Primero rebootearon los juegos, ahora las películas. Hay una nueva Tomb Raider en el cine, y te contamos qué nos pareció.
En la ausencia de ideas y por demanda popular, la fiesta del reboot continúa ininterrumpida en Hollywood. Esta vez le tocó el turno a Tomb Raider, basada en el reconocible videojuego de plataformas de los años noventa sobre una curvilínea aventurera que recupera artefactos arqueológicos en peligrosas expediciones. Ya se había hecho una transición a la pantalla grande en los 2000, con Angelina Jolie a la cabeza, que resultó en un exitoso primer film y una secuela que perdió suficiente dinero como para cancelar la serie.
Esta vez le toca ponerse en la piel de Lara Croft a Alicia Vikander, una actriz sueca más conocida por sus participaciones en dramas serios como La Chica Danesa, por el cual ganó un Oscar a mejor actriz de reparto en 2016. Presentada aquí como una mujer físicamente capaz y heredera renuente a aceptar su legado, Croft deberá resolver la última aventura que emprendió su perdido padre con la esperanza de encontrarlo con vida. Esta búsqueda la llevará a una isla remota en la costa de Japón, en el infame Mar del Diablo, donde deberá competir con un equipo de cazatesoros inescrupuloso para encontrar la tumba de Himiko, una milenaria emperatriz hechicera.
De la misma manera en que el reboot de Crystal Dinamics abandonó el fanservice de las inverosímiles curvas poligonales de la Lara noventosa, Vikander aparece como una versión del personaje más estilizado y menos voluptuoso del que ofreció Jolie. La misma lógica se aplica a la historia del personaje, que pasa de vivir en una mansión y contar con los recursos de James Bond, a ser presentada como una millenial más que vive como delivery a bicicleta tras renunciar a su herencia.
Lo mejor de la película es Vikander, quien con su carisma dota de vida un personaje que debió aparecer chato en las páginas del guión. Toda la dimensión emocional que se le otorga a Lara descansa en la relación con su ausente padre Richard (el gran Dominc West, McNulty de The Wire), y ni siquiera ese binomio termina de cerrar en la pantalla. West aporta también su impronta, como lo hace Walter Goggins como el villano Vogel, pero al igual que Lara son traicionados por la ligereza con que fueron escritos.
En un breve excurso me gustaría candidatear a West como otra figura paternal que ha sido, cual Tía May, hecho más sexy para el beneficio de los ojos de los espectadores. Recordemos que en la Tomb Raider de 2001 Lord Croft fue interpretado por el entonces sexagenario Jon Voight, mientras que West no llegó todavía a los cincuenta. Por otro lado Vikander, quien parece una versión más joven de Lara, tiene veintinueve años contra los veintiséis de Jolie en su momento.
De regreso en la critica, el desarrollo de personajes y drama genérico pueden perdonarse a una película de acción si es que dicha acción está a la altura de las circunstancias. Nadie paga la entrada de Misión Imposible buscando sentir su humanidad tocada por la pantalla, sino que van a ver a Tom Cruise colgando de un avión. Sin embargo en este departamento, el que importa, Tomb Raider también se queda corto. El director noruego Roar Uthaug y el cinematógrafo George Richmond simplemente no encuentra una manera de presentar la acción de manera que se sientan frescos y emocionantes.
Si bien la película toma libremente elementos del juego de 2013, donde más se nota la influencia es en las puestas de acción más coreografiadas, como el naufragio de la embarcación en la isla o el escape a través de los rápidos que termina en una cascada y un herrumbrado avión abandonado. Sin haber jugado el reboot de Crystal Dinamics, de todos modos uno siente en estas secuencias estar viendo a alguien más jugar un videojuego, y no lo digo como elogio.
Lo interesante es que el juego, al igual que la serie Uncharted que motivó el reboot, aspiran a hacer más espectacular la acción incorporando elementos cinematográficos en las secuencias. Lo que nos deja entonces con una película que quiere parecer un videojuego que quiere parecer una película. En ese teléfono descompuesto lo que se pierde es cualquier rastro de estilo o emoción en las escenas. En un floreciente mercado yanki de cine de acción, donde tenés que competir con Rapido y Furioso, John Wick, Atómica, Jason Bourne, y la mencionada Misión Imposible, esta falta de sabor propio y justeza en la forma en que se presenta la acción simplemente te deja fuera juego.
La otra parte de la ecuación Tomb Raider, la aventura, también es descuidada por la película. En la serie Indiana Jones, marca de oro del género, la información acerca de los misterios es presentada de tal manera que se establecen reglas y pistas, para luego guiarnos en la resolución de los acertijos de manera que sentimos como espectadores como van girando las piezas del rompecabezas. Aquí, la información de la tumba de la Reina Himiko, con sus acertijos y trampas, es presentada de manera nebulosa y poco detallada, dejándonos fuera del proceso de resolución de los mismos. Resulta irónico que justamente una película basada en un videojuego no puede hacernos sentir como interactuamos con la resolución de los misterios.
De haber secuelas, cuya trama ya es anticipada en el final de esta película y existencia depende pura y exclusivamente de cuanta plata quede en la taquilla, esperemos que se le presente a Vikander una aventura a la altura de su Lara Croft.