Ex miembros de Team ICO y Guerrilla Games se unieron para crear una nueva aventura minimalista que, a pesar de tener sus encantos, se queda a medias tintas en casi todos sus aspectos.
En 2014 se nos presentó Vane, un juego que estaba siendo desarrollado por Friend & Foe, un estudio independiente que surgía con una llamativa plantilla formada por ex miembros de reconocidas desarrolladoras como Team ICO, Guerrilla Games y Starbreeze Studios. Con tan solo pensar en los títulos que se esconden tras esos nombres las ilusiones florecieron por montones y más aún cuando comenzamos a ver el primer material jugable. Hoy estamos acá con la cabeza un poco más caída, para contarles qué nos ha parecido esta aventura.
En el juego encarnamos a un niño que se convierte en pájaro, o a un pájaro que se convierte en niño. Él habita un mundo en ruinas, pero con su curiosa habilidad debe llegar a una fuente de energía que parece capaz de arreglarlo todo y de darle una nueva esperanza al resto de los niños que también parecen haber adquirido la posibilidad de transformarse en un ave.
Niños, aves y rompecabezas
Por supuesto que esta historia es una deducción que hemos hecho a partir de lo que hemos visto, y no algo que se nos ha puesto de forma explícita frente a los ojos. Es que Vane responde fielmente al estilo que claramente le han dado los ex integrantes de Team ICO, creadores de Shadow of the Colossus o The Last Guardian, entre otros. Es una aventura ultra minimalista en la que entender qué es lo que ocurre depende de nosotros y de lo que interpretemos a partir de lo que pasa a nuestro alrededor. Luego de un breve prólogo bastante extraño que parece querer explicar porqué todo está destruido, ingresamos en el primer escenario y las intenciones de Friend & Foe nos quedan más que claras: no hay tutoriales ni ningún tipo de guías, deducir qué es lo que hay que hacer depende íntegramente de nosotros y deberemos hacerlo mientras recorremos los escenarios. El problema que surge con esta decisión es que ninguno de estos niveles es los suficientemente atractivo en su estética, como para que sea disfrutable el solo hecho de andar por ahí. Entonces, simplemente nos la pasaremos volando o caminando en busca de esos puntos que nos permitan avanzar.
Y cada uno de esos puntos serán parte un gran puzzle, que debemos resolver completando una serie de pasos. Ninguno de estos es demasiado difícil pero sí que resultan muy ingeniosos, sobre todo porque la principal mecánica que debemos utilizar es la de cambiar de niño a ave, una y otra vez. En forma de pájaro podemos recorrer mejor los escenarios, desde las alturas, dándonos un panorama del camino a seguir, también podemos llamar a otros compañeros para que nos ayuden a mover plataformas. Con el humano, en cambio, hacemos uso principalmente de nuestras manos para activar palancas o empujar objetos de mayor peso. Lamentablemente este, en principio divertido, sistema pierde toda su fuerza cuando nos encontramos con una jugabilidad excesivamente tosca, con un vuelo increíblemente incómodo que nos impide posarnos con facilidad sobre las superficies necesarias, o que nos hace caer al vacío cuando el salto no responde como debería. Esta es una característica negativa que también hereda de los ex empleados de Fumito Ueda.
El cielo y el infierno
Pero la jugabilidad no es el único aspecto técnico en el que Vane falla, sino que es apenas la punta del iceberg. Es que podemos enumerar de todo, desde errores en el sonido que deja de escucharse de repente hasta texturas que se borran y dejan ver el diseño del escenario por dentro. Pero lo que más molesta son los bugs y los hay de todos los tipos: algunos descontrolan por completo el vuelo del pájaro y lo hacen girar sin parar, otros provocan que los personajes que deben ayudarnos se queden completamente congelados, mecánica que es necesaria para avanzar. Y justamente es este último el que por momentos ha hecho que perdamos las ganas de seguir jugando, ya que hemos tenido que reiniciar niveles enteros (hasta tres veces en la última misión) debido a estos errores. Todo esto se agrava si tenemos en cuenta que el juego solo guarda partida entre cada escenario, por lo que es lógico explotar de bronca si un bug te arruina las cosas justo al final de uno.
A pesar de toda esta lista de reproches, el juego de Friend & Foe tiene un punto alto indiscutible y es su diseño. Con una gran utilización del low poly, han hecho un trabajo desde la creación del protagonista -tanto en su versión humana como en la animal- y de los escenarios. Algo que también consideramos un acierto dado el estilo minimalista del juego, es la elección de una paleta de colores apagada, pero que a la vez contraste de forma efectiva con ciertos elementos como el brillo de las plumas o las diferentes fuentes de energía. Sonoramente también es muy bello, con una música de lo más inmseriva, aunque a veces se vea afectado por los fallos que antes mencionamos.
Vane, el veredicto final
Cuando Friend & Foe nos presentó su juego en 2014 no pudimos evitar emocionarnos, más aún cuando supimos quiénes trabajaban en él y cuando vimos que tenía todas las intenciones de seguir el camino impuesto por las obras de Team ICO. Sin embargo, el resultado final se quedó solo en las intenciones y concibió un producto final que se queda a medias tintas en casi todos sus aspectos, generando una experiencia tibia que no termina de involucrarnos en ningún momento.
Por si todo esto fuera poco, el apartado técnico hace agua por todos lados y Vane, aún con su parche del día uno implementado, presenta una serie de bugs que arruinan el progreso en incontable cantidad de ocasiones, provocando que incluso debamos reiniciar niveles enteros. Al final de cuentas, solo nos queda rescatar un apartado visual muy bello y las intenciones de ser algo diferente, que por momentos lo logra, pero que acaba por apagarse por una u otra razón.