Nintendo logró lo imposible. The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom supera ámpliamente a BOTW, instalándose no solo como uno de los mejores juegos de su generación, sino de la historia.
Hay juegos que definen un género, otros hacen lo mismo con una generación. Sin embargo hay unos pocos, poquísimos, que dan un paso más, que cruzan ese umbral y se instalan en “El Olimpo” del gaming. The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom se sienta en la mesa de los grandes juegos de la historia, para codearse con ellos sin ponerse colorado y demostrar, una vez más, que Nintendo sabe hacer juegos como pocos.
Antes de desmenuzar TOTK, hay que contextualizar lo que su llegada significa para los jugadores de la consola de Nintendo. En marzo de 2017 la empresa japonesa volvía a poner a Link y Hyrule en la escena mundial. The Legend of Zelda: Breath of the Wild fue el título con el que Nintendo Switch debutó en el mercado y no podía pensarse un mejor resultado. Game of the Year y aclamación popular gracias un mundo impresionante por cargado de aventura, exploración con muy pocas cosas para criticarle
Hoy, a más de seis años de ese lanzamiento, Tears of the Kingdom parece estar destinado a ser la aventura que cierre el ciclo de la Switch: el broche de oro que todos esperábamos y que la consola merecía.
La potencia de una buena historia
Tears of the Kingdom es una secuela directa de Breath of the Wild. Ubicada temporalmente unos años después de los eventos de la primer entrega, Hyrule se ve azotada nuevamente por una oscura amenaza cuando apenas se estaba recuperando de los eventos provocados por Calamity Ganon durante los 100 años de terror que lo enfrentó con Zelda.
En esta oportunidad, una nueva amenaza ancestral se alza desde las profundidades del reino poniendo en jaque no solo al intento de reconstrucción de la tierra que tanto conocemos y amamos, sino también a la mismísima princesa Zelda, quien envuelta en un manto de misterio desaparece ante nuestros propios ojos, que desata así la misión de encontrar su paradero.
Aquí es donde comienzan a resaltar las bondades de TOTK. A nivel narrativo la historia comienza fuerte desde el vamos, envuelta en mantos de tintes ancestrales nos encontramos con mensajes del pasado, tramas mucho más adultas y oscuras y un viaje épico que, al igual que en BOTW, combina secuencias del presente con pasado (pero un pasado bien pasado, muchos cientos de años atrás) para ofrecer momentos épicos cargados de drama y tensión.
La historia, que se develará con el correr de las misiones principales, logra un golpe de impacto mucho más marcado que en su predecesor. Los diálogos y secuencias, sobre todo aquellos que involucran las escenas del pasado reflejadas en las “Dragon tears (“Lágrimas de Dragón”), tienen matices rodeados de misticismo que le calza a la perfección a la nueva aventura de Link y crea de esta forma una atmósfera mucho más robusta en cuanto a trama. Un detalle importante es que las decenas de misiones secundarias y NPCs que rodean las distintas ciudades de Hyrule aportan muchísimo contexto a la narrativa. La aparición de personajes que por darnos una simple misión luego añaden su pedacito de información al rompecabezas gigantesco que es TOTK es abismal, y bien recibida, ya que al igual que en la entrega de 2017 la magia de este título radica en perderse en su mundo, recorrer, explorar y recaudar toda la información que podamos sobre lo que sucede en el mundo.
Las misiones principales son un punto clave en este juego. Por un lado brindan un marco de contención ante tanta libertad y son una guía funcional de hacia dónde ir. Obvio uno puede ignorarlas y pasarse el día domando caballitos o construyendo cosas, así como también se puede elegir enfrentar directamente la batalla final sin pasar por estos desafíos, pero de esta forma se perderán la riqueza del contenido que ofrece TOTK.
Por ejemplo, dentro de las misiones principales hacen su regreso los Templos. Sí, aquellos lugares icónicos de entregas como Majora’s Mask hacen su re-debut, con reimaginadas versiones que ofrecen puzzles (pueden tomar entre una y tres horas para completarlos), así como también una boss-fight. Estos templos vendrían a ser los equivalentes a las Divine Beasts, pero los jefes en esta entregan tienen un increíble diseño, algo que no sucedía en BOTW, lo cual le añade unos puntos extras a los desafíos.
Completar estos templos nos permitirá no solo progresar en la historia y desbloquear recuerdos claves para poder tener toda la narrativa completa de qué es lo que es lo que sucede, sino que también nos permitirá conseguir las habilidades de los sabios, que brindas nuevos y únicos poderes elementales que serán de gran ayuda tanto en el progreso de la historia como en la batalla final.
¡Un mundo que son tres!
La trinidad es un concepto clave en la mitología de Zelda. La Trifuerza, representada por el Valor (Link), la Sabiduría (Zelda) y el Poder (Ganon/Ganondorf) es el eje de toda aventura que haya puesto a estos personajes en el centro de la escena, pero en esta oportunidad el concepto del tríptico se traslada también al mundo que recorremos. Las vastas praderas, los frondosos bosques, gélidas montañas y calurosos desiertos se repiten de la entrega anterior, o al menos esa es la primera impresión.
La topografía de Hyrule alcanza nuevos e inmensurables límites en esta entrega de la mano de las “Islas del Cielo” y las profundidades o subsuelo del reino.
Las “Islas del Cielo”,representan conjuntos de tierra y ruinas suspendidas en los cielos de Hyrule donde podremos descubrir altares (Shrines), items importantes, cosméticos y enfrentar alguno que otro mini-boss. Acceder a este conjunto de islas flotantes no es una tarea sencilla y debemos hacer gala de todas las habilidades y recursos que tengamos al alcance de la mano para poder navegar por ellas. Sin embargo la recompensa por explorar no se hará esperar e intentar caminar cada metro cuadrado de Hyrule pagará, y con creces, cuando nos hagamos de alguna que otra pieza de armadura, o elemento clave que más adelante podamos llegar a necesitar.
Por otro lado, y en contraposición a las bellas panorámicas que tendremos desde los archipiélagos voladores, tenemos lo más profundo de Hyrule. Descender a lo más profundo del reino implica zambullirse en una oscuridad absoluta y debemos disipar mientras recorremos el mapa para activar las semillas de luz, que iluminarán poco a poco este mundo subterráneo. Y sí, decimos mundo subterráneo porque es un mapa ¡del mismo tamaño que el mapa de la superficie!
Este subsuelo no solo está infectado de monstruos únicos, sino que también está plagado de Gloom, un nuevo elemento incorporado en esta entrega que ha nacido de la mismísima oscuridad ancestral que amenaza el reinado de Hyrule y que, tan solo con entrar en contacto con Link, causa estragos en nuestros corazones, estragos de los cuales no será fácil recuperarnos.
Hay latente una sensación de recompensa por explorar que no todos los mundos abiertos logran conceder. Muchas veces sucede que el cansancio por recorrer dice presente: por la monotonía o por la recompensa en hacerlo, entre otras posibilidades. Eso, en TOKT, es muy improbable que esto suceda ya que la diversidad de su mapa, el esfuerzo por acceder a zonas puntuales y el contenido de cada uno de los territorios explorables hacen sencillamente que el mundo de Hyrule sea una de las mejores construcciones explorables en un videojuego.
Y dentro de esas recompensas por explorar es que se enmarca también la evolución de Link. El “leveleo” así como fue en BOTW está marcado por el aumento de corazones y stamina, y para poder hacer esto es que regresan los Shrines que tanto brillaron en su edición anterior. Más de 150 santuarios están esparcidos tanto en el cielo como en el suelo, y cada uno desafío mediante, nos acercará un paso más hacia el nivel máximo de vida y energía que nuestro héroe hyruleano puede alcanzar.
Con respecto a estos Shrines es impresionante como luego de los más de 120 presentes en Breath of the Wild, esta secuela logra reinventar sus puzzles por completo ajustándolos al nuevo abanico de posibilidades presentes gracias a las skills de Link. Y logra ofrecer un desafío aún mayor que la precuela debido al impecable trabajo en la creación de estos mini-niveles, que si bien se recorren en relativamente poco tiempo, alguno de ellos puede realmente volverse un desafío creativo.
El mundo de la mano de Link
Tener un mundo hermoso y profundo de poco serviría si lo que podemos hacer con él es limitado. En Tears of the Kingdom esto no sucede y es en gran parte gracias al imponente esquema de habilidades que tenemos literalmente al alcance de nuestra mano, o Ultra-Mano.
Ultra-Hand, Ascend, Recall y Fuse. Estas cuatro habilidades son en las que se cimenta TOTK no solo para permitirnos explorar Hyrule, sino también para poder llevar adelante casi todas las misiones y desafíos de esta secuela. Pero la construcción de la mano de Ultra-Hand es la gran vedette de esta aventura. Es más que probable que hayan visto decenas de videos en redes sociales con loquísimas y épicas construcciones: mechas, armas gigantes, aviones, trampas, personas con miembros hecho de lanza llamas. Las infinitas posibilidades de armar, unir, girar, combinar ofrecen una versatilidad para resolver puzzles o desafíos que únicamente se limitan a la imaginación de uno. Tears of the Kingdom literalmente te grita en la cara: NO HAY UNA RESPUESTA CORRECTA.
A pesar de la popularidad de la Ultra-Hand, esto no opaca la importancia de las restantes habilidades. Ascend, por su parte, nos permite movernos a través de los objetos. Obviamente hay limitaciones, siendo la primera la implícita en su nombre: “Ascend” es una clara indicación de que esta habilidad solo se activa hacia arriba, pero también el destino elegido debe estar a una distancia lógica, algo que lo vuelve inutilizable para acceder, por ejemplo, a una Isla del Cielo desde la superficie de Hyrule.
Por último tenemos Recall y Fuse. La primera de estas dos habilidades dentro del árbol principal de skills de Link permite retroceder en el tiempo algunos objetos. A pesar de su simpleza en su funcionamiento, todo en Tears of the Kingdom está pensado a una escala de combinación dónde al implementarlo junto a un objeto movido por la Ultra-Hand podemos acceder a zonas únicas del mapa, o usarlo en determinada roca que cae del cielo puede transformarse en un ascensor a una isla celestial. Fuse, por su parte, es tal vez la más sencilla de razonar pero la que a su vez más posibilidades tiene ya que permite combinar un arma, flecha o escudo con elementos del entorno o nuestro inventario para así poder crear flechas congelantes, explosivas, escudos bomba, espadas reforzadas con electricidad, etc.
Estas cuatro habilidades únicamente tienen como limitante la imaginación del jugador. A través de un uso estratégico, y sobre todo creativo, las posibilidades de qué hacer con ellas son infinitas y te mantienen en un estado de alerta constante, ya que para poder progresar en determinados lugares o misiones tendremos que hacer uso de ellas de la forma que creamos más conveniente.
La frutilla del postre con respecto a estas skills es la física de las mismas dentro del juego. Puede parecer raro poner el foco en un aspecto tan técnico como el mencionado cuando resaltamos las habilidades, pero es que si esta arista no fuese lo perfecta que es, el uso de estos poderes carecería de sentido. No es lo mismo conectar una tabla gigante a un ventilador que a cuatro, o siquiera dónde los ubicamos en la tabla ya que ponerlos levemente torcidos hará que volemos hacia cualquier lado. Nintendo realizó un trabajo impecable con todo lo relacionado a mecánicas del juego, pero lo que hizo por detrás de ellas, eso que “no se ve pero está” es sencillamente brillante.
Una entrega de la más alta calidad
Ya sea en el modo portátil o conectada a un televisor, Tears of the Kingdom ofrece un calidad inaudita para un juego de Nintendo Switch. Audiovisualmente es una de las joyas de la corona para esta consola.
Hay un trabajo aún mayor que en la precuela y es que acceder a las islas del cielo o al subsuelo se hace sin pantalla de carga o tiempos de espera. Es todo parte de un mismo ecosistema que te invita a pararte desde la cima más elevada y mirar hacia el horizonte donde se puede apreciar la inmensidad del mundo y la construcción estética del mismo, ya que es muy fácil perderte en la belleza que Hyrule ofrece.
Por el lado de la banda de sonido y las voces el trabajo es igual de excelso que en las demás aristas del juego, la música compuesta por Manaka Kataoka, Maasa Miyoshi, Masato Ohashi y Tsukasa Usui es sinceramente una armonía digna de ser empastada en un vinilo y comercializada como música para ambientar, mientras que las voces, en especial la de Zelda, hacen magia para transmitir un sinfín de emociones y tensión en especial durante las cinemáticas de las memorias pasadas.
Conclusión
The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom no tiene crítica negativa alguna, es una obra maestra por dónde se la mire que logra lo que otrora se presentaba como complicado: superar a Breath of the Wild en todas sus aristas. Ya sea desde las mecánicas de juego, a la exploración o al peso narrativo que tiene esta historia, Nintendo rompió todas las barreras con una secuela inolvidable.
Hay muy pocas dudas: TOTK cruzará el Rubicón y se llevará el GOTY 2023, y eso que aún falta más de medio año para dicha ceremonia, sin embargo el impacto de este juego va más allá de ser considerado el mejor del año calendario: esta nueva iteración de Zelda se sienta en la mesa de los grandes y puja, con argumentos de sobra, para ser más que un juego del año y ser seriamente considerado el mejor juego de todos los tiempos.
The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom no tiene crítica negativa alguna, es una obra maestra por dónde se la mire que logra lo que otrora se presentaba como complicado: superar a Breath of the Wild en todas sus aristas. Ya sea desde las mecánicas de juego, a la exploración o al peso narrativo que tiene esta historia, Nintendo ha roto todas las barrearas y dudas que podía haber para con esta secuela con un titulo bestial.