Wild Hearts proponer dentro del género muchas ideas interesantes y conceptos que funcionan, pero tenés que estar listo para aceptar un reto más que complejo.
Las comparaciones son odiosas, pero desde el momento en que Wild Hearts fue anunciado oficialmente por Electronic Arts, la relación de su propuesta con Monster Hunter, una de las IP más exitosas de Capcom y que es uno de los principales exponentes en este “sub-género” de cazar monstruos, fue inmediata.
Sin embargo, una vez que te adentrás en su propuesta, Wild Hearts empieza a ofrecer aristas aquí y allá que busca esa siempre anhelada identidad propia. Y es curioso, porque todo lo que hagamos en esta aventura decanta siempre en el mismo desenlace: enfrentar una criatura colosal; pero lo que logra la IP es poner el ingenio y la creatividad del jugador como elemento diferencial. Acá no sale victorioso el que ataca sin pensar, sino el que sabe utilizar los recursos y conocer las desventajas del enemigo, todo coronado con la gran frutilla: la posibilidad de construir estructuras que inclinan la balanza a nuestro favor.
EA confió en Omega Force para desarrollar Wild Hearts y ampliar su marca EA Originals. Omega Force es conocido por su amplio trabajo en la franquicia Dynasty Warriors, pero también tiene en su curriculum juegos del tipo caza monstruos, con Toukiden. Y ya sea que lo hayan jugado o vean gameplays, se nota mucho como toma gran parte de esa esencia para fusionarla a lo que este rpg de caza, construcción y mucho para hacer.
Wild Hearts logra ser atractivo por lo espectacular de sus combates, el nivel de detalle de personalización para la progresión del personaje (acá acentuado en las armas y equipamientos) y en la amplia variedad de elementos de construcción, pero todo esto esta embebido por un nivel de dificultad muy exigente desde la primera misión. Es un juego que se hace muy cuesta arriba si no seguimos sus reglas pero también si nos aventuramos en solitario; esto no quiere decir que si sumamos a dos compañeros (cross-play incluído) la dificultad se reduce, pero lo hace menos frustrate porque algunas de las criaturas que enfrentamos son una invitación directa a la frustración.
Entre fuerzas sobrenaturales y tecnología.
Wild Hearts hace de sus elementos distintivos un sello para avanzar en un camino de frescura, caza de monstruos y obtención de recursos. Para empezar, hay que explicar que las colosales bestias que acechan la región de este juego se denominan Kemonos, unos seres que aparecieron misteriosamente en Azuma, el archipiélago que exploramos en este aventura. Estos Kemonos tienen la particularidad de tener una sinergia con estas tierras, y pueden modificar tanto su estructura como su clima. Como consecuencia, el caos y el miedo se sembró entre los habitantes de Minato, la principal ciudad que nuclea el grueso de la población a esta zona y nosotros seremos el salvador de turno.
Pero no seremos un cazador más dentro de Azuma, sino que nosotros también tenemos una conexión con la naturaleza que aflora en todas las regiones y, por consecuencia, nos dispone a crear los Karakuris, la otra vedette de Wild Hearts. Los Karakuris es una antigua tecnología que, en la práctica, son las diferentes construcciones que podemos emplear tanto en combate como en la exploración.
Para los Karakuris relacionados a exploración, necesitaremos de recursos elementales que forman parte de cada región del juego. Para obtenerlos, necesitaremos encontrar unos “pozos de dragón” del cual obtenemos estos recursos. De esta forma, podremos crear tiendas para crear puntos de viaje rápido; fogatas para tomar nuevas misiones; torres para detectar Kemonos; elementos de transporte como una rueda gigante, una tirolesa o un ventilador gigante para elevarnos; pero también podremos crear elementos decorativos y de caza. Porque en Wild Hearts confluye la caza con la exploración y la administración de recursos. Alimentarnos bien antes de cada expedición o destinar un tiempo a entender cuál es la mejor armadura y/o arma para el enemigo a enfrentar es una tarea casi obligada para no sufrir en demasía con esta propuesta.
Ahora bien, los karakuris empleados para el combate requieren del uso de fibra, un elemento que está presente en casi todo momento y que también lo desprenden los enemigos cuando son golpeados. Esto es así porque son realmente el peso que inclina la balanza a nuestro favor durante los combates. Estos karakuris, en su forma básica, tienen diferentes funciones: un cubo impulsor para atacar desde el aire, una antorcha para imbuir los ataques con fuego, un impulsor para esquivar grandes distancias, un pequeño monohelicóptero para desplazarnos desde las alturas, entre otros. Sin embargo, la gracia reside que al crear diferentes cantidades uno al lado del otro o encima, se pueden fusionar.
Por ejemplo: si empleamos 6 antorchas en dos torres de 3, esta se transforma en una bengala que aturde a los enemigos, y que tienen un gran efecto en los Kemono voladores. Si empleamos una determinada cantidad de cubos trampolines, este se convierte en un muro que detiene las embestidas; si construimos 6 helicópteros podremos crear un incienso curativo que recupera la vida si estamos cerca.
La fusión hace la fuerza y a medida que avanzamos en Wild Hearts iremos descubriendo numerosas combinaciones, cada una con sus virtudes y desventajas para cada desafío. Esto sucede porque no es un juego para tomar a la ligera, hay que estudiar a los Kemono pero también conocer nuestras fortalezas y debilidades. Tenemos casi una decena de armas para seleccionar (hasta entrado al capítulo 3 solo tendremos cuatro disponibles), que tienen un extenso árbol de habilidades pasivo, que incrementa las estadísticas apuntalando hacia las diversidades elementales.
Wild Hearts exige, casi de forma indirecta, una mesurada atención a la construcción de nuestro protagonista. Cada arma tiene un estilo propio de combate y también sus mecánicas para que sean más poderosas durante la cacería. Por ejemplo, hay un báculo que se desarma y se transforma en otras armas, y que a su vez va incrementando su poder si apretamos correctamente un botón cuando sale un destello de la misma.
Esto también nos da la pauta que usar la misma arma para cazar a todos los Kemonos no es la decisión más sabía, primero porque es un desperdicio de recursos y tiempo ir modificando el arma dependiendo del enemigos, sino que además cada arma tiene un tipo de golpe diferente, que se adapta a la criatura a enfrentar.
Respecto a los Kemonos, hay una de cal y una de arena. En total de tenemos casi 20 diferentes, algunos con sub-clases o variaciones, segmentados a grandes rasgos entre los robustos, los ágiles y los voladores. Esta clasificación no es propia del juego, pero rápidamente podemos distinguir en Wild Hearts estos espectros, lo que refiere también una estrategia diferente. No es lo mismo cazar un jabalí de proporciones colosales a un cuervo gigante que lanza proyectiles desde el aire.
Los enfrentamientos varían sin escala entre lo épico y la frustación. Llegar al territorio de un Kemono y emplear todas las estrategias que tenemos mapeada funcionan muy bien, pero se trata de enfrentamientos relativamente extensos. Cuando le quitamos la suficiente vida, la criatura escapará y la batalla continúa en otra región. Este procedimiento se repite entre 2 o 3 veces dependiendo la clase de enemigo, lo que trae como consecuencia que la caza se extienda durante varios minutos.
Con esto, entra la contrapartida dentro de Wild Hearts que es su dificultad apremiante. Acá no se trata de ir repartiendo golpes con los ojos cerrados hasta que el Kemono es derrotado: necesitamos la utilización de los Karakuri para intentar aumentar nuestras chances. Pero aquí también confluye otro problema que, a priori, es imposible de arreglar: la cámara. En más de una ocasión, la visión del juego se transforma en un enemigo más y no tendremos un panorama claro tanto de la situación ni tampoco desde dónde provienen los ataques.
Si la cámara es otro enemigo más y ya de por sí los enfrentamientos con los Kemonos son bastante exigentes, también le tenemos que usar la precisión, a veces quirúrgica, para colocar los karakuri y fusionarlos. Por inestabilidad de la superficie (o a veces incluso de la propia cámara) terminamos construyendo un montón de cosas sin sentido que no se terminan combinando por una mala disposición nuestra. Esto generalmente no suele ser una crisis relevante, pero cuando estamos siendo atacados constantemente y el tiempo apremia, puede resultar un tanto frustrante.
A diferencia de Monster Hunter u otros exponentes dentro del género, Wild Hearts intenta darle un protagonismo a la historia que propone y esto lo ejecuta desde diferentes perspectivas. En primera instancia, una enorme cantidad de escenas, diálogos e interacciones con los personajes secundarios. Minato, además de ser la ciudad principal del juego y también nuestra “base de operaciones”, es una fuente de interacción desde donde se desprenden la mayoría de las misiones y amplia su lore.
En líneas generales, Wild Hearts busca constantemente encontrarle un por qué a cada exploración o caza que hacemos, que no sea un reduccionismo de ir a buscar un Kemono y ya, y eso en varias ocasiones lo termina pagando, debido a que varios de los npc que nos cruzamos son bastante chatos y repetitivos. Ojo, algunos de nuestros principales aliados tienen lineas argumentales más profundas y en ocasiones serán una compañía en varias misiones, pero no termina de enganchar lo suficiente.
En complemento, Wild Hearts compone su estructura jugable en capítulos, que se repueden rejugar en cualquier momento para completar las misiones secundarias que hayan quedado en el tintero; todo dividido en un mapa compuesto por 5 zonas que se desbloquean de forma progresiva, cada uno con sus kemonos particulares así como también recursos, con la promesa de una extensión de territorios y por consecuencia contenidos para los próximos meses, en forma de actualizaciones gratuitas.
Toda esa dificultad y nivel de desafío convive también con ese espíritu aventurero que pregona en todo momento y las ganas de salir en búsqueda de Kemonos cada vez más complejos. La capa estratégica también funciona como un atractivo que le da otras capas de profundidad a la propuesta, que tiene como un plus una UX muy clara (que no quita por momentos llena de íconos) que explica todo muy claro. Wild Hearts resulta confuso hasta que estás con el joystick en la mano.
¿La frutilla del postre? Su componente online, que es cuando realmente la estrategia puede pasar a un plano superador. Wild Hearts acepta cross-play para hasta 3 jugadores en simultáneo, y la dificultad se vuelve un poco más amigable ya que no sos constantemente el centro de atención del enemigo, lo que permite pivotear, resguardarnos y repensar esa estrategia.
A pesar de que se trata de un título solo para la actual generación de consolas, Wild Hearts no es precisamente un despliegue audiovisual que impacta. Su ambientación del Japón Feudal si permite presumir de una paleta de colores realmente exhuberante: campos de flores hermosas atravesadas por estructuras rocosas o cuevas llenas de minerales. Sin embargo, no hay un nivel de detalle que impresione y los Kemonos llaman la atención más por su tamaño que por sus expresiones artísticas.
Como complemento también está el rendimiento, un tanto irregular en su tasa de fps que se agrava por momentos en partidas online. Hay una sensación de que el juego disminuye la velocidad y los movimientos se perciben más lentos. No es algo que te complique una caza, pero si le quita unos gramos de fluidez.
Conclusión
Wild Hearts es una agradable sorpresa. De Monster Hunter solo tiene su matriz principal, la cacería de monstruos, pero después es una cúmulo de ideas acertadas que logran darle su propia identidad. Quizás el elemento más distintivo es su apartado de construcción, que sin patear el tablero modifica por completo el nivel de estrategia que tenemos que implementar para completar todas las misiones.
No es un título perfecto, y su excesiva dificultada y profundización de su sistema para las armas y armaduras puede repeler a jugadores más casuales, pero Wild Hearts se posiciona como un gran exponente del sub-género y un sólido lanzamiento para una propuesta que tenía más dudas que certezas en su previa.
Como yapa, EA prometió diversos contenidos para mantener la calidad de vida del juego, así que si todo sale bien tendremos Wild Hearts por un largo tiempo.