su diseño podría haber sido un poco más elaborado.
Para combatir a estos alienigenas realmente poderosos tendremos un catálogo de armas que brilla más por su originalidad que por su cantidad. Además de la clásica escopeta y una llave inglesa, contaremos con armas especiales como el Cañón GLOO (que sirve para enemigos, para llegar a lugares y taponar fugas) o las granadas recicladoras.
A este arsenal se suma otro sello de Arkane Studios: las habilidades. En este punto se encuentra uno de los elementos más creativos del título. Los poderes explosivos, la telequinesis o el hackeo pasan desapercibidos al lado de algunos otros como el de poder mimetizarnos con los objetos y así poder convertirnos en, por ejemplo, una taza para conseguir pasar a una zona que de otra forma sería imposible de alcanzar. Para equiparnos con ellas conseguimos progresivamente los Neuromods, elementos bastante centrales de la historia que repercuten en la interacción con el entorno dependiendo de cómo los usemos.
El apartado técnico de Prey es más que correcto. En consolas no sufrimos más que alguna que otra baja de frames y todo corre con fluidez. El sonido es exquisito, incluso desde la elección de la banda musical, aunque puede reprocharse el uso de saltos en el volumen para provocar sustos (resultan algo forzados). Por último, entendemos que el enorme tiempo de carga entre niveles se deba a que la plataforma es inmensa, pero la espera puede ser muy irritante sobre todo cuando el juego te obliga a hacerlo en reiteradas ocasiones para cumplir con un solo paso de una misión.
En relación, a Arkane Studios se le puede reprochar el sistema de combate. En más de una ocasión no nos sentimos cómodos, más cuando resulta un tanto difícil atinar golpes o disparos sin un verdaderos sistema de apuntado. Claro que con el tiempo todo se termina naturalizando y nos acostumbramos a sortear las dificultades con los recursos que tenemos.
Y el título de Bethesda nos regala un largo tiempo para acostumbrarnos. Tenemos alrededor de 20 horas solo de misiones primarias, esta duración puede hasta duplicarse si nos adentramos en todas las secundarias que pueden ser igual o más interesantes que las propuestas en la historia principal. Un factor que, además, invita a rejugarlo con gusto.
Concluyendo, Prey es una larga y extremadamente difícil aventura en la que volaremos por los aires a alienigenas con una más que interesante propuesta de armas y habilidades para poder desentrañar los oscuros secretos que guarda una trama que es muy interesante, aunque podría haber sido más profunda.
Jugarlo es un placer por más de una razón, aunque por momentos puede ser frustrante por varias otras. Los amantes de las creaciones de Arkane lo van a amar (aunque este no llegue al nivel de sus más aclamadas entregas), al igual que quienes deseen adentrarse en un desafío en la inmensidad del espacio.