Por primera vez, un coleccionable nos ofrece un manga… ¡y que manga! Goku, Picolo, Krilin y todos los guerreros Z llegan al kiosko en Dragon Ball Color
Allá lejos y hace tiempo, cuando era un niño en edad escolar, me desvelaba cada noche para ver el nuevo episodio de Dragon Ball Z, que se emitía ni bien cambiaba de día, a las 12 en punto. Cuando me quedaba en lo de un amigo, el rito era el mismo, pero se sumaba su papá, quien terminaba rápido su turno de trabajo para mirar el anime con la misma devoción que nosotros. Así de universal es el atractivo de la obra de Akira Toriyama.
Por esta razón, no extraña que si La Nación se iba a mojar los pies en el estanque del manga, luego de años de continuado éxito con coleccionables de historietas norteamericanas, eligiera hacerlo con Dragon Ball. Asociándose con Ivrea, una marca conocida para el lector local, y una de las mayores editoriales de manga en habla castellana del mundo, el diario traerá a los quioscos una colección compuesta por 20 ejemplares lanzados con ritmo quincenal. Como nos tienen acostumbrados ya este tipo de coleccionable, el precio de los tomos ira subiendo de manera programada y escalonada a medida que avanza la serie (esto, claro, de no mediar un salto inflacionario que eleva aún más los precios). De momento, las primeras cuatro entregas se mantendrán al valor del primer volumen.
La serie está compuesta de la siguiente manera: la presente saga SAIYAJIN tiene 3 tomos. La siguiente saga FREEZER, 5 tomos. Luego, las sagas de CELL y MAJIN BOO se completan en 6 cada una. Para los completistas y fanáticos, vale aclarar que estos volúmenes que saldrán por quiosco solo comprenden lo que en el anime se conoce como Dragon Ball Z. Los primeros 12 libros de la colección (8 de saga ORIGEN y 4 de saga PICcOLO), que ya en Japón fue editada con numeración discontinua por sagas, son editados solamente por Ivrea con ritmo semanal y con un precio diferente.
Ahora me podrán preguntar: ¿qué tan importante es realmente Dragon Ball en el gran esquema de las cosas? Bueno, como la anécdota con la que abrí la nota demuestra, la serie es parte de la vida de más de una generación. Solo Los Simpsons lo rivalizan en la ferocidad con la que el público argentino se apropió de la serie. Fue, además, junto con Los Caballeros del Zodiaco y Sailor Moon, responsable de que el anime dejara de ser cosa de éxitos aislados (Robotech, por ejemplo), y se convirtiera en un género buscado por derecho propio.
En Japón, Dragon Ball también es palabra mayor. Es la segunda serie más vendida de todos los tiempos, solo detrás de One Piece, que la dobla en cantidad de tomos. A mi entender, el manga de Toriyama es al shōnen de peleas lo que la música de los Beatles es al rock. Con el correr del tiempo se han hecho mejores cosas, más sofisticadas, pero la innovación y lo influyente que se volvió tras irrumpir originalmente allá por 1984, hace que hoy se continúe leyendo como una serie actual. Particularmente en su diseño de personajes y representación la acción, en los que hizo escuela. Seamos sinceros, sin Goku no habría Naruto ni Luffy ni nada.
En el caso de este primer tomo de la colección, nos encontramos con que han pasado 5 años desde el Torneo de las Artes Marciales donde Goku venció a Piscolo y reina la paz en el mundo. Tanto así que, cuando nuestro protagonista se junta con sus viejos amigos en la Kame House, los deja a todos boquiabiertos al presentar a su hijo, Son Gohan.
Pero esa no es la sorpresa más grande que le aguarda a los héroes ¿Goku se llama realmente Kakarotto y es un extraterrestre? ¿Tiene un hermano mayor que llegó en una nave espacial para invadir la Tierra? La situación es tan extraordinaria que incluso obliga a dos enemigos jurados, como lo son Goku y Piccolo, a unir fuerzas para salvar el planeta. La acción comienza rápido y no se detiene. Sin ánimo de spoilear, solo diré que el volumen contiene una de las escenas más icónicas de toda la serie, que nos voló la cabeza a todos de chicos.
Ahora pasemos del contenido a la edición. Como nos tiene acostumbrado Ivrea actualmente, la factura del libro es excelente. Sobre todo, el diseño el diseño gráfico de tapas, interiores, etc. es imbatible si lo comparas con otras ediciones internacionales. Las dimensiones corresponden a lo que en la jerga “otaku” se llama A5, que es el tamaño más grande en que se edita manga. Esto fue una decisión de Ivrea, ya que en Japón la serie fue editada en formato más chico.
Esta edición, además condensa los 42 tankōbon originales (ya editados en el país) en 32 libros más gordos, por lo que acá tenemos más páginas y un ritmo de avance de la trama más ágil todavía. Especialmente si lo comparamos con lo de goma que se hacía el anime. Quedense tranquilos, acá no va a estar Goku “cargando” una Genkidama durante un libro entero. Si a eso le sumas el precio reducido que se logra gracias a la asociación con La Nación, estamos ante la mejor relación precio/calidad de todo el mercado comiquero local. Ni Xiaomi se animó a tanto.
Ahora los puntos contenciosos. Se habló en redes que el papel de esta edición es más fino que el de los editados exclusivamente por Ivrea. Por mi parte, lo encuentro de un gramaje de lo más aceptable. De hecho, el libro ya es bastante pesado de por sí, así que me parece incluso una decisión acertada.
En cuanto al coloreado, este tiene sus detractores y sus defensores. Si bien como sabrán el manga es tradicionalmente blanco y negro, tiene sentido que el coleccionable opte por la versión color, más amigable al público acostumbrado a leer a Batman y Spider-Man. (Vale aclarar que solo mangas con la repercusión de la serie de Toriyama son coloreados en tierras niponas). Es cierto que el coloreado digital (hecho en Japón mismo) no tiene el encanto de los colores acuarelados que suelen acompañar las ediciones tradicionales, pero no está mal. De hecho, al leerlo uno no deja de pensar en cuanto impacto a los ojos ganarían otros mangas bajo el mismo tratamiento.
Otro punto contencioso es la traducción. Quien sea del palo, sabrá que desde sus inicios, allá por 1999, Ivrea tiene la política de traducciones con lenguaje “rioplatense” lleno de modismos e inflexiones comunes en el habla nuestro de cada día. Esto puede chocar sobre todo al que viene directamente de ver el anime en la TV, el cual es doblado en “neutro” desde México para su distribución regional. Sin embargo, por mi parte, no me molesta, y de hecho lo prefiero. De todos modos, en una serie como esta, esa decisión estilística no es tan notoria como en otros géneros como la comedia costumbrista.
Si hay que criticar algo, sería la (entendible desde lo comercial) decisión de comenzar la colección son la saga Saiyajin y no con Origen. Se entiende porque va a lo seguro y que todos conocen (cuánta gente vio Z sin ver la original), pero es una lástima. Los Torneos de las Artes Marciales, de los cuales solo veremos uno truncado en la saga Majin Boo, son de lo mejor de la serie y desde este punto están en el espejo retrovisor. Además, sin ese contexto, cuestiones como la aparición de Gohan o la decisión que toma Piccolo en este tomo pierden algo de su peso. Pero, dicho esto, como mencionamos arriba, quien quiera hacerse con las aventuras de “Goku chico” solo tiene que hacer el viaje del kiosko a la comiquería más cercana. Eso si, pagando un poco (bastante) más.
Nos leemos de vuelta en menos de 15 días, para ver cómo sigue la preparación de los guerreros Z ante la inminente llegada del que, para muchos, es el mejor personaje de la serie: Vegeta.