From Software reinventa su fórmula con Sekiro: Shadows Die Twice para traernos una nueva obra maestra.
Pocas desarrolladoras pueden atribuirse el hecho de crear o, en otra medida, posicionar un género. Los soulslike cimentaron sus bases gracias a Demon’s Souls y Dark Souls, y ambos fueron el punto de partida para una serie de títulos creados por From Software, que además muchas empresas tomaron como referencias y así realizar sus propias juegos.
Sekiro: Shadows Die Twice venía con el desafío de mostrar un cambio en las propuestas de From Software, no porque haya denotado signos de agotamiento, sino porque sabíamos que Hidetaka Miyazaki tenía varias cartas guardadas y era el momento de exhibirlas.
Esta nueva IP de la desarrolladora mantiene la esencia soulslike que la apadrina pero es una aventura completamente diferente, abandonando los conceptos de rpg para abordar un título de acción y sigilo, donde la perseverancia y el aprendizaje serán la clave del éxito, pero también tendremos a la muerte como moneda recurrente.
From Software cambia la fórmula
La trilogía Dark Souls y el épico Bloodborne mantenían una serie de reglas básicas para su supervivencia: ser prudentes en los ataques contra los enemigos, revisar la barra de stamina para no cansarnos, levelear para mejorar nuestros stats e intentar encontrar un punto débil al rival para aumentar nuestras chances de ganar.
Al momento de comenzar con el prólogo de Sekiro: Shadows Die Twice, descubrimos que toda esa doctrina tiene que ser olvidada rápidamente. Es un juego mucho más directo, táctico, disciplinario pero, para no desprenderse de sus predecesores, con una vara de dificultad altísima. Creo a esta altura que es el título más complicado de la empresa porque modifica radicalmente su modus operandi: si queremos triunfar, tendremos que adaptarnos a las reglas que nos propone el juego, no hay atajos, no hay una habilidad que debilité a un enemigo en particular. Los combates son brutales y vehementes, exigiendo nuestra concentración al 100% en todo momento porque el parry es el elemento que termina definiendo nuestro éxito.
Tanto los enemigos como nuestro protagonista cuentan con una barra de postura, que va aumentando a medida que bloqueamos constantemente sin lograr hacer parry, y si lo hacemos, el medidor le sube al contrincante. Cuando logramos llenarla, habremos podido romper su postura y realizar un fatal blow que lo mate de un solo golpe; para colmo, mientras menos vitalidad tenga más tardará en recuperar su postura completa, por lo que las chances aumentan.
En la teoría suena como una simplificación y hasta parecería que las batallas serán un poco más sencillas; lejos está Sekiro de mostrarnos eso, ya que los enemigos comunes estarán bien agrupados para hacernos la vida imposible y la mayoría de los bosses cuenta con más de una barra de vida, por lo que el camino a la victoria está lejos de alcanzar.
Si pensábamos que con dominar el parry la ecuación estaba resuelta, están lejos de conocer a From Software. Para aumentar la complejidad al asunto, los enemigos contarán con ataques especiales donde el bloqueo no surte efecto, por lo que si queremos superarlas tendremos que abordar otras técnicas que iremos aprendiendo con el paso de las horas.
Nuestro personaje no cuenta con diversos stats y solo se limitan a vitalidad, postura y ataque. Esto enfatiza mucho más la premisa que Sekiro intenta abordar: venceremos cuando hayamos aprendido lo suficiente y no será por un leveleo que abulte nuestros parámetros. Encima, para subir dichas estadísticas tendremos que obligatoriamente vencer bosses y sub jefes, ya que los puntos de habilidad que conseguimos matando enemigos solo sirven para adquirir técnicas.
Toda la acción que desborda Sekiro: Shadows Die Twice se contrapone con el sigilo, uno de los elementos cruciales dentro de las mecánicas del juego. Nuestro ninja además de ser un experto con la espada tendrá que ser una sombra para pasar inadvertido durante muchas situaciones y reducir al mínimo los peligros.
Sekiro repite en gran parte de sus escenarios un estilo que se adapta a lo que pretende: una zona cargada de varios enemigos donde, si somos lo suficientemente intuitivos y ágiles, podremos despachar sin ser vistos a los más débiles o los que tiene ataques a distancia y pueden molestar cuando se arme el tole tole, para después enfrentarnos a los enemigos que inevitablemente nos van a descubrir. Lo ponderante de esta situación es que From Software no obliga a abordar ningún estilo en particular. Si tenemos la suficiente destreza, podemos atacar sin piedad a todo el malón de rivales, pero también te deja en claro que la desventaja siempre es un factor que se puede reducir si somos cautos con las estrategias que tomamos.
Las sombras mueren dos veces
Desde que se viene promocionando Sekiro: Shadows Die Twice, se dejó bastante en claro que tendríamos la posibilidad de revivir si somos derrotados. Esto, lejos de mostrar algún signo de reducción de la dificultad, es una mecánica que se introduce de manera perfecta en el juego, no solo por la narrativa de su historia sino por lo que significa morir en el juego.
Si después de revivir volvemos a caer en combate, el juego nos quitará la mitad de la experiencia obtenida y los sen (moneda) que recaudamos. Pero eso no es todo, porque a causa de volver a la vida los diferentes npc del juego sufrirán consecuencias, que se traducen en la Dracogripe, una extraña enfermedad en la sangre que tiene un misterioso origen. No vamos a brindar más detalles al respecto, pero esta enfermedad también afecta a nuestro protagonista de una particular manera, que termina afectando los recursos que perdemos tras cada derrota
Una prótesis multiuso y muchas artes para aprender
Nuestro lobo gris no solo tendrá su espada para hacerse valer durante el juego sino que tendrá como fiel accesorio a la Prótesis de Shinobi, el elemento que viene a reemplazar el brazo que nos amputan. Desde el vamos tendremos a disposición el gancho (o grappling hook) que además de recordarnos inexorablemente a Tenchu también funciona para llegar a lugares inacessibles y abordar posiciones estratégicas para atacar sigilosamente.
Sin embargo, la prótesis también funciona como arma secundaria que podremos ir modificándola a medida que vayamos encontrando diversos accesorios para agregar. Además, cuenta con un método de crafteo que crear nuevos herramientas con mayores funciones, permitiéndonos equipar hasta 3 al mismo tiempo. Ninguna de estas tendrá un daño significativo y representarán una notoria ventaja para el protagonista, pero son complementos que diversifican nuestro caudal de ataque.
Este no es el único elemento que le agrega variables ofensivas al juego, sino que además contaremos con varios árboles de habilidades, donde tendremos la posibilidad de adquirir técnicas tanto pasivas como ofensivas. Acá es dónde más parecido le van a encontrar a las anteriores propuestas de From Software y si quieren a otros juego más volcados al rpg, ya que tendremos que ir derrotando enemigos para conseguir la experiencia necesaria para subir de nivel.
Sin embargo, como ya explicamos más arriba, tener todas las habilidades y todas las variantes de las prótesis no te garantiza atravesar los combates más complicados con éxito. Lejos de eso, será nuestra habilidad con la espada y la agudización de los reflejos para poder sobrevivir
Adiós a los ambientes cerrados
Sekiro: Shadows Die Twice da un giro 180° en su ambientación. Los escenarios claustrofóbicos quedan en el olvido para presentarnos campos abiertos, amplios templos, edificios de varios pisos para explorar, pantanos e incluso alguna que otra cueva subterránea.
From Software quiere que aprovechemos el uso del gancho para volver al juego mucho más vertical que sus predecesores. Hay ciertos escenarios que no tienen una amplitud muy generosa pero que tiene tanto para recorrer en sus alturas que lo vuelve mucho más rico en cuanto a exploración y búsqueda de secretos, que los hay y muchos. Los diferentes NPC que vayamos encontrando tienen algún que otro encargo para hacernos y es mucho más atractivo todo lo que tiene Sekiro para ofrecer dándonos la libertad para explorar a nuestro antojo, con un mapa bastante grande y que gracias a una intrincada ramificación termina interconectándose de manera majestuosa.
Una guerra civil y la búsqueda de la inmortalidad
Sekiro abandona las narrativas encriptadas, confusas y a cuentagotas para relatarnos una historia mucho más clara pero sin perder ese toque mágico y fantástico. Ambientado en el ocaso de la era Sengoku (que comenzó a mediados del siglo XV y se extendió hasta comienzos del siglo XVII), encarnamos a un shinobi que pondrá su vida en juego y mucho más para proteger a un jóven Lord llamado Kuro, que se ve envuelto en una guerra civil que no solo acarrea un contexto político sino que también hay en juego el don de la inmortalidad.
No quiero adentrarme mucho más en el relato porque es la primera vez que From Software intenta ser más claro en la manera de narrar, ofreciendo una mayor cantidad de cinemáticas e interacciones con diversos npc que iremos conociendo por toda las regiones que conocemos. Este lore más establecido no le quita la magia que suele relatarnos Miyazaki porque intenta ser menos enigmático para que estemos más enfocados en la exploración y el combate.
Tendremos varios finales a disposición, 4 en total, que dependerán exclusivamente tanto de decisiones que tomemos en puntos clave de la historia así como también de acciones dentro del juego.
Apretar el puño y festejar
La frustración es moneda corriente en los títulos de From Software, pero aún así Sekiro sigue marcando una distancia sideral con los otros Soulslike. Como mencionamos más arriba, Shadows Die Twice se trata sobre el aprendizaje y sobre conocer a nuestros enemigos. Es bastante improbable que derrotemos a un boss en un primer intento porque el juego busca eso: que conozcamos a nuestro rival, aprendamos sus tácticas y busquemos la manera de encontrar un punto flaco en su defensa.
Sin embargo, tras regresar varias veces de la muerte y ser perseverantes, podremos derrotar a ese enemigo que venía haciéndonos la vida imposible desde hace horas. ¿Qué pasa después? Éxtasis puro. Una sensación de disfrute que recorre nuestro cuerpo y nos deja en claro que esto es lo que busca generar el juego en nosotros. Ninguna contienda será sencilla, pero cada combate será un escalón más para asimilar esta doctrina que pregona Sekiro y funciona muy bien.
La sangre matizada en los paisajes japoneses
From Software siempre supo llevarnos por páramos oscuros, regiones desoladas, cuevas ancestrales, calles poco iluminadas y otras locaciones en donde la vida no era algo que fluctúe con naturalidad. Sekiro, por su parte, logra combinar la belleza de sus escenarios con la crudeza de la guerra y la muerte.
Los choques de espadas y las danzas de combate se fusionan con la flora y la colorida vegetación, logrando que no solo las cinemáticas, sino muchos de sus combates se vuelvan una pieza de arte en movimiento. El juego no intenta deslumbrar con un nivel de detalle visual sin precedentes, sino que busca el impacto constante con su paleta de colores. Sekiro no tiene tantas variaciones en su geografía, pero logra con pequeñas modificaciones hacernos sentir en un viaje constante, donde la noche se va acercando y esto también cambia los lugares que vamos revisitando.
Por si esto no fuera suficiente, viene acompañado de un soundtrack adecuado a las circunstancias. Una banda sonora que está a la altura de lo épico que es Shadows Die Twice. Las luchas con los bosses suman un tinte dramático con el sonido de los instrumentos y saben manejar la tensión en los momentos más complejos.
Realizamos este análisis en una PlayStation 4 Pro y realmente el resultado es bastante notorio. Sin embargo, hay que destacar que el juego presenta algunos bajones en los frames pero tampoco es algo que sea frecuente y mucho menos rompa la experiencia.
Conclusión
From Software pudo haber apostado a lo seguro y haber lanzado Bloodborne 2 o algún título que mantenga sus conocidas mecánicas. Sekiro: Shadows Die Twice va por una senda completamente diferente, una aventura que rompe los moldes que la empresa nos tenía acostumbrada sin perder la esencia ni lo épico de sus relatos.
Sekiro no es un juego fácil, pero es una invitación al aprendizaje, a evolucionar nuestra calidad como jugadores y es uno de los pocos títulos donde el disfrute por atravesar una barrera que creíamos imposible se festeja con una sensación inexplicable.
Esta compleja aventura por el Japón Feudal se tiene que transitar de manera lenta y exigiendo un 100% de nuestra concentración. Es duro, díficil y hasta a veces muy frustrantes, pero estamos ante uno de los mejores exponentes de la marca y también uno de los grandes títulos de esta generación de consolas.