Después de experimentar el frenesí con Retro City Rampage, VBlank nos trae Shakedown: Hawaii, una locura en 16 bit que resalta el espíritu de los primeros GTA.
Podemos buscar muchos matices y filosofar con lo que generan los videojuegos en la actualidad, pero su núcleo se impulsa bajo una simple premisa: la de divertir y hacer que nos distendamos un buen rato de los problemas cotidianos. Si la gente de VBlank ya lo había logrado con Retro City Rampage, ahora lo vuelve a ratificar con Shakedown: Hawaii, una secuela espiritual que mantiene la misma esencia, pasando de 8 a 16 bits.
Shakedown: Hawaii es un juego de acción vertiginosa en 2D con cámara cenital al mejor estilo de los primeros GTA, que se olvida de cualquier tipo de relleno para ir directamente al hueso: una diversión fresca, entretenida y adictiva, con un hilarante gancho narrativo.
Reconstruyendo nuestro imperio
¿Cómo justificamos un frenesí de armas, autos llevándose todo por delante y un nivel de violencia que solo se anestesia por su colorido pixel art? Shakedown: Hawaii nos pone en la piel de un importante empresario que sufre una crisis económica porque todas sus franquicias están sufriendo la llegada de la tecnología, la modernidad y las nuevas técnicas de marketing, quedando en este circulo vicioso de oferta y demanda completamente obsoleto y relegado en el mercado.
Esto es el puntapié para ensuciarnos las manos y obtener el control de la ciudad desde distintas aristas. Por un lado, con conductas de marketing sutilmente tramposas y engañosas, que se aprecian en las cortas pero cuantiosas cinemáticas en las que vamos interactuando con los diversos asesores y sub encargados.
Cuando las palabras y las juntas ejecutivas ya no rinden efecto, pasaremos a la acción, eliminando a la competencia, amenazando a los propietarios para obligar a vender sus empresas, lidiando con la mafia y al mismo tiempo captando las nuevas oportunidades que van surgiendo acrecentar nuestro poder.
La premisa, dejando todo esto en claro, es súper clara: hacernos del control total de la ciudad. Para llegar a esto tendremos que atravesar más de 120 misiones y adjudicarnos (si queremos llegar al 100% del juego) más de 380 empresas, comercios, y edificios, lo que aumentarán nuestro ingresos diarios para seguir comprando más abasteciemientos y de paso algunas armas para abrirnos paso. Para lograr esto último, el juego lo engloba en una sidequest bautizada “shakedowns”, en las que tendremos que extorsionar a los dueños de estos lugares para forzarlos a vender. Algunos accederán después de que rompas parte del local o espantes a la clientela, mientras que algunos estará protegidos por bandas mafiosas y tendremos que salir a los tiros para terminar de cerrar el apriete.
No solo tendremos control de este CEO, sino que además podremos controlar a su problemático hijo, con aires frustrados de ganster y estrella de rock, y la de una mezcla entre sicario y mercenario, que se encargará de hacer el trabajo sucio al comienzo fuera de la ciudad, luchando contra el cartel para conseguir determinada insumo clave para un producto o información clasificada que nos dará ventaja en algún negocio, pero luego estará codo a codo con el protagonista cuando la situación se torne complicada.
El hilo narrativo que maneja Shakedown: Hawaii es una sátira constante, llena de gags e ironías constantes no solo sobre los grandes mercados empresariales, sino también frente a la propia industria de los videojuegos y muchas veces a esteriotipos sociales, en donde nos dejan en claro desde el comienzo que nunca estaremos del bando de los buenos y tampoco nos interesa estar de ese lado de la calle. Esperamos con ansías la traducción al castellano para que pueda llegar a muchas más personas.
Una propuesta sin vueltas
Shakedown: Hawaii no busca dar rodeos tediosos en lo que busca ofrecer y a diferencia de muchos sandbox de esta época, el juego quiere que todo el tiempo te mantengas haciendo alguna actividad sin perder la intensidad a la que te impulsa constantemente. Es por eso que las misiones son cortas, con una duración que oscila entre los 3 y los 8 minutos máximo, para directamente a realizar otra, logrando de esta manera no reducir el flujo de acción. Hay mucho pero mucho por hacer, numerosos sidequest y minijuegos, pero todo es sumamente efímero, ya que nunca nos detendremos demasiado tiempo en algo concreto y estamos en un constante movimiento.
Esto, además de la dinámica ya impuesta por VBlank desde el minuto 0 del título se logra por unos controles tan sencillos como pragmáticos. Manejar es un placer y utilizar las armas tiene una simpleza que solo nos limita a movernos con un stick y disparar con el otro, saltando de vez en cuando para esquivar alguna bala.
Si los vehículos son bastante variados, incluyendo la posibilidad de manejar lanchas y motos, las armas tiene su encasillamiento aparte. Desde simples bat de baseball, pistolas y escopetas, hasta lanzallamas, secadores de pelo y gatling gun. Shakedown: Hawaii no escatima en su poder de destrucción y salvo los edificios y casa, todo es destruible, aumentando el potencial para el caos de manera exponencial.
También podremos customizar nuestra apariencia, e incluso ocultar nuestra identidad con diferentes accesorios cuando vamos a hacer aprietes a diferentes comercios para obligarlos a vender y hacernos cargo de su negocio o empresa.
Las libertades que tenemos son absolutas: podremos robar cuanto auto deseemos o asesinar civiles sin un mínimo pudor mientras arrasamos con media ciudad a los tiros y atropellando todo a nuestro paso. Esta exacerbación es una constante, incluso en el grueso de sus misiones, dando ese híbrido entre sandbox y arcade (con un contador de puntos que suma todo lo que hagamos) que le imprime esa frescura que le destacamos.
Dicho esto, también hay que resalta que pocas veces el juego nos pondrá en algún aprieto de dificultad. La policía es fácil de perder y tampoco es muy complejo combatirla. El sistema de checkpoint en las misiones está bien segmentado, por lo que las ínfimas ocasiones en las que perdamos volveremos a retomar de un punto muy cercano.
Por su escasa dificultad y su celeridad para realizar la cuantiosa cantidad de cosas que propone Shakedown: Hawaii, es un juego que en menos de 10 horas podremos haberlo terminado en gran parte de su totalidad. Algo que termina generando gusto a poco porque logra el título de VBlank logra mantener un ritmo atractivo constante, que si bien su jugabilidad es limitada, siempre estamos haciendo algo diferente, evitando caer en la repetición de tareas y en lugares comunes.
Conclusión
Shakedown: Hawaii es divertido, sencillo y muy pero muy adictivo. Falla en tener un nivel de dificultad ínfimo, haciendo que su duración sea más corta de la que pensábamos, pero en todos los aspectos jugables y argumentales, la apuesta de VBlank sale aprobando. Su paso a los 16 bits está consagrando por un pixel art notable (cuenta con un nivel de detalle de ciertas locaciones y escenarios muy pero muy bonito) y un soundtrack a base de sintetizadores sumamente pegadizos.
Son de esos juegos donde podés relajarte completamente en el sillón y disfrutar, muy pocas veces exigirá una concentración rudimentaria para atravesar un desafío y su cómoda jugabilidad lo facilitan todo. Si necesitás desconectarte un rato y únicamente divertirte, Shakedown: Hawaii es una propuesta a la que deberías prestarle atención.